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Introduccion - La mayor esperanza

PRESENTACIÓN Alguna vez te apuntaron con un arma? ¿Te robaron el celular, el bolso, la cartera, o incluso el automóvil o la moto? ¿Alguien invadió tu casa o te agredió? ¿Sufriste algún intento de ataque por Internet? Todo esto ya nos ha sucedido a los autores de este libro. Al igual que nosotros, tal vez ya no soportes más la violencia tan diseminada, presente en todas partes: en tu barrio, en la playa y en el campo, en el sur y en el norte, en la capital y en el interior, en el país y fuera de él. La violencia ya no es una estadística distante, un problema de rostros anónimos. Es una realidad que se percibe en la piel y en el corazón, que hiere la memoria y provoca daños irreparables. Pero la violencia es solo una de las señales de los tiempos en que vivimos. Cuando observas el escenario global, ¿qué ves? Crisis económicas, hambre, guerras y rumores de guerras, terrorismo, atentados cobardes a escuelas, terremotos, virus aterradores, inundaciones, desastres causados por la ambición hu

Capítulo 7: La Cooperación de lo Divino con lo Humano - Ministerio de curación

La Cooperación de lo Divino con lo Humano En el ministerio de curación, el médico ha de ser colaborador de Cristo. El Salvador asistía tanto al alma como al cuerpo. El Evangelio que enseñó fue un mensaje de vida espiritual y de restauración física. La salvación del pecado y la curación de la enfermedad iban enlazadas. El mismo ministerio está encomendado al médico cristiano. Debe unirse con Cristo en la tarea de aliviar las necesidades físicas y espirituales del prójimo. Debe ser mensajero de misericordia para el enfermo, llevándole el remedio para su cuerpo desgastado y para su alma enferma de pecado. Cristo es el verdadero jefe de la profesión médica. El supremo Médico se encuentra siempre al lado de todo aquel que ejerce esa profesión en el temor de Dios y trabaja por aliviar las dolencias humanas. Mientras emplea remedios naturales para aliviar la enfermedad física, el médico debe dirigir a sus pacientes hacia Aquel que puede aliviar las dolencias del alma tanto como las del cuerpo

Capítulo 6: Salvados para Servir - El ministerio de curación

Salvados para Servir Era el amanecer, a orillas del mar de Galilea. Jesús y sus discípulos habían llegado allí después de pasar una noche tempestuosa sobre las aguas, y la luz del sol naciente esparcía sobre el mar y la tierra como una bendición de paz. Pero apenas habían tocado la orilla cuando sus ojos fueron heridos por una escena más terrible que la furia de la tempestad. De algún escondedero entre las tumbas, dos locos echaron a correr hacia ellos como si quisieran despedazarlos. De sus cuerpos colgaban trozos de cadenas que habían roto al escapar de sus prisiones. Sus carnes estaban desgarradas y sangrientas y por entre sus cabellos sueltos y enmarañados, les brillaban los ojos; la misma apariencia humana parecía borrada de su semblante. Se asemejaban más a fieras que a hombres. Los discípulos y sus compañeros huyeron aterrorizados; pero al rato notaron que Jesús no estaba con ellos y se volvieron para buscarle. Allí estaba donde le habían dejado. El que había calmado la tempesta

Capítulo 5 - La curación del alma - El ministerio de curación

La Curación del Alma Muchos de los que acudían a Cristo en busca de ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí, y sin embargo él no rehusaba sanarlos. Y cuando estas almas recibían la virtud de Cristo, reconocían su pecado, y muchos se curaban de su enfermedad espiritual al par que de sus males físicos. Entre tales personas se hallaba el paralítico de Capernaúm. Como el leproso, este paralítico había perdido toda esperanza de restablecimiento. Su dolencia era resultado de una vida pecaminosa, y el remordimiento amargaba su padecer. En vano había acudido a los fariseos y a los médicos en busca de alivio; le hablan declarado incurable, y condenándole por pecador, habían afirmado que moriría bajo la ira de Dios. El paralítico había caído en la desesperación. Pero después oyó hablar de las obras de Jesús. Otros, tan pecadores y desamparados como él, habían sido curados, y él se sintió alentado a creer que también podría ser curado si conseguía que le llevaran al Salvador. Decayó su esper

LA EDUCACIÓN - Lección 4º T 2020

LA EDUCACIÓN El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia” (Prov. 9:10). Considera el versículo anterior. Este, en realidad, entraña dos conceptos íntimamente relacionados: el “temor”, que es sinónimo de reverencia, sobrecogimiento ante la gloria y el poder de Dios; y el “conocimiento”, que es saber la verdad sobre el carácter de Dios. Por lo tanto, la sabiduría, el conocimiento y la inteligencia están cimentados en Dios mismo. Esto tiene mucho sentido. Ciertamente, Dios es la Fuente de toda existencia, el que creó y sustenta toda la existencia (Juan 1:1-3; Col. 1:16, 17). Todo lo que aprendemos, todo lo que sabemos (sobre cuarks, orugas, supernovas, ángeles, demonios, “principados y potestades en los lugares celestiales” [Efe. 3:10]), existe solo gracias a Dios. Por ende, todo verdadero conocimiento, sabiduría e inteligencia (o “discernimiento”, NVI] proceden del Señor mismo. La Escritura es clara: “Dios es amor” (1 Juan 4:8),

Capítulo 13—La fuente de regocijo y felicidad - El camino a Cristo

  Capítulo 13—La fuente de regocijo y felicidad Los hijos de Dios están llamados a ser representantes de Cristo y a manifestar siempre la bondad y la misericordia del Señor. Así como el Señor Jesús nos reveló el verdadero carácter del Padre, hemos de revelar a Cristo ante un mundo que no conoce su ternura y compasivo amor. “De la manera que tú me enviaste a mí al mundo— decía Jesús,—así también yo los he enviado a ellos al mundo.” “Yo en ellos, y tú en mí, ... para que conozca el mundo que tú me enviaste.”1 El apóstol Pablo dice a los discípulos del Señor: “Sois manifiestamente una epístola de Cristo,” “conocida y leída de todos los hombres.”2 En cada uno de sus hijos el Señor Jesús envía una carta al mundo. Si sois discípulos de Cristo, El envía en vosotros una carta a la familia, a la aldea, a la calle donde vivís. Jesús, que mora en vosotros, quiere hablar a los corazones que no le conocen. Tal vez no leen la Biblia ni oyen la voz que les habla en sus páginas; no ven el amor de Dios