Capítulo 13—La fuente de regocijo y felicidad Los hijos de Dios están llamados a ser representantes de Cristo y a manifestar siempre la bondad y la misericordia del Señor. Así como el Señor Jesús nos reveló el verdadero carácter del Padre, hemos de revelar a Cristo ante un mundo que no conoce su ternura y compasivo amor. “De la manera que tú me enviaste a mí al mundo— decía Jesús,—así también yo los he enviado a ellos al mundo.” “Yo en ellos, y tú en mí, ... para que conozca el mundo que tú me enviaste.”1 El apóstol Pablo dice a los discípulos del Señor: “Sois manifiestamente una epístola de Cristo,” “conocida y leída de todos los hombres.”2 En cada uno de sus hijos el Señor Jesús envía una carta al mundo. Si sois discípulos de Cristo, El envía en vosotros una carta a la familia, a la aldea, a la calle donde vivís. Jesús, que mora en vosotros, quiere hablar a los corazones que no le conocen. Tal vez no leen la Biblia ni oyen la voz que les habla en sus páginas; no ven el amor de Dios