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CAPÍTULO 9 | EL TIEMPO DE ANGUSTIA | Preparación para la crisis final

 

CAPÍTULO 9. EL TIEMPO DE ANGUSTIA

Síntesis — Fin del tiempo de gracia — Los cuatro ángeles sueltan los vientos — Descripción del tiempo de angustia — .Se iniciará pronto — El tiempo de la angustia de Jacob — Angustia física y mental — Por qué será permitida la prueba — Los hijos de Dios pasan por el tiempo de angustia — Muchos irán al descanso antes — Ninguna provisión material será válida — Refugio divino.

SÍNTESIS

EL TIEMPO de angustia es un período de duración desconocida, pero seguramente breve. Se extiende entre el momento en que se pronuncia en el cielo el decreto de Apoc. 22:11 —es el momento en que termina la gracia (la oportunidad de salvarse)— y el día de la segunda venida de Cristo.

Dan. 12:1 se refiere a su comienzo diciendo: “En aquel tiempo se levantará Miguel”, que es Cristo. Jesús da por terminada su obra intercesora, se despoja de sus vestiduras sacerdotales, sale del santuario, y se pone su manto real.

Para ese momento, todas las profecías se habrán cumplido, el Evangelio habrá terminado de predicarse, se habrá producido el zarandeo y el sellamiento, y la lluvia tardía habrá descendido.

Durante el tiempo de angustia descienden las siete plagas, que castigan terriblemente a los impenitentes, pero que no caen sobre los hijos de Dios. Los cuatro ángeles han sollado ya los vientos de las pasiones humanas, y grandes calamidades angustian a los hombres. Las plagas descienden sin mezcla de la misericordia de Dios y sin la restricción de su Espíritu, que habrá sido retirado de la tierra.

La persecución, que habrá comenzado durante el tiempo de gracia con la imposición de la legislación dominical, llegará a su grado culminante durante el tiempo de angustia con la emisión del decreto de muerte. Pero éste no llegará a materializarse, porque al vencimiento de su plazo Dios liberará a su pueblo en medio de un tremendo despliegue de los elementos de la naturaleza y manifestaciones pavorosas de su ira.

Bajo la sexta y la séptima plagas ocurrirá el Armagedón, que acarreará tumultos y derramamiento de sangre.

Aunque los fieles no sufrirán las plagas y serán maravillosamente alimentados, guardados y protegidos, pasarán sin embarga por una terrible prueba:

1) Una angustia material, por la persecución que los obligará a huir de todos los centros poblados; 2) Una angustia mental, por la honda preocupación que tienen en cuanto al perdón de sus pecados. Pero, debido a que durante la gracia han hecho una confesión y limpieza completa, por fin recibirán paz y descanso en medio de la confusión y la lucha.

Dentro del gran tiempo de angustia hay un tiempo menor incluso que se denomina “tiempo de la angustia de Jacob” (Jer. 30:7). Se extiende desde la promulgación del decreto de muerte —y esto una vez que las plagas hayan empezado a descender— hasta la liberación.

Sólo los que hayan recibido el refrigerio y hayan sido sellados estarán en condiciones de pasar seguros a través de esa hora tormentosa, manteniéndose en pie para recibir con júbilo indescriptible al Señor Jesús en su segunda venida.

El tiempo de angustia, durante el cual no habrá mediador ni perdón del pecado, y que está ya a punto de empezar, requiere una seria preparación de la vida y el corazón.

FIN DEL TIEMPO DE GRACIA

“He aquí yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza” (Apoc. 16:15).

Este pasaje se aplica particularmente a la forma sorpresiva en que finalizará el juicio investigador y concluirá el tiempo de gracia. A ese momento especial se refiere también la profecía de Daniel, al decir:

“En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro” (Dan. 12:1).

Cuando ese instante llegue, la suerte de cada persona quedara definitivamente fijada, sin posibilidad de cambio alguno, pues se proclama el siguiente decreto:

“El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apoc. 22:11, 12).

Jesús, nuestro Sumo Pontífice que hoy todavía intercede por nosotros en el santuario celestial, finalizará su obra mediadora y sacerdotal.

“Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto” (Apoc. 8:5).

“Vi entonces que Jesús, quien había estado oficiando ante el arca de los Diez Mandamientos, dejó caer el incensario, y alzando las manos exclamó en alta voz: ‘Consumado es’” (PE 279).

“Cuando haya terminado este examen [el juicio investigador], cuando se haya fallado respecto de los que en todos los siglos han profesado ser discípulos de Cristo, entonces y no antes habrá terminado el tiempo de gracia, y será cerrada la puerta de misericordia. Así que las palabras: ‘Las que estaban preparadas entraron con él a las bodas, y fue cerrada la puerta’, nos conducen a través del ministerio final del Salvador, hasta el momento en que quedará terminada la gran obra de la salvación del hombre” (CS 481).

“Inadvertida como ladrón a medianoche, llegará la hora decisiva que fija el destino de cada uno. cuando será retirado definitivamente el ofrecimiento de la gracia que se dirigiera a los culpables” (CS 545).

“Un ángel que regresa de la tierra anuncia que su obra está terminada: el mundo ha sido sometido a la prueba final, y todos los que han resultado fieles a los preceptos divinos han recibido ‘el sello del Dios vivo’. Entonces Jesús dejará de interceder en el santuario celestial. Levantará sus manos y con gran voz dirá ‘Hecho es’, y todas las huestes de los ángeles depositarán sus coronas mientras él anuncia en tono solemne: ‘¡El que es injusto, sea injusto aún; y el que es sucio, sea sucio aún; y el que es justo, sea justo aún; y el que es santo, sea aún santo!’ (Apoc. 22:11, VM). Cada caso ha sido fallado para vida o para muerte” (CS 671).

“Hemos de presentar al mundo el mensaje del tercer ángel, amonestando a los hombres en contra del culto de la bestia y su imagen, e induciéndolos a ocupar su lugar en las filas de los que ‘guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús’ (Apoc. 14:12). Dios no nos ha revelado el tiempo en que ha de finalizar este mensaje, o cuándo ha de terminar el tiempo de gracia. Hemos de aceptar las cosas que nos son reveladas para nosotros y para nuestros hijos; pero no tratemos de saber lo que Dios ha guardado en secreto en los concilios del Altísimo. Es nuestro deber velar, trabajar y esperar, actuando en todo momento en favor de las almas de los hombres que están a punto de perecer” (Artículo “Las consecuencias del pecado de Adán son una amonestación para los hombres” en RH, tomo 71, No. 40, octubre 9 de 1894, págs. 625, 626).

“Venga cuando venga, el día de Dios caerá repentinamente sobre los impíos desprevenidos. El día menos pensado, en medio del curso rutinario de la vida, absortos los hombres en los placeres de la vida, en los negocios, en la caza del dinero, cuando los guías religiosos ensalcen el progreso y la admiración del mundo, y los moradores de la tierra se dejen arrullar por una falsa seguridad, —entonces, como ladrón que a media noche penetra en una morada sin custodia, así caerá la inesperada destrucción sobre los desprevenidos ‘y no escaparán’ (1 Tes. 5:3)” (CS 42).

“Cuando la presencia de Dios se retiró de la nación judía, tanto los sacerdotes como el pueblo lo ignoraron. Aunque bajo el dominio de Satanás y arrastrados por las pasiones más horribles y malignas, creían ser todavía el pueblo escogido de Dios. Los servicios del templo seguían su curso: se ofrecían sacrificios en los altares profanados, y cada día se invocaba la bendición divina sobre un pueblo culpable de la sangre del Hijo amado de Dios y que trataba de matar a sus ministros y apóstoles. Así también, cuando la decisión irrevocable del santuario haya sido pronunciada y el destino del mundo haya sido determinado para siempre, los habitantes de la tierra no lo sabrán. Las formas de la religión seguirán en vigor entre las muchedumbres de en medio de las cuales el Espíritu de Dios se habrá retirado finalmente; y el celo satánico con el cual el príncipe del mal ha de inspirarlas para que cumplan sus crueles designios, se asemejará al celo por Dios” (CS 672, 673).

“Nos hallamos en el mismo umbral de la crisis de los siglos... II ángel de la misericordia no puede permanecer mucho más tiempo para proteger a los impenitentes” (PR 208).

“La hora de crisis va avecinándose gradualmente. El sol brilla en el cielo, recorriendo su camino habitual, y los cielos todavía declaran la gloria de Dios. Los hombres siguen comiendo y bebiendo, plantando y edificando, casándose y dándose en casamiento. Los comerciantes continúan comprando y vendiendo. Los hombres se atropellan mutuamente por alcanzar el puesto más alto. Los amantes de los placeres siguen aglomerándose en los teatros, en las carreras de caballos, y en los antros de juego. Prevalece la más alta excitación, y sin embargo el tiempo de gracia está terminando rápidamente, y cada caso está por ser decidido para la eternidad. Satanás ve que su tiempo es corto. El ha puesto en acción a todos sus agentes a fin de que los hombres sean engañados, estén alucinados, ocupados y fascinados hasta que el día de gracia termine, y la puerta de la misericordia se cierre para siempre” (Southern Watchman, octubre 3 de 1905, republicado en SC 65, 66).

“La transgresión casi ha llegado a su limite máximo. La confusión llena el mundo, y pronto ha de venir sobre los seres humanos un gran terror. El fin está muy cerca” (8 T 28, republicado en SC 65, 66).

LOS CUATRO ÁNGELES SUELTAN LOS VIENTOS

“Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos (Apoc. 7:1-3) mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas” (PE 36).

“Juan ve los elementos de la naturaleza —terremotos, tempestades y lucha política— representados como siendo retenidos por cuatro ángeles. Estos vientos están bajo control hasta que Dios ordena soltarlos. Ahí está la seguridad de la iglesia de Dios. Los ángeles de Dios son los que retienen los vientos de la tierra, para que no soplen sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol, hasta que los siervos de Dios sean sellados en su» frentes” (TM 452).

“Es la voz de su ángel más encumbrado la que tiene autoridad para ordenar a los cuatro ángeles que mantengan en jaque los cuatro vientos hasta que esta obra [el sellamiento] sea realizada, y hasta que él ordene que los dejen libres” (TM 452).

“El refrenara las fuerzas de las tinieblas, hasta que se dé al mundo la amonestación y todos los que quieran escucharla estén preparados para el conflicto” (JT 2:153).

“Mientras Jesús siga intercediendo por el hombre en el santuario celestial, los gobernantes y el pueblo seguirán sintiendo la influencia refrenadora del Espíritu Santo, la cual seguirá también dominando hasta cierto punto las leyes del país. Si no fuera por estas leyes, el estado del mundo sería mucho peor de lo que es. Mientras que muchos de nuestros legisladores son agentes activos de Satanás, Dios tiene también los suyos entre los caudillos de la nación” (CS 668).

“Aunque ya se letanía nación contra nación, y reino contra reino, no hay todavía conflagración general. Todavía los cuatro vientos son retenidos hasta que los siervos de Dios sean sellados en su» frentes. Entonces las potencias de la tierra ordenarán sus fuerzas para la última gran batalla” (JT 2:569).

“Al salir Jesús del lugar santísimo, oí el tintineo de las campanillas de su túnica. Una tenebrosa nube cubrió entonces a los habitantes de la tierra. Ya no había mediador entre el hombre culpable y un Dios ofendido. Mientras Jesús estuvo interpuesto entre Dios y el pecador, tuvo la gente un freno; pero cuando dejó de estar entre el hombre y el Padre, desapareció el freno y Satanás tuvo completo dominio sobre los finalmente impenitentes” (PE 280).

“El apóstol San Juan, estando en visión, oyó una gran voz que exclamaba en el cielo: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo grande ira. sabiendo que tiene poco tiempo (Apoc. 12:12). Espantosas son las escenas que provocaron esta exclamación de la voz celestial. La ira de Satanás crece a medida que se va acercando el fin, y su obra de engaño y destrucción culminará durante el tiempo de angustia” (CS 681).

DESCRIPCIÓN DEL TIEMPO DE ANGUSTIA

En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro” (Dan. 12:1).

“Cuando él [Jesús] abandone el santuario, las tinieblas* envolverán a los habitantes de la tierra. Durante ese’ tiempo terrible, los justos deben vivir sin intercesor, a la vista del santo Dios.’ Nada refrena ya a los malos y Satanás domina por completo a los impenitentes empedernidos. La paciencia de Dios ha concluido. El mundo ha rechazado su misericordia, despreciado su amor y pisoteado su ley. Los impíos han dejado concluir su tiempo de gracia: el Espíritu de Dios, al que se opusieron obstinadamente. acabo por apañarse de ellos. Desamparados va de la gracia divina, están a merced de Satanás, el cual sumirá entonces a los habitantes de la tierra en una gran tribulación fin. Como los ángeles de Dios dejen ya de contener los vientos violentos de las pasiones humanas, todos los elementos de contención se desencadenarán. El mundo entero será envuelto en una ruina más espantosa que la que cayó antiguamente sobre Jerusalén” (CS 671, 672).

“El pueblo de Dios se verá entonces sumido en las escenas de aflicción y angustia descritas por el profeta y llamadas el tiempo de la apretura de Jacob: ‘Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor: espanto, y no paz... Hanse tornado pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquél día! tanto, que no hay otro semejante a él: tiempo de angustia para Jacob; mas de ella será librado’ (Jer. 30:5-7)” (CS 673, 674).

“Está muy cerca el momento en que habrá en el mundo una tristeza que ningún bálsamo humano podrá disipar” (SC 67).

“Cuando Cristo deje de interceder en el santuario, se derramará sin mezcla la ira de Dios de la que son amenazados los que adoran a la bestia y a su imagen y reciben su marca (Apoc. 14:9, 10)” (CS 685, 686).

SE INICIARÁ PRONTO

“El ‘tiempo de angustia, cual nunca fue después que hubo gente’ se iniciará pronto; y para entonces necesitaremos tener una experiencia que hoy por hoy no poséanos y que muchos no pueden lograr debido a su indolencia” (CS 680).

“Un espíritu belicoso agita al mundo. La profecía contenida en el undécimo capítulo del libro de Daniel, está casi completamente cumplida, pronto se realizarán las escenas de angustia descritas por el profeta” (JT 3:283).

“Como el acercamiento de los ejércitos romanos fue para los discípulos una señal de la inminente destrucción de Jerusalén, esta apostasía [la legislación dominical, la triple alianza y el repudio de los principios de la constitución norteamericana] podrá ser para nosotros una señal de que se llegó al límite de la tolerancia de Dios, de que nuestra nación [los EE. UU.] colmó la medida de su iniquidad, y de que el ángel de la misericordia está por emprender el vuelo para nunca volver” (JT 2:131).

EL TIEMPO DE LA ANGUSTIA DE JACOB

“Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas. Estas enfurecieron a los malvados contra los justos, pues los primeros pensaron que habíamos atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si podían raernos de la tierra las plagas se detendrían. Se promulgó un decreto para matar a los santos, lo cual los hizo clamar día y noche por su libramiento. Este fue el tiempo de la angustia de Jacob. Entonces todos los santos clamaron en angustia de ánimo y fueron libertados por la voz de Dios” (PE 36, 37).

De este párrafo inspirado se deducen dos conclusiones:

1) El tiempo de la angustia de Jacob abarca el periodo que va desde la promulgación del decreto de muerte hasta la liberación de los hijos de Dios, tiempo durante el cual ellos clamaban con angustia por la intervención divina.

2) Establece el comienzo de este período de la angustia de Jacob después del comienzo de la caída de las plagas. Las expresiones que aparecen en cursiva indican que el decreto se promulgó por lo menos después que algunas plagas habían sido derramadas, pues usa la expresión “plagas” en plural. Es el sufrimiento que imponen las plagas lo que acarreará el decreto de muerte.

ANGUSTIA FÍSICA Y MENTAL

“La experiencia de Jacob durante aquella noche de lucha y angustia representa la prueba que habrá de soportar el pueblo de Dios inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo” (PP 199).

1) Jacob experimentó angustia por la situación material que lo confrontaba: su hermano venía a su encuentro con 400 hombres armados, aparentemente con intenciones de venganza. También los santos sentirán angustia por la persecución material y el decreto de muerte.

2) Además, Jacob sintió una intensa angustia moral en su lucha con Dios en oración, porque no estaba seguro del perdón de sus pecados. Los santos pasarán por una experiencia similar de angustia. Pero, así como la noche de Jacob terminó con la bendición y la paz de Dios conferidas al patriarca, el Señor colmará a sus hijos de paz, seguridad y esperanza en la noche de su prueba mayor.

Angustia física: la persecución

“Una vez que el silbado llegue a ser el punto especial ele controversia en toda la cristiandad y las autoridades religiosas y civiles se unan para imponer la observancia del domingo, la negativa persistente, por parte de una pequeña minoría, de ceder a la exigencia popular, la convertirá en objeto de execración universal. Se demandará con insistencia que no se tolere a los pocos que se oponen a una institución de la iglesia y a una ley del estado; pues vale más que esos pocos sufran y no que naciones enteras sean precipitadas a la confusión y anarquía... Este argumentó parecerá concluyente y finalmente se expedirá contra todos los que santifiquen el sábado un decreto que los declare merecedores de las penas más severas y autorice al pueblo para que, pasado cieno tiempo, los mate. El romanismo en el Viejo Mundo y el protestantismo apóstata en la América del Norte actuarán de la misma manera contra los que honren todos los preceptos divinos” (CS 673).

“Conforme vaya acercándose el tiempo señalado en el decreto, el pueblo conspirará para extirpar la secta aborrecida. Se convendrá en dar una noche el golpe decisivo, que reducirá completamente al silencio la voz disidente y reprensora.

“El pueblo de Dios —algunos en las celdas de las cárceles, otros escondidos en ignorados escondrijos de bosques y montañas— invocan aún la protección divina, mientras que por todas partes compañías de hombres armados, instigados por legiones de ángeles malos, se disponen a emprender la obra de muerte. Entonces, en la hora de supremo apuro, es cuando el Dios de Israel intervendrá para librar a sus escogidos” (CS 693).

“El mundo protestante de hoy ve en el pequeño grupo que guarda el sábado un Mardoqueo a la puerta. Su carácter y su conducta, que expresan reverencia por la ley de Dios, son una reprensión constante para los que han desechado el temor de Jehová y están pisoteando su sábado; de alguna manera hay que deshacerse del molesto intruso” (JT 2:150).

Mardoqueo —según se relata en el libro de Ester— era un hombre de buenas intenciones que denunció ante el rey una intriga para quitarle la vida. Aman, gran enemigo de Mardoqueo y del pueblo judío, mandó hacer una horca para matar a Mardoqueo, pero cuando pensó que sus planes iban a realizarse, ocurrió todo lo contrario. La horca que había preparado para Mardoqueo sirvió para él mismo. El decreto para matar a los judíos fue anulado e impuesto contra los enemigos de ellos. Así también ocurrirá en los últimos días de la historia. Los enemigos de la verdad procurarán destruir a los que guardan los mandamientos de Dios, pero el Señor intervendrá y librará a su pueblo, y los enemigos serán destruidos con sus propias armas.

“Cuando el decreto promulgado por los diversos príncipes y dignatarios de la cristiandad contra los que observan los mandamientos, suspenda la protección y las garantías del gobierno y los abandone a los que tratan de aniquilarlos, el pueblo de Dios huirá de las ciudades y de los pueblos y se unirá en grupos para vivir en los lugares más desiertos y solitarios. Muchos encontrarán refugio en puntos de difícil acceso en las montañas. Como los cristianos de los valles del Piamonte, convertirán los lugares elevados de la tierra en santuarios suyos y darán gracias a Dios por las ‘fortalezas de rocas” (Isa. 33:16). Pero muchos seres humanos de todas las naciones y de demás clases, grandes y pequeños, ricos y pobres, negros y blancos, serán arrojados en la más injusta y cruel servidumbre. Los amados de Dios pasarán días penosos, encadenados, encerrados en cárceles, sentenciados a muerte, algunos abandonados adrede para morir de hambre y sed en sombríos y repugnantes calabozos. Ningún oído humano escuchará sus lamentos; ninguna mano humana se aprontará a socorrerlos” (CS 683, 684).

Bajo el subtítulo “Refugio divino” veremos, algunas páginas más adelante en este capítulo, la hermosa contraparte de esta situación, en la protección y el cuidado de Dios por sus hijos, así como en la maravillosa compañía de Cristo y de los ángeles.

“Pronto vi que los santos sufrían gran angustia mental. Parecían rodeados por los malvados moradores de la tierra. Todas las apariencias estaban en su contra, y algunos empezaron a temer que Dios los hubiese abandonado al fin para dejarlos perecer a manos de los malos. Pero si sus ojos hubiesen podido abrirse, se hubieran visto circundados por los ángeles de Dios” (PE 283).

“Quedaría la gente en libertad para matarlos... Satanás quería tener el privilegio de exterminar a los santos del Altísimo; pero Jesús ordenó a sus ángeles que velaran por ellos... Pronto vi que los santos sufrían gran angustia mental. Parecían rodeados por los malvados moradores de tierra... Pero los santos no los escuchaban, como Jacob, estaban luchando con Dios” (PE 282, 283).

“Los hijos de Dios se verán enlomes sumidos en aquellas escenas de aflicción y angustia que los profetas describieron como el tiempo de angustia de Jacob. Ascienden al cielo los clamores de los fíeles y perseguidos. Y como la sangre de Abel clamó desde el suelo, hay voces que claman a Dios desde la nimba de los mártires, desde los sepulcros del mar, desde las cuevas de las montañas, desde las bóvedas de los conventos: ‘¿Hasta cuándo Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre de los que moran en la tierra?’ (Apoc. 6:10)” (JT 2:151).

“Vi que se tomaban medidas contra la hueste que tenía la luz y el poder de Dios. Pero esta hueste, aunque rodeada por densas tinieblas, se mantenía firme, aprobada de Dios y confiada en él. Luego vi a sus filas perplejas; las oí clamar a Dios con fervor. Ni de día ni de noche dejaban de orar: ‘¡Hágase, Señor, tu voluntad! Si ha de servir para gloria de tu nombre, da a tu pueblo el medio de escapar. Líbranos de los paganos que nos rodean. Nos han sentenciado a muerte; pero tu brazo puede salvarnos’. Tales son las palabras que puedo recordar. Todos parecían hondamente convencidos de su insuficiencia y manifestaban completa sumisión a la voluntad de Dios. Sin embargo, todos sin excepción, como Jacob, oraban y luchaban fervorosamente por su liberación” (PE 272).

“Fue una hora de tremenda y espantosa angustia para los santos. Día y noche clamaban a Dios para pedirle que los librase. A juzgar por las apariencias no había posibilidad de escapar. Los malvados, saboreando de antemano su triunfo, exclamaban: ‘¿Por qué no os libra vuestro Dios de nuestras manos? ¿Por qué no os escapáis por los aires para salvar la vida?’ Pero los santos no los escuchaban” (PE 283).

Angustia mental

“Aun cuando los hijos de Dios se ven rodeados de enemigos que tratan de destruirlos, la angustia que sufren no procede del temor de ser perseguidos a causa de la verdad; lo que temen es no haberse arrepentido de cada pecado y que... no puedan ver realizada en ellos la promesa del Salvador... Su fe no decae si sus oraciones no reciben inmediata contestación. Aunque sufren la ansiedad, el terror y la angustia más desesperantes, no dejan de orar. Echan mano del poder de Dios como Jacob se aferró al ángel: y de sus almas se exhala el grito: ‘No te soltaré hasta que me hayas bendecido’” (CS 677).

“Mientras Satanás acusa al pueblo de Dios haciendo hincapié en sus pecados, el Señor le permite probarlos hasta el extremo. La confianza de ellos en Dios, su fe y su firmeza serán rigurosamente probadas. El recuerdo de su pasado hará decaer sus esperanzas; pues es poco el bien que pueden ver en toda su vida. Reconocen plenamente su debilidad e indignidad. Satanás trata de aterrorizarlos con la idea de que su caso es desesperado, de que las manchas de su impureza no serán jamás lavadas. Espera así aniquilar su fe, hacerles ceder a sus tentaciones y alejarlos de Dios” (CS 676, 677).

“Si Jacob no se hubiese arrepentido previamente del pecado que cometió adueñarse fraudulentamente del derecho de primogenitura. Dios no habría escuchado su oración ni le hubiese salvado la vida misericordiosamente. Así, en el tiempo de angustia, si el pueblo de Dios conservase pecados aún inconfesos cuando lo atormenten el temor y la angustia, sería aniquilado; la desesperación acabaría con su fe y no podría tener confianza para rogar a Dios que le librase. Pero por muy profundo que sea el sentimiento que tiene de su indignidad, no tiene culpas escondidas que revelar. Sus pecados han sido examinados y borrados en el juicio: y no puede recordarlos.

“Satanás induce a muchos a creer que Dios no se fija en la infidelidad de ellos respecto a los asuntos menudos de la vida; pero en su actitud con Jacob, el Señor demuestra que en manera alguna sancionará ni tolerará mal. Todos los que tratan de excusar u ocultar sus pecados dejándolos sin confesar y sin haber sido perdonados en los registros del cielo, serán vencidos por Satanás” (CS 677, 678).

POR QUÉ SERÁ PERMITIDA LA PRUEBA

“Los que sólo ejercitan poca fe, están en mayor peligro de caer bajo dominio de los engaños satánicos y del decreto que violentará las conciencias. Y aun en el caso de soportar la prueba, en el tiempo de angustia se verán sumidos en mayor aflicción porque no se habrán acostumbrado a confiar Dios. Las lecciones de fe que hayan descuidado, tendrán que aprenderlas bajo el terrible peso del desaliento” (CS 679).

“Los asaltos de Satanás son feroces y resuellos, sus engaños terribles, pero el ojo de Dios descansa sobre su pueblo y su oído escucha su súplica. Su aflicción es grande, las llamas del horno parecen estar a punto de consumirlos; pero el Refinador los sacará como oro purificado por el fuego. El amor de Dios para con sus hijos durante el período de su prueba más dura es tan grande y tan tierno como en los días de su mayor prosperidad; pero necesitan pasar por el horno de fuego; debe consumirse su mundanalidad para que la imagen de Cristo se refleje perfectamente” (CS 679).

“El pueblo de Dios tiene que beber de la copa y ser bautizado con el bautismo. La misma dilación que es tan penosa para ellos, es la mejor respuesta a sus oraciones. Mientras procuran esperar con confianza que el Señor obre, son inducidos a ejercitar su fe, esperanza y paciencia como no lo hicieron durante su experiencia religiosa anterior” (CS 689).

LOS HIJOS DE DIOS PASAN POR EL TIEMPO DE ANGUSTIA

“Ninguno sino los ciento cuarenta y cuatro mil pueden aprender aquel cántico, pues es el cántico de su experiencia —una experiencia que ninguna otra compañía ha conocido jamás... Habiendo sido trasladados de la tierra, de entre los vivos, son contados por ‘primicias para Dios y para el Cordero’ (Apoc. 15:2, 3; 14:1-5)... Han pasado por el tiempo de angustia cual nunca ha sido desde que ha habido nación; han sentido la angustia del tiempo de la aflicción de Jacob” (CS 707).

MUCHOS IRÁN AL DESCANSO ANTES

“Muchos pasarán al descanso antes que vengan las terribles pruebas del tiempo de angustia sobre el mundo. Esta es otra razón por la cual debemos decir al terminar nuestra fervorosa plegaria: ‘Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’ (Luc. 22:42)” (CH 375).

NINGUNA PROVISIÓN MATERIAL SERÁ VÁLIDA

“El Señor me ha mostrado repetidas veces que sería contrario a la Biblia el hacer cualquier provisión para nuestras necesidades temporales durante el tiempo de angustia. Vi que, si los santos guardaran alimentos almacenados o en el campo en el tiempo de angustia, cuando hubiese en la tierra guerra, hambre y pestilencia, manos violentas se los arrebatarían y extraños segarían sus campos” (PE 56).

“Me fue mostrado que la voluntad de Dios es que, antes que venga el tiempo de angustia, los santos se libren de cuanto los estorbe y hagan pacto con Dios por medio de sacrificio. Si ponen sus propiedades sobre el altar y preguntan fervorosamente a Dios cuál es su deber, les enseñará cuándo habrán de deshacerse de aquellas cosas. Entonces estarán libres en el tiempo de angustia y no habrá trabas que los detengan” (PE 56).

“También vi que Dios no ha pedido a todos sus hijos que se deshagan de sus propiedades al mismo tiempo; pero si ellos desean que se les enseñe, él les hará saber, en tiempo de necesidad, cuándo y cuánto deben vender” (PE 57).

REFUGIO DIVINO

“Él te librara del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará. Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Parque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada” (Sal. 91:3-10).

“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar: aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza”. “Bramaron las naciones, titubearon los reinos: dio él su voz, se derritió la tierra. Jehová de los ejércitos está con nosotros: nuestro refugio es el Dios de Jacob” (Sal. 10:1-3, 6-9).

“Pero al obediente se le hace la promesa: ‘Habitará en las alturas: fortalezas de rocas serán su lugar de acogimiento; se le dará su pan, y sus aguas serán ciertas’ (Isa. 33:16). Los hijos de Dios vivirán por esta promesa. Serán alimentados cuando la tierra este asolada por el hambre. No serán ‘“ergotizados en el mal tiempo: y en los días de hambre serán hartos’ (Sal. 37:19). El profeta Habacuc previo este tiempo de angustia, y sus palabras expresan la fe de la iglesia: ‘Aunque la higuera no florecerá, ni en las vides habrá frutos: mentirá la obra de la oliva, y los labradores no darán mantenimiento, y las ovejas serán quitadas de la majada, y no habrá vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salud’ (Hab. 3:17, 18)” (DTG 97).

“El pueblo de Dios no quedará libre de padecimientos; pero aunque perseguido y acongojado y aunque sufra privaciones y falta de alimento, no será abandonado para perecer. El Dios que cuidó de Elías no abandonará a ninguno de sus abnegados hijos. El que cuenta los cabellos de sus cabezas, cuidará de ellos y los atenderá en tiempos de hambruna” (CS 687).

“Vi a los santos abandonar las ciudades y los pueblos y juntarse en grupos para vivir en los lugares más apartados. Los ángeles los proveían de comida y agua, mientras que los impíos sufrían hambre y sed. Vi después que los magnates de la tierra consultaban entre sí, y Satanás y sus ángeles estaban atareados en torno de ellos. Vi un edicto del que se repartieron ejemplares por distintas partes de la tierra, el cual ordenaba que, si dentro de determinado plazo no renunciaban los santos a su fe peculiar y prescindían del sábado para observar el primer día de la semana, quedaría la gente en libertad para matarlos. Pero en aquella hora de prueba estaban los santos tranquilos y serenos, esperando en Dios y apoyados en su promesa de que se les abriría un camino de salvación. En algunos puntos los malvados se precipitaron contra los santos para matarlos antes de que venciese el plazo señalado en el edicto; pero ángeles en la persona de guerreros pelearon por ellos” (PE 282, 283).

“Parecían [los hijos de Dios] rodeados por los malvados moradores de la tierra. Todas las apariencias estaban en su contra... Pero si sus ojos hubiesen podido abrirse, se hubieran visto circundados por los ángeles de Dios. Después llegó la multitud de los impíos airados, y a poco una masa de ángeles malignos qué excitaban a los impíos a que matasen a los santos. Mas para acercarse al pueblo ele Dios era preciso que atravesasen por entre la cohorte de ángeles santos y poderosos, lo cual era imposible. Los ángeles de Dios los hacían retroceder y también rechazaban a los ángeles malos que rodeaban a los malvados. Fue una hora de tremenda y espantosa angustia para los santos. Día y noche clamaban a Dios para pedirle que los librase. A juzgar por las apariencias no había posibilidad de escapar. Los malvados, saboreando de antemano su triunfo, exclamaban: ‘¿Por qué no os libra vuestro Dios de nuestras manos? ¿Por qué no os escapáis por los aires para salvar la vida?’ Pero los santos no los escuchaban... Los ángeles deseaban libertarlos, pero habían de esperar un poco más... Se acercaba el tiempo en que [Dios] iba a manifestar su formidable poder y libertar gloriosamente a sus santos” (PE 283, 284).

“Vi que Dios preservará de manera maravillosa a su pueblo durante el tiempo de angustia. Así como Jesús oró con toda la agonía de su alma en el huerto, ellos clamarán con fervor y agonía día y noche para obtener libramiento. Se proclamará el decreto de que deben despreciar el sábado del cuarto mandamiento, y honrar el primer día. o perder la vida. Pero ellos no cederán, ni pisotearán el sábado del Señor para honrar una institución del papado. Los rodearán las huestes de Satanás y los hombres perversos, para alegrarse de su suerte, porque no parecerá haber para ellos medio de escapar. Pero en medio de las orgías y el triunfo de aquéllos, se oirá el estruendo ensordecedor del trueno más formidable. Los cielos se habrán ennegrecido, y estarán iluminados únicamente por la deslumbrante y terrible gloria del cielo, cuando Dios deje oír su voz desde su santa morada” (JT 1:131).

“En medio del tiempo de angustia cual nunca hubo desde que fue nación, sus escogidos permanecerán inconmovibles. Satanás, con toda la hueste de’ mal, no puede destruir al más débil de los santos de Dios. Los protegerán ángeles excelsos en fortaleza, y Jehová se revelará en su favor como ‘Dios dioses’, que puede salvar hasta lo sumo a los que ponen su confianza él” (PR 376).

“Mientras los malvados estén nutriéndose de hambre y pestilencia, los ángeles protegerán a los justos y suplirán sus necesidades. Escrito está del que ‘camina en justicia’ que ‘se le dará pan y sus aguas serán ciertas’. ‘Cuando los pobres y los menesterosos buscan agua y no la hay, y la lengua se les seca de sed, yo Jehová, los escucharé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré’ (Isa. 33:16; 41:17)” (CS 687).

“La hora más sombría de la lucha que sostiene la iglesia con las potencias del mal. es la que precede inmediatamente al día de su liberación final. Pero nadie que confíe en Dios necesita temer; porque si bien ‘el ímpetu de los violentos es como turbión contra frontispicio’. Dios será para su iglesia ‘amparo contra el turbión’ (Isa. 25:4)” (PR 535).

“En el tiempo tic la angustia que vendrá inmediatamente antes de la venida de Cristo, los justos serán resguardados por el ministerio de los santos ángeles; pero no habrá seguridad para el transgresor de la ley de Dios. Los ángeles no podrán entonces proteger a los que estén menospreciando uno de los preceptos divinos” (PP 261).

“Vi una cubierta que Dios extendía sobre su pueblo para protegerlo en tiempo de aflicción; y toda alma que se hubiese decidido por la verdad y fuese de corazón puro había de ser cobijada por la cubierta del Todopoderoso” (PE 43).

“El mundo ve a aquellos mismos de quienes se burló y a quienes deseó exterminar, pasar sanos y salvos por entre pestilencias, tempestades y terremotos. El que es un fuego consumidor para los transgresores de su ley, es un seguro pabellón para su pueblo” (CS 712).

“Como los desterrados cautivos, temerán morir de hambre o por la violencia. Pero el Dios santo que dividió las aguas del Mar Rojo delante de los israelitas manifestará su gran poder libertándolos de su cautiverio” (CS 692).

“Pruebas terribles esperan al pueblo de Dios. El espíritu de guerra agita las naciones desde un cabo de la tierra hasta el otro. Mas a través del tiempo de angustia que se avecina —un tiempo de angustia tomo no lo hubo desde que existe nación—, el pueblo de Dios permanecerá inconmovible. Satanás y su ejército no podrán destruirlo, porque ángeles poderosos lo protegerán” (JT 3:285, 286).

 

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