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Lección 12: ADORACIÓN SIN FIN | El Libro de Salmos | Sección maestros

 

Lección 12:

ADORACIÓN SIN FIN

RESEÑA

Texto clave: Salmo 104:33

La adoración puede resumirse así: la respuesta de la criatura a las dádivas del Creador. Dos verdades bíblicas son evidentes en este resumen.

En primer lugar, Dios ha dado muchas bendiciones a la humanidad. Estos dones deben despertar gratitud en el corazón humano por la grandeza del amor de Dios, de modo que podamos unirnos al salmista para proclamar “con acción de gracias” todas sus “maravillas” (Sal. 26:7). La pasión del salmista por proclamar ante los demás la grandeza de Dios nos recuerda que el culto tiene una dimensión evangelizadora. Así, como iglesia, debemos proclamar al mundo las obras del Señor para cada persona, y su divina misericordia.

En segundo lugar, los seres humanos están dotados de una predisposición innata a responder a las maravillas de Dios. En respuesta a la gracia divina, debemos inclinarnos con un corazón agradecido, sometiendo toda nuestra vida a la voluntad de nuestro Creador y Redentor.

La adoración debe emanar del corazón. Al mismo tiempo, el libro de Salmos nos enseña que la adoración no debe realizarse en forma caprichosa. Hay maneras apropiadas de dar alabanza al Señor. Mantener un sabio equilibrio entre la gratitud y la sumisión reverente hará que nuestra adoración sea agradable y unificadora.

COMENTARIO

El Salterio es un libro de adoración y para la adoración. Cada canto y cada oración son, de alguna manera, devoción a Dios. Consideremos diferentes enfoques de la adoración de este santo himnario eclesiástico.

Salmo 3: Adoración matutina y vespertina

David escribió Salmo 3 en un momento de angustia. David sabe que puede confiar en Dios, y el Señor lo escuchará (Sal. 3:4). La tierna mirada de Dios refuerza la confianza diaria de David en la fidelidad divina, como revela Salmo 3:5. Este texto evoca también a Salmo 55:17: “Al atardecer, de mañana y al mediodía oro y clamo, y él oye mi voz”. Este versículo nos enseña que la adoración puede ofrecerse en nuestro corazón en cualquier momento del día.

Además, el lugar o la ubicación no son impedimentos para nuestra adoración. Salmo 4:3 dice: “El Señor me oye cuando clamo a él”. Inmediatamente, el salmista añade: “Tiemblen, y no pequen. Cuando están en su cama, examinen su corazón y callen” (Sal. 4:4). Ya sea desde la intimidad de la alcoba, como en el caso del salmista, o desde el aislamiento rocoso de Patmos, donde estuvo exiliado el apóstol Juan, nuestras oraciones ascienden sin obstáculos geográficos ni de ubicación hasta Dios.

El Salterio está lleno de oraciones personales, lamentos y bendiciones (Sal. 9; 10; 30; 32; 34; 40; 41; 92; 107; 116; 138). El culto congregacional comienza con el compromiso de cada miembro de la iglesia con la devoción personal.

Salmo 22: La adoración en la asamblea

En Salmo 22, observamos que David adopta la primera persona (Sal. 22:22, 25) al hablar. La intimidad y la inmediatez de este punto de vista refuerzan la noción de que la alabanza congregacional comienza con el adorador individual. David proclama: “Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la congregación te alabaré” (Sal. 22:22). Luego añade: “De ti viene mi alabanza en la gran congregación. Mis votos pagaré ante los que te temen” (Sal. 22:25). ¡Qué lección para nosotros cuando buscamos llegar a la presencia de Dios en la adoración! Salmo 22 nos muestra la importancia del culto congregacional para nuestra fe y vitalidad. Debemos hacer comprender a nuestros hijos esta verdad esencial cuando los llevamos a la iglesia. Además, vamos al templo con un espíritu de sumisión, no tanto para obtener una bendición sino más bien para ofrecerla.

Si bien la consagración personal es la base de nuestro culto congregacional, debemos igualmente afirmar que los miembros de la iglesia no pueden prosperar en forma aislada. Así, el salmista se une al cuerpo del pueblo de Dios en el culto, en Salmo 22:22 al 25. El argumento de que “puedo adorar en casa; no necesito de los miembros de la iglesia” se desvanece ante este pasaje. El culto congregacional aporta unidad, alimenta el amor entre el pueblo de Dios y configura nuestra identidad en todo el mundo.

La adoración en un sentido más amplio

Como señalamos en nuestra primera lección, los libros del Salterio terminan con Salmo 145. Los últimos cinco cánticos (Sal. 146-150) constituyen una majestuosa conclusión del libro. Dado que honrar el nombre del Dios todopoderoso es el objetivo de nuestra adoración, estas cinco melodías finales están dedicadas apropiadamente a su adoración y alabanza: “¡Alaben al Señor! Canten al Señor canción nueva, su alabanza resuene en la congregación de los santos” (Sal. 149:1).

El verbo halal (en hebreo, “alabar”) se utiliza más de treinta veces en Salmos 146 a 150, y cada uso está relacionado con Dios mismo. Nuestras razones para alabar al Señor, como se da en estos salmos, son diversas. El Señor es nuestro auxilio y esperanza (Sal. 146:5); es Creador y Sustentador (Sal. 146:6; 147:4, 8, 9, 16-19); defiende y libra a los necesitados y los oprimidos (Sal. 146:7-9; 147:2, 3); sostiene a los humil[1]des y castiga a los impíos (Sal. 147:6; 149:5); satisface las necesidades de su pueblo (Sal. 147:14; 149:7-9); y reina para siempre (Sal. 146:10). Salmo 148:13 resume la razón preeminente de nuestra adoración y alabanza a Dios: “¡Alaben todos el nombre del Señor, porque solo su nombre es sublime! ¡Su gloria está por encima del cielo y de la tierra!” El Señor es el único Dios que existe, y es digno de alabanza por su “inmensa grandeza” (Sal. 150:2).

Nuestro culto, tanto público como privado, debe realizarse con inteligencia y re[1]flexión. Debemos dedicar tiempo cada día, y especialmente cada sábado, a recordar las bendiciones que el Señor ha derramado sobre nosotros. Registrar cada bendición en un diario será de inestimable beneficio, tanto para nuestra fe como para nuestra adoración.

Como ya hemos observado, la adoración es una experiencia colectiva en la que participa todo el cuerpo de Cristo (Sal. 147:12, 19, 20; 148:14; 149:1; 150:1). Aunque una persona puede adorar a Dios a solas en la intimidad de su hogar y según su interpretación personal de las Escrituras, la intención del Señor fue que su adoración tuviera lugar en el Santuario (Sal. 150:1) o en otro lugar de culto consagrado, en convocación comunitaria entre la “congregación de los santos” (Sal. 149:1). Nuestro culto es incompleto si nos aislamos regularmente unos de otros y ofrecemos tributo a Dios a solas.

Los últimos cantos del Salterio no solamente invitan al pueblo de Dios a alabar su nombre; además, llaman al mundo entero a adorar al Creador y rendirle tributo: “¡Todo lo que respira alabe al Señor!” (Sal. 150:6; comparar con Sal. 148:11, 12). Como hemos aprendido esta semana, el culto tiene una dimensión evangelizadora. Si hacemos cuanto está a nuestro alcance para que nuestro culto sea alegre, creativo, inclusivo y variado, podemos estar seguros de que alcanzaremos a la gente para el Reino del Señor.

A raíz de esta valoración, naturalmente surge la siguiente pregunta, que exige una respuesta: ¿Debe ser nuestro culto a Dios extenso y abarcador? En Salmo 148, el salmista exhorta no solo a los ángeles a alabar el nombre de Dios (Sal. 148:2), sino también al Sol, la Luna y las “lucientes estrellas” (Sal. 148:3). Mediante la personificación de estos objetos inanimados y cuerpos celestes (Sal. 148:3, 4, 7-10), el salmista nos transmite la idea de que la adoración debe impregnar todas las esferas de la vida. A la luz de esta verdad bíblica, muchos de nosotros, que hemos limitado nuestra alabanza y nuestra adoración a Dios únicamente al sábado, haríamos bien en replantearnos nuestros concepto y práctica de la adoración a Dios.

Un último tema por considerar en Salmos 146 a 150 es el uso de instrumentos en vivo en nuestra devoción. En estos salmos finales se mencionan siete instrumentos: (1) arpa (Sal. 147:7; 149:3; 150:3); (2) pandero (Sal. 149:3, NBLA; 150:4); (3) trompeta y (4) salterio (Sal. 150:3); (5) instrumentos de cuerda; (6) flautas (Sal. 150:4); y (7) címbalos “de júbilo” (Sal. 150:5). La adoración requiere que aportemos nuestros mejores dones para Dios, y el ámbito de la música no es una excepción. Toda la tecnología que tenemos hoy a nuestra disposición es ciertamente una bendición para el servicio de nuestra iglesia. Al mismo tiempo, nada se puede comparar con el canto y la música en vivo. Esta música no solamente es más personal e inmediata; además, tiene el poder de tocar el corazón de una manera única. En este sentido, los padres harían bien en animar a sus hijos a aprender a tocar un instrumento musical y a cantar. Deberíamos hacer todo lo posible para facilitar el uso de diferentes tipos de instrumentos en nuestro culto. En última instancia, la intencionalidad de toda la música en nuestro culto de adoración debe ser exaltar a nuestro Salvador.

APLICACIÓN A LA VIDA

La adoración es una parte integral de la experiencia del creyente, no mera[1]mente accesoria. El libro de Salmos provee motivación e inspiración a nuestra vida devocional. Por lo tanto, debemos leer cuidadosamente y en oración cada salmo, con la intención de profundizar nuestra comunión con Dios. Invita a tus alumnos a inclinarse y orar con la Biblia abierta, utilizando las palabras de Salmos como oraciones. De este modo, descubrirán que los salmos impulsan su entrega personal y su devoción al Señor.

Durante esta semana, hemos considerado diferentes modos de adoración y las maneras en que pueden ser una bendición en nuestra vida y en la iglesia. Ahora, en esta nuestra sección final, pasamos a la aplicación práctica de estos principios. La aplicación de diferentes modos de adoración a veces ha traído divisiones entre nosotros en la iglesia. Esa es una señal segura de que vamos en la dirección equivocada. Hemos aprendido que el culto trae unión y armonía entre el pueblo de Dios. Cuando existe un espíritu y una intención de armonía en nuestro servicio de adoración, los adoradores salen de la experiencia sintiéndose bendecidos por ella.

Por eso es tan importante lograr y mantener este equilibrio de armonía. Debemos esforzarnos por lograrlo en cada aspecto de nuestro culto de adoración, como se indica en nuestro estudio. Con humildad de espíritu, estemos dispuestos a unirnos a nuestros hermanos de iglesia en una adoración armoniosa a nuestro Creador; él espera eso de nosotros.


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