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Lección 10: EL ESPIRITISMO DESENMASCARADO | El Gran conflicto | Libro complementario

 

Lección 10:

EL ESPIRITISMO DESENMASCARADO

Uno de los movimientos religiosos espurios del siglo XIX se originó en Hydesville, Nueva York, en 1848. Kate Fox, de 11 años, y su hermana Maggie, de 14, afirmaban oír extraños golpes bajo el suelo de su habitación. Una leyenda local decía que un vendedor ambulante había sido asesinado en el sótano de la casa y que su supuesto «espíritu» se comunicaba a través de esos misteriosos ruidos. El hermano mayor de las niñas y otros hombres excavaron parcialmente el suelo del sótano. Al parecer, descubrieron mechones de pelo y fragmentos de huesos. Con el tiempo, las hermanas Fox desarrollaron un sistema de comunicación con el espíritu al que llamaban «Sr. Splitfoot». En estas sesiones espiritistas, le hacían preguntas al «espíritu» y recibían respuestas.

A partir de este modesto comienzo en la casa de las hermanas Fox en Hydesville, se disparó la práctica del espiritismo y la comunicación con los muertos. Aunque Maggie se retractó más tarde y afirmó que todo era un engaño, el daño ya estaba hecho. El diablo cautivó miles de mentes y la creencia en la comunicación con los muertos creció rápidamente.

A lo largo de la historia de la humanidad, Satanás ha descarriado a la gente y ha cautivado sus mentes mediante engaños espiritistas. En el conflicto final de la Tierra, Satanás volverá a engañar a millones de personas mediante fenómenos espiritistas. El libro del Apocalipsis predice que el diablo intentará someter al mundo bajo su control mediante el espiritismo. La Biblia presenta claras advertencias contra las prácticas engañosas del maligno.

En el Antiguo Testamento, Israel estaba a menudo rodeado de tribus paganas que practicaban artes demoníacas. Dios aconsejó a su pueblo:

«No acudan a los médiums, ni busquen a los espiritistas, porque se harán impuros por causa de ellos. Yo soy el Señor su Dios» (Levítico 19: 31, NVI). Con el tiempo, la apostasía en Israel llegó a ser tan grave, que el salmista afirma: «Se unieron asimismo a Baal-peor y comieron los sacrificios a los dioses muertos» (Salmo 106: 28). Su alejamiento de la Palabra de Dios los llevó a caer en engaños satánicos.

El espiritismo es peligroso porque conduce a la adoración de dioses falsos. Es una falsificación de la auténtica relación con Dios y jamás podrá satisfacer las necesidades más profundas del corazón. En última instancia, aprisiona a sus seguidores en los siniestros grilletes del pecado. Jesús vino «a poner en libertad a los oprimidos» por el diablo (Lucas 4: 18). Por la gracia de Jesús y mediante su poder, él sigue liberando a los cautivos de las cadenas del mal que los atan.

La verdad sobre la comunicación con los muertos

La Biblia es muy clara sobre el estado del ser humano al morir y sobre la comunicación con los muertos. El Sabio escribe:

«Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben […]. Todo lo que te venga a mano para hacer, hazlo según tus fuerzas, porque en el seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo ni ciencia ni sabiduría».

La enseñanza bíblica sobre la comunicación con los muertos es clara. Dado que los muertos «nada saben», no pueden comunicarse con los vivos. El libro de Job lo deja claro:

«Así como las nubes se disipan y se desvanecen, los que mueren ya no volverán. Se han ido de su hogar para siempre y jamás volverán a verlos» (Job 7: 9, 10, NTV).

La creencia de que los muertos pueden comunicarse con los vivos se basa en la falsa enseñanza de que los individuos tienen un alma inmortal. Esto, por supuesto, es contrario a lo que dice la Biblia. La verdad es que solo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen inmortalidad innata (1 Timoteo 6: 15, 16). Los seres humanos mortales buscan la inmortalidad (Job 4: 17; Romanos 2: 7), pero solo los justos la recibirán cuando Cristo venga por segunda vez (1 Corintios 15: 51-54).

La visión antibíblica de la vida y la muerte tiene su origen en el paganismo. «La teoría de la inmortalidad del alma fue una de aquellas falsas doctrinas que Roma recibió del paganismo para incorporarla en el cristianismo. Martín Lutero la clasificó entre “las fábulas monstruosas que forman parte del estercolero romano” de las decretales». 57 «Comentando las palabras de Salomón, en Eclesiastés, de que los muertos no saben nada, el reformador dice: “Otra prueba de que los muertos [...] están dormidos y no sienten absolutamente nada. Pues los muertos descansan, sin contar ni los días ni los años; pero cuando se despierten les parecerá como si apenas hubiesen dormido un momento”». 58 A lo largo de los siglos, muchos cristianos creyentes en la Biblia han comprendido que la doctrina de la inmortalidad del alma es de origen pagano y no bíblica. Han esperado con impaciencia el glorioso día de la resurrección, en el que Cristo regresará para devolver la vida a los justos fallecidos.

La muerte en el Antiguo Testamento

La Palabra de Dios no habla de espíritus incorpóreos ni de almas que vuelan al cielo en un estado de conciencia distinto cuando mueren. La Biblia compara la muerte con un sueño. David declara: «Nadie que esté muerto puede acordarse de ti; ¿quién podrá alabarte en el sepulcro?» (Salmo 6: 5, DHH). Luego añade: «Los muertos no alaban al Señor, ninguno de los que bajan al silencio» (Salmo 115: 17, NVI). Y Job habla del glorioso día en que Cristo vendrá y los muertos resucitarán:

«Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios. Lo veré por mí mismo; mis ojos lo verán, no los de otro. Pero ahora mi corazón se consume dentro de mí» (Job 19: 25- 27).

Tanto los autores del Antiguo Testamento como los del Nuevo Testamento consideraban la muerte como un sueño. Job habla de la muerte como un despertar del sueño (Job 14: 12). Los libros de 1 y 2 Reyes utilizan la expresión «durmió con sus padres» para describir la muerte de los reyes de Israel y Judá, y los Salmos también relacionan el sueño y la muerte (Salmos 13: 3; 90: 5).

Cuando el ejército asirio fue derrotado y destruido, se describe la muerte de los soldados como «el sueño de la muerte» (Salmo 76: 5, 6, NTV). El profeta Daniel también expone esto claramente al referirse a la venida de Jesús: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados» (Daniel 12: 2).

La verdad de la resurrección llegaba a la mente de los escritores bíblicos cuando se trataba el tema de la muerte. Ellos no creían en espíritus incorpóreos que merodeaban para comunicarse con los vivos, a diferencia de los egipcios, los asirios y los babilonios, que creían que sus dioses y diosas y los espíritus de los seres queridos fallecidos podían comunicarse con los vivos. Contrariamente a esta concepción pagana, los israelitas creían firmemente en Dios como el Creador. Rechazaban la posibilidad de comunicarse con los muertos y, aunque a veces se apartaban de las enseñanzas bíblicas sobre la vida después de la muerte, la mayor parte de la nación jamás perdió de vista esta verdad bíblica.

La muerte en el Nuevo Testamento

Jesús a menudo descansaba en casa de María, Marta y Lázaro. Fue allí, en Betania, donde Jesús pudo descansar mental y físicamente con aquellos que creían en su misión. Entre amigos, el Salvador se libraba de las críticas y los cínicos cuestionamientos de los fariseos.

Cuando se enteró de la muerte de Lázaro, se sintió profundamente conmovido. Jesús explicó su misión a los discípulos con estas palabras:

 «“Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo”. Dijeron entonces sus discípulos: “Señor, si duerme, sanará”. Jesús decía esto de la muerte de Lázaro, pero ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: “Lázaro ha muerto”» (Juan 11: 11-14).

Jesús se abstuvo de sanar a Lázaro de su enfermedad porque iba a llevar a cabo un milagro mucho mayor. Tenía en mente la resurrección. Como demostración de su poder sobre la muerte, levantaría a Lázaro de entre los muertos.

Nuestro Señor nunca ha perdido una batalla contra la muerte. Cada vez que se ha enfrentado a la muerte, ha salido victorioso. La tumba no puede retener a sus víctimas en presencia del Dador de la vida. La mayor resurrección de todos los tiempos se producirá cuando regrese nuestro Señor, cuando millones de creyentes de todas las naciones, de todos los grupos lingüísticos y de todas las generaciones se levanten de sus tumbas para encontrarse con el Señor. El apóstol Pablo lo deja claro en 1 Corintios 15: 51-54:

«He aquí, les digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Porque sonará la trompeta, y los muertos serán resucitados sin corrupción; y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y que esto mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: ¡Sorbida es la muerte en victoria!» (RVA).

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento utilizan el simbolismo del sueño para referirse a la muerte. La palabra sueño se compara con la muerte al menos 53 veces en la Biblia. Los autores de la Biblia coinciden en que no hay existencia consciente en un alma inmortal que abandona el cuerpo inmediatamente después de la muerte. El Nuevo Testamento incluye una dimensión adicional: no hace hincapié tanto en el estado de la persona al morir como en la gloriosa resurrección al regreso de Cristo. El énfasis de los Evangelios es que la vida eterna se encuentra únicamente en Cristo. Ningún demonio del infierno puede arrebatar a los creyentes la seguridad de la vida eterna. En la cruz, Cristo venció a la muerte. El sepulcro ya no puede retener a sus víctimas. La muerte no es una larga noche sin mañana. Jesús triunfó sobre los principados y potestades del infierno en el Calvario. Cuando gritó: «Consumado es», declaró la victoria sobre el pecado, la muerte y el sepulcro (Juan 19: 30). La resurrección de Cristo es la garantía de que todos los creyentes serán resucitados el día de su regreso.

Los creyentes del Nuevo Testamento esperaban con impaciencia la venida de Cristo y la resurrección de los muertos. Esta esperanza les inspiraba fidelidad en las pruebas de la vida.

Una predicción asombrosa

Como resultado de la rebelión de Babilonia contra el Dios verdadero y su participación en la idolatría, el espiritismo y ritos satánicos, la nación fue finalmente destruida. La ciudad de Babilonia nunca volvería a reconstruirse (Jeremías 51). La destrucción de Babilonia es un ejemplo del destino final de los que incurren en el espiritismo.

No comprender la naturaleza de la muerte humana nos deja expuestos a los engaños de Satanás. Elena G. de White nos recuerda que los espíritus malignos «se coligaron para deshonrar a Dios y acabar con los seres humanos. Unidos con Satanás en su rebeldía y arrojados del cielo con él, han sido desde entonces, en el curso de los siglos, sus cómplices en la guerra empezada contra la autoridad divina». 59 Sin duda alguna, la comunicación con los muertos, las artes ocultas y el espiritismo son engaños satánicos que conducen a la muerte espiritual.

Señales espectaculares

El diablo utilizará señales, prodigios y milagros espectaculares para engañar a las multitudes justo antes del regreso de Jesús (Mateo 24: 5, 11, 24; 2 Tesalonicenses 2: 7-9; Apocalipsis 13: 13, 14). El apóstol Juan escribe: «La bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia y habían adorado su imagen» (Apocalipsis 19: 20). Refiriéndose al poder engañoso de los espíritus demoníacos, Ángel M. Rodríguez hace esta reveladora afirmación:

«Su poder de persuasión no radica en el contenido de su mensaje, sino en el poder de las manifestaciones sobrenaturales llamadas “señales” o “milagros”. Realizan/llevan a cabo (poieo) señales apelando así al lado afectivo de los seres humanos más que a sus capacidades discrecionales y racionales. El hecho de que estas señales sean llevadas a cabo por demonios demuestra que la fuerza unificadora del mensaje de los tres demonios (el dragón, la bestia y el falso profeta) es de naturaleza espiritista: Dios no es su fuente ni su origen. A medida que el conflicto cósmico se vaya acercando a su final, el poder demoníaco entrará en el escenario de la historia humana de una forma sin precedentes. El espiritismo, cuyo fundamento mismo es la enseñanza no bíblica de la inmortalidad del alma, casi tomará cautivo al mundo». 60

En la misma línea de pensamiento, Elena G. de White descorre un poco más el velo:

«Satanás ha estado preparando desde hace tiempo su último esfuerzo para engañar al mundo. El cimiento de su obra lo puso en la afirmación que hiciera a Eva en el Edén: “No moriréis. Pero Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal” (Génesis 3: 4-5). Poco a poco Satanás ha preparado el camino para su obra maestra de seducción: el desarrollo del espiritismo. Hasta ahora no ha logrado realizar completamente sus designios; pero lo conseguirá en el poco tiempo que nos separa del fin. El profeta dice: “Vi salir [...] tres espíritus inmundos semejantes a ranas. Son espíritus de demonios, que hacen señales y van a los reyes de la tierra en todo el mundo para reunirlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16: 13-14). Todos, excepto aquellos que estén protegidos por el poder de Dios y la fe en su Palabra, se verán envueltos en ese engaño. Los hombres se están dejando adormecer en una seguridad fatal y solo, despertarán cuando la ira de Dios se derrame sobre la tierra». 61

Nuestra única seguridad está en Jesús y en su Palabra. No debemos temer porque Jesús ha prometido protegernos en estas horas finales de la historia de la Tierra. Mediante el poder de Cristo, permaneceremos fieles a Dios cuando todo el mundo a nuestro alrededor ceda a los engaños de Satanás. Ahora es el momento de impregnar nuestra mente con la verdad de su Palabra. Ahora es el momento de almacenar pasajes de las Escrituras en nuestro corazón y en nuestra memoria. Ahora es el momento de anclar nuestra fe únicamente en Cristo, porque él nunca ha perdido una batalla contra Satanás.

 

 

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