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CAPÍTULO 59: LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER - Mente, carácter y personalidad T2

59 LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER Todo acto de la vida, por poco importante que parezca, ejerce su influencia en la formación del carácter. Un buen carácter es la más preciosa de todas las posesiones mundanales, y la obra de formarlo es la más noble a la que pueda dedicarse el hombre.­ 4T 657 (1881). Cada facultad del hombre es un obrero que está construyendo para el tiempo y la eternidad. Cada día la estructura se eleva más y más, aunque su poseedor no se dé cuenta de ello. Es un edificio que debe ser levantado a modo de un fanal de advertencia contra la deformidad; una estructura que Dios y los ángeles puedan admirar por su armonía con el Modelo divino. Las facultades mentales y morales que Dios nos ha dado no constituyen el carácter. Son talentos que debemos emplear y que, si se los usa correctamente, formarán un carácter recto. Alguien puede tener preciosas semillas en la mano, pero esas semillas no son un huerto. Hay que plantar la semilla antes que se convierta en árbol. La me

CAPÍTULO 58: LA FE - Mente, carácter y personalidad T2

  58 LA FE Debe enseñarse la fe, la fe salvadora. La definición de esta fe en Jesucristo se puede hacer con pocas palabras: es el acto del alma por medio del cual todo el hombre se entrega a la guarda y el control de Jesucristo. Por la fe él mora en Cristo y Cristo mora supremamente en su alma. El creyente encomienda su alma y su cuerpo a Dios, y con seguridad puede decir: Cristo es capaz de guardar lo que le he encomendado hasta aquel día. Todos los que hagan esto serán salvos para vida eterna. Habrá seguridad de que el alma ha sido lavada en la sangre de Cristo, revestida con su justicia, y es preciosa a la vista de Jesús. Nuestros pensamientos y nuestras esperanzas están concentrados en la segunda venida de nuestro Señor. Ese es el día cuando el Juez de toda la tierra recompensará la confianza de su pueblo.­ Ms 6, 1889. Por la fe, recibimos la gracia de Dios; pero la fe no es nuestro Salvador. No nos hace ganar nada. Es la mano por la cual nos asimos de Cristo y nos apropiamo