«En todo esfuerzo por alcanzar a las clases altas, el obrero de Dios necesita fe firme. Las apariencias pueden ser desalentadoras; pero en la hora más oscura se recibe luz de lo alto. La fuerza de los que aman y sirven a Dios se renovará día tras día. La sabiduría del Infinito se pone al servicio de ellos, de modo que no yerren al cumplir los propósitos divinos. Mantengan firme estos obreros, hasta el fin, la confianza que tuvieron al principio, recor- dando que la luz de la verdad de Dios ha de brillar en medio de las tinieblas que envuel- ven nuestro mundo. No debe haber desaliento en relación con el servicio de Dios. La fe de los obreros consagrados ha de soportar todas las pruebas a que tenga que hacer frente. Dios puede y quiere conceder a sus siervos toda la fuerza que necesiten, y darles la sabi- duría que sus diversas necesidades demanden. Él hará más que cumplir las más altas expectativas de los que confían en él» (Los hechos de los apóstoles, p. 242).
«Tan pronto como se hizo de noche, los hermanos enviaron a Pablo y a Silas a Berea, quienes al llegar se dirigieron a la sinagoga de los judíos. Estos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba. Muchos de los judíos creyeron, y también un buen número de griegos, incluso mujeres distinguidas y no pocos hombres».
«Mientras Pablo los esperaba en Atenas, le dolió en el alma ver que la ciudad estaba llena de ídolos. Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los griegos que adoraban a Dios, y a diario hablaba en la plaza con los que se encontraban por allí. Algunos filósofos epicúreos y estoicos entablaron conversación con él. Unos decían: “¿Qué querrá decir este charlatán?” Otros comentaban: “Parece que es predicador de dioses extranjeros”. Decían esto porque Pablo les anunciaba las buenas nuevas de Jesús y de la resurrección.
Entonces se lo llevaron a una reunión del Areópago. —¿Se puede saber qué nueva enseñanza es esta que usted presenta? —le preguntaron—. Porque nos viene usted con ideas que nos suenan extrañas, y queremos saber qué significan. Es que todos los atenienses y los extranjeros que vivían allí se pasaban el tiempo sin hacer otra cosa más que escuchar y comentar las últimas novedades. Pablo se puso en medio del Areópago y tomó la palabra: —¡Ciudadanos atenienses! Observo que ustedes son sumamente religiosos en todo lo que hacen. Al pasar y fijarme en sus lugares sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: A UN DIOS DESCONOCIDO. Pues bien, eso que ustedes adoran como algo desconocido es lo que yo les anuncio».
«Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan. Él ha fijado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha designado. De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos. Cuando oyeron de la resurrección, unos se burlaron; pero otros le dijeron: —Queremos que usted nos hable en otra ocasión sobre este tema. En ese momento Pablo salió de la reunión. Algunas personas se unieron a Pablo y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, miembro del Areópago, también una mujer llamada
Dámaris, y otros más» (Hechos 17: 10-12, 16-23, 30-34)
Comentarios
Publicar un comentario