«Las tradiciones y máximas de los hombres no debían tomar el lugar de la verdad revelada. El avance del mensaje evangélico no debía ser estorbado por los prejuicios y las preferencias de los hombres, cualquiera fuera su posición en la iglesia» (Los hechos de los apóstoles, p. 200).
Texto clave
«Dios, que conoce el corazón humano, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros. Sin hacer dis- tinción alguna entre nosotros y ellos, purificó sus corazones por la fe. Entonces, ¿por qué tratan ahora de provocar a Dios poniendo sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros ante- pasados hemos podido soportar? ¡No puede ser! Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por la gracia de nuestro Señor Jesús» 8-11).
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