Domingo 17 de febrero: La mujer y el dragón
Después de inducir al hombre a pecar, Satanás reclamó la tierra como suya, y se llamó príncipe de este mundo. Habiendo hecho conformar a su propia naturaleza al padre y a la madre de nuestra especie, pensó establecer aquí su imperio. Declaró que el hombre le había elegido como soberano suyo. Mediante su dominio de los hombres, dominaba el mundo. Cristo había venido para desmentir la pretensión de Satanás…Desde el anuncio hecho a la serpiente en el Edén: “Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya,” Satanás sabía que no ejercía dominio absoluto sobre el mundo. Veía en los hombres la obra de un poder que resistía a su autoridad. Con intenso interés, consideró los sacrificios ofrecidos por Adán y sus hijos. En esta ceremonia discernía el símbolo de la comunión entre la tierra y el cielo. Se dedicó a interceptar esta comunión. Representó falsamente a Dios, así como los ritos que señalaban al Salvador. Los hombres fueron inducidos a temer a Dios como a un ser que se deleitaba en la destrucción. Los sacrificios que debían revelar su amor, eran ofrecidos únicamente para apaciguar su ira. Satanás excitaba las malas pasiones de los hombres a fin de asegurar su dominio sobre ellos. Cuando fué dada la palabra escrita de Dios, Satanás estudió las profecías del advenimiento del Salvador. De generación en generación, trabajó para cegar a la gente acerca de esas profecías, a fin de que rechazase a Cristo en ocasión de su venida. (El Deseado de todas las gentes, p. 89)
Los que venzan deben emplear al máximo cada facultad de su ser. Deben luchar afanosamente sobre sus rodillas pidiendo poder divino delante de Dios. Cristo vino para ser nuestro ejemplo y para que sepamos que podemos ser participantes de la naturaleza divina.
¿Cómo? Habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Satanás no ganó la victoria sobre Cristo. No puso su pie sobre el alma del Redentor. No tocó la cabeza aunque hirió el calcañar. Mediante su propio ejemplo, Cristo demostró que el hombre puede mantenerse en su integridad. Los hombres pueden tener poder para resistir el mal: un poder que ni la tierra, ni la muerte, ni el infierno pueden vencer; un poder que los colocará donde puedan vencer como Cristo venció. En ellos pueden combinarse la divinidad y la humanidad (RH 18-2-1890). (Comentario Bíblico Adventista, t. 5, p. 1058)
En todas las edades, los ángeles han estado cerca de los fieles que siguieran a Cristo. La vasta confederación del mal está desplegada contra todos aquellos que quisieren vencer; pero Cristo quiere que miremos las cosas que no se ven, los ejércitos del cielo acampados en derredor de los que aman a Dios, para librarlos. De qué peligros, vistos o no vistos, hayamos sido salvados por la intervención de los ángeles, no lo sabremos nunca hasta que a la luz de la eternidad veamos las providencias de Dios. Entonces sabremos que toda la familia del cielo estaba interesada en la familia de esta tierra, y que los mensajeros del trono de Dios acompañaban nuestros pasos día tras día. (El Deseado de todas las gentes, p. 207)
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