Miércoles 6 de febrero
El Señor ha apartado para sí a los que son piadosos; esta consagración a Dios y separación del mundo se ordena definitivamente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Existe una muralla de separación que el Señor mismo ha establecido entre las cosas del mundo y las cosas que ha apartado del mundo para sí mismo. La vocación y el carácter del pueblo de Dios son peculiares, sus perspectivas son peculiares, y estas peculiaridades los distinguen de todos los demás pueblos. Todo el pueblo de Dios que se encuentra en el mundo constituye un solo cuerpo, desde el comienzo hasta el final del tiempo. Tienen una sola Cabeza que dirige y gobierna el cuerpo. Las mismas órdenes que se le dieron a Israel antiguo se dan también al pueblo de Dios de la actualidad, que se aparten del mundo. La gran Cabeza de la iglesia no ha cambiado. La experiencia de los cristianos de estos días es semejante a los viajes del Israel antiguo. (Testimonios para la iglesia T1 p. 256)
Dios pide la totalidad de los afectos del hombre: todo su corazón, toda su alma, toda su mente y toda su fuerza. Reclama todo lo que le pertenece al hombre, porque él ha derramado todo el tesoro del cielo, al darnos todo lo que poseía de una sola vez, sin reservar nada de lo más grande que el cielo puede hacer. ...
Los Que Siguen Al Cordero
Dios pide la totalidad de los afectos del hombre: todo su corazón, toda su alma, toda su mente y toda su fuerza. Reclama todo lo que le pertenece al hombre, porque él ha derramado todo el tesoro del cielo, al darnos todo lo que poseía de una sola vez, sin reservar nada de lo más grande que el cielo puede hacer. ...
Cuando comencé a escribir acerca de este tema, seguí avanzando en ello y traté de sobrepasar el límite, pero no lo logré. Cuando lleguemos a las mansiones celestiales, Jesús mismo nos conducirá a los que estemos vestidos de ropas blancas, hechas blancas en la sangre del Cordero, hacia el Padre. “Por eso están delante del trono de Dios y le sirven día y noche en su templo: y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón sobre ellos”. Apocalipsis 7:15.—Carta 36a, 1890, pp. 4, 5.
Dios espera más de sus seguidores de lo que muchos piensan. A menos que quemamos edificar nuestra esperanza de alcanzar el cielo sobre un cimiento falso, hemos de aceptar la Biblia tal como está escrita y creer que el Señor quiere decir lo que dice. Dios nos da su gracia para que podamos llevar a cabo todo lo que él requiere de nosotros. Si no alcanzamos la norma que se nos indica en su Palabra, no tendremos ninguna excusa que ofrecer en el día del (160) Señor.
El apóstol nos amonesta: "El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros" (Rom. 12:9, 10). Es el deseo de Pablo que distingamos entre el amor acendrado y abnegado que es inspirado por el Espíritu de Cristo, y el fingimiento engañoso y carente de sentido que abunda en el mundo. Esta vil falsificación ha hecho desviara muchas almas. Ella borraría la distinción entre el bien y el mal poniéndose del lado del transgresor en lugar de señalarle fielmente sus errores. Un procedimiento tal nunca brota de una verdadera amistad. El espíritu que lo estimula mora únicamente en el corazón carnal. Aunque el cristiano será siempre bondadoso, compasivo y perdonador, nunca sentirá que está en armonía con el pecado. Aborrecerá el mal y se aferrará a lo que es bueno, a expensas de la asociación o amistad con los infieles. El Espíritu de Dios hará que odiemos el pecado, mientras que a la vez estamos dispuestos a hacer cualquier sacrificio por salvar al pecador. (Testimonios para la iglesia, t. 5 pp. 159-160)
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