Jueves 14 de marzo:
Reunidos para la batalla de Armagedón
Tendrá lugar la batalla del Armagedón, y ese día no debe encontrar
a ninguno de nosotros durmiendo. Debiéramos estar completamente
despiertos, como vírgenes prudentes que tenemos aceite en nuestras
vasijas y en nuestras lámparas. El poder del Espíritu Santo debe estar
sobre nosotros, y el Capitán de las huestes del Señor estará a la cabeza
de los ángeles del cielo para dirigir la batalla. Solemnes eventos ocurrirán en el futuro. Sonará una trompeta tras otra; una copa tras otra
serán volcadas en forma sucesiva sobre los habitantes de la tierra. Escenas de enorme interés están casi sobre nosotros, y estas cosas serán
indicaciones seguras de la presencia de Aquel que ha dirigido en todo
movimiento agresivo, que ha acompañado la marcha de su causa a través de todos los siglos, y que ha prometido bondadosamente estar en
persona con su pueblo en todos sus conflictos hasta el fin del mundo.
Él defenderá su verdad. Él hará que ésta triunfe. Él está listo para suplir
a sus fieles de motivos y poder de propósito, inspirándoles esperanza y
valor en la creciente actividad cuando el tiempo esté muy cercano (Mensajes selectos, tomo 3, p. 487).
Los principados y potestades de la tierra están en amarga revuelta
contra el Dios del cielo. Están llenos de odio contra todos los que sirven
a Dios, y pronto, muy pronto, se librará la última gran batalla entre el
bien y el mal. La tierra será el campo del combate: El escenario del
final conflicto y de la victoria final. Aquí, donde por tanto tiempo Satanás ha dirigido a los hombres contra Dios, la rebelión será extirpada
para siempre (Cada día con Dios, p. 306).
El día del Señor se está acercando furtivamente; pero los que se llaman grandes y sabios no conocen las señales de la venida de Cristo y
del fin del mundo. Abunda la iniquidad y el amor de muchos se ha
enfriado.
Miles y millares, sí, millones y millones, hacen ahora su decisión
para la vida eterna o la muerte eterna. El hombre que está absorto en
su contabilidad, el que halla placer ante la mesa de juego, el que se
deleita en satisfacer el apetito pervertido, el amador de diversiones, los
que frecuentan el teatro y el salón de baile, no tienen en cuenta la eternidad. Toda la preocupación de su vida es: ¿Qué comeremos? ¿Qué
beberemos? ¿Con qué nos vestiremos? No forman parte de la procesión
que avanza hacia el cielo. Son conducidos por el gran apóstata, y con
él serán destruidos (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 406).
Viernes 15 de marzo:
Para estudiar y meditar
Maranata, “La triple unión religiosa”, p. 188.
Mensajes selectos, “Restaurar, no derribar”, tomo 3, p. 19.
Comentarios
Publicar un comentario