Lunes 11 de marzo:
El derramamiento de las últimas plagas
De todas las naciones mencionadas en la historia de la Biblia, fue
Egipto la que con más osadía negó la existencia del Dios vivo y se
opuso a sus mandamientos. Ningún monarca resistió con tanto descaro
a la autoridad del cielo, como el rey de Egipto. Cuando se presentó
Moisés ante él para comunicarle el mensaje del Señor, el faraón contestó con arrogancia: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje
ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel”.
Éxodo 5:2. Esto es ateísmo; y la nación representada por Egipto iba a
oponerse de un modo parecido a la voluntad del Dios vivo, y a dar
pruebas del mismo espíritu de incredulidad y desconfianza (El conflicto de los siglos, p. 272).
[V]i que las siete postreras plagas iban a ser derramadas pronto sobre aquellos que no tienen refugio; y sin embargo el mundo las consideraba como si no tuvieran más importancia que otras tantas gotas de
agua a punto de caer. Se me capacitó después para soportar el terrible
espectáculo de las siete últimas plagas, la ira de Dios. Vi que esa ira
era espantosa y terrible, y que si él extendiese la mano, o la levantase
con ira, los habitantes del mundo serían como si nunca hubiesen existido, o sufrirían llagas incurables y plagas marchitadoras que caerían
sobre ellos, y no hallarían liberación, sino que serían destruidos por
ellas. El terror se apoderó de mí, y caí sobre mi rostro delante del ángel
y le rogué que quitase ese espectáculo, que lo ocultase de mí, porque
era demasiado espantoso. Entonces comprendí, como nunca antes, la
importancia que tiene el escudriñar la Palabra de Dios cuidadosamente,
para saber cómo escapar a las plagas que, según declara la Palabra,
caerán sobre todos los impíos que adoren la bestia y su imagen, y reciban su marca en su frente y en sus manos. Me llenaba de gran asombro
que hubiese quienes pudiesen transgredir la ley de Dios y pisotear su santo sábado, cuando estas violaciones han sido denunciadas con amenazas tan pavorosas (Primeros escritos, p. 64).
Sus brazos eternos rodean al alma que se vuelve a él en busca de
ayuda. Podemos reposar confiadamente en su solicitud, diciendo: “En
el día que temo, yo en ti confío”. Salmos 56:3. Dios cumplirá su promesa con todo aquel que deposite su confianza en él...
No es fuera de la prueba, sino en medio de ella, donde se desarrolla
el carácter cristiano. Expuestos a las contrariedades y la oposición, los
seguidores de Cristo son inducidos a ejercer mayor vigilancia y a orar
más fervientemente al poderoso Auxiliador. Las duras pruebas soportadas por la gracia de Dios, desarrollan paciencia, vigilancia, fortaleza
y profunda y permanente confianza en Dios. Este es el triunfo de la fe
cristiana que habilita a sus seguidores a sufrir y a ser fuertes; a someterse y así conquistar; a ser muertos todo el día y sin embargo vivir; a
soportar la cruz y así ganar la corona de gloria (Los hechos de los apóstoles, pp. 372, 373).
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