[Los] seguidores de Cristo han de verter luz sobre las tinieblas del
mundo. Por medio del Espíritu Santo, la Palabra de Dios es una luz
cuando llega a ser un poder transformador en la vida del que la recibe.
Implantando en el corazón los principios de su Palabra, el Espíritu
Santo desarrolla en los hombres los atributos de Dios. La luz de su gloria —su carácter— ha de brillar en sus seguidores. Así ellos han de
glorificar a Dios, han de iluminar el camino a la casa del Esposo, a la
ciudad de Dios, a la cena de bodas del Cordero.
La venida del esposo ocurrió a medianoche, es decir en la hora más
oscura. De la misma manera la venida de Cristo ha de acontecer en el
período más oscuro de la historia de esta tierra. Los días de Noé y Lot
pintan la condición del mundo precisamente antes de la venida del Hijo
del hombre. Las Escrituras, al señalar este tiempo, declaran que Satanás obrará con todo poder y “con todo engaño de iniquidad”. [2 Tesalonicenses 2:9, 10]. Su forma de obrar es revelada claramente por las
tinieblas que van rápidamente en aumento, por la multitud de errores,
herejías y engaños de estos últimos días. No solamente está Satanás
cautivando al mundo, sino que sus mentiras están leudando las profesas
iglesias de nuestro Señor Jesucristo. La gran apostasía se desarrollará
hasta llegar a las tinieblas de la medianoche, impenetrables como negro
saco de cilicio. Para el pueblo de Dios será una noche de prueba, una
noche de lloro, una noche de persecución por causa de la verdad. Pero
en medio de esa noche de tinieblas, brillará la luz de Dios (Palabras de
vida del gran Maestro, p. 341).
Fueron [entonces] vestidos con ropajes más ricos que los que hayan
usado alguna vez los seres terrenales. Fueron coronados con diademas
de gloria como ojos mortales nunca han contemplado. Han pasado los
días de reproche, de necesidad, de hambre; las lágrimas quedaron atrás.
Entonces prorrumpen en cánticos, elevados, claros, musicales. Ondean
las palmas de victoria, y exclaman: “La salvación pertenece a nuestro
Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”. Apocalipsis
7:10 (Mensajes selectos, tomo 3, p. 492).
La única esperanza del hombre yace en Jesucristo, quien trajo el
manto de su justicia para ponerlo sobre el pecador que quiera dejar de
lado sus sucios andrajos... No se han preparado los mantos puros y santos para que alguien se los ponga después de haber entrado por los portales de la ciudad. Todos los que entren tendrán la túnica de la justicia
de Jesucristo... No habrá cobertor de pecados y faltas, que oculte la
deformidad del carácter; no habrá ropa medio lavada; por el contrario,
todos serán puros y sin mácula.
Cuando colocamos nuestra vida en completa obediencia a la ley de
Dios, considerando a Dios como nuestro Guía supremo, y nos aferramos a Cristo como nuestra esperanza de justicia, Dios obrará en nuestro
favor. Esta es una justicia de fe... Esta obediencia da como resultado
en nosotros la voluntad divina que produce en nuestra vida la justicia
y perfección que se vieron en la vida de Cristo (Sons and Daughters of
God, p. 66; parcialmente en Hijas e hijos de Dios, p. 68, y Comentario
bíblico adventista, t. 1, p. 1132).
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