Domingo 14 de abril - Desprevenidos
El cuidado del Señor se extiende a todas sus criaturas. El ama a todos y no hace acepción de personas, si bien mira con la más tierna compasión a los que llevan las cargas más pesadas de la vida. Los hijos de Dios han de soportar pruebas y dificultades. Pero deben aceptar su suerte con espíritu animoso, teniendo presente que por todo aquello que el mundo les niega, Dios los resarcirá colmándolos de sus más preciosos favores. Cuando nos encontramos en situaciones difíciles, Dios manifiesta su poder y sabiduría en respuesta a la humilde oración. Confiad en él, porque oye y atiende las oraciones (El ministerio de curación, pág. 151).Al preocuparnos, estamos en peligro de fabricarnos yugos para nuestros cuellos. No estemos preocupados, porque así haremos más duro nuestro yugo y más pesada nuestra carga. Hagamos todo lo que podamos hacer sin estar preocupados, confiando en Cristo (Carta 123, 1904).
Con los continuos cambios de las circunstancias, se realizan cambios también en nuestra experiencia, y por ellos somos exaltados o deprimidos. Pero el cambio de circunstancias no tiene el poder de cambiar la relación de Dios hacia nosotros. El es el mismo ayer, y hoy y por los siglos, y nos pide que tengamos una confianza inquebrantable en su amor.
Satanás está esperando la oportunidad de crearnos circunstancias que tiendan a levantar la incredulidad, esperando llevarnos a dudar de Dios. No podemos permitirnos acariciar un solo pensamiento de incredulidad. Cuando somos tentados a ver el lado oscuro, abramos las ventanas del alma hacia el cielo para que los brillantes rayos del Sol de Justicia resplandezcan en ella. Acerquémonos más a Dios. . . Ocurra lo que ocurriere, mantened el principio de vuestra confianza firme hasta el fin (Id. 150, 1903
Es decir, tentación normal para los seres humanos, que pueden sobrellevar. Los corintios no debían pensar que las condiciones bajo las cuales se esperaba que vivieran vidas rectas fueran excepcionales, y que tenían que enfrentar dificultades peculiares. Sus pruebas y tentaciones no eran diferentes a las experimentadas por sus semejantes. Esta afirmación parece haberse añadido como un estímulo a la admonición del versículo anterior. Los corintios estaban en peligro de caer, y por lo tanto debían velar; pero podían ser reanimados porque la tentación no superaría sus fuerzas para soportarla con éxito.
Dios es fiel a sus promesas y a la invitación que ha extendido a los seres humanos para que le sirvan. Si hubiera permitido que a su pueblo le sobrevinieran tentaciones mayores que sus fuerzas para superarlas, entonces habría parecido que sus promesas no eran dignas de confianza (ver Psa_34:19; 1Co_1:9; 2Pe_2:9). La fidelidad de Dios es la base de la seguridad del cristiano contra el enemigo. Es completamente inseguro depender del yo, pero el creyente estará a salvo si depende enteramente de las promesas de nuestro Dios, que es fiel a su pacto. Pero debe recordar que Dios no lo librará si deliberadamente entra en el terreno del enemigo, donde es seguro que se encontrará con la tentación (ver Mat_7:13-14, Mat_7:24-25; 1Co_9:25, 1Co_9:27; 1Co_10:14; Gal_5:24; 2Ti_2:22; PE 124-125; DMJ 100).
El artículo “la” indica que para cada tentación Dios proveerá el medio de escape. Esta “salida” no es un camino para evitar la tentación, sino una vía de escape de la tragedia de caer en el pecado, de ser vencido por la tentación. Dios permite que venga la prueba o la tentación, pero también prepara al mismo tiempo los medios por los cuales podamos ganar la victoria y evitar el pecado. Jesús, el ejemplo de vida correcta del cristiano, encontraba esa “salida” en la Palabra de Dios (Luk_4:4, Luk_4:8, Luk_4:12). Nosotros, seguidores de Cristo, podemos también encontrar la “salida” en Jesús, la Palabra viviente (ver Joh_1:1-3, Joh_1:14). El siempre está listo y dispuesto a liberar a los que lo buscan, y los guardará para que no caigan en el pecado (Psa_9:9; Psa_27:5; Psa_41:1; Psa_91:15; 2Pe_2:9; Rev_3:10). (CBA T6)
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