Martes 30 de abril: Corregir con amor
Por su descuido en ejercitar la debida restricción, muchos padres están creando una gran infelicidad para sus hijos. No son felices los jóvenes a quienes se les permite buscar constantemente placeres en la diversión o en la gratificación egoísta, y nunca podrán serlo mientras sigan esa conducta. Padres y madres, enseñad a vuestros hijos que la única manera de ser verdaderamente felices es amar y temer a Dios; y reforzad la lección mediante vuestro ejemplo. Hacedles ver que la paz de Cristo gobierna vuestro corazón, y que su amor llena vuestra vida.—The Signs of the Times, 7 de enero de 1889.
Haced que la Palabra de Dios sea una guía en la educación de vuestros hijos, teniendo en cuenta siempre lo que será para su bien futuro. ...
Padres, ahora es el tiempo cuando debéis desarrollar en vuestros hijos hábitos de trabajo, de confianza propia, de autocontrol; a cultivar la economía y el tacto en los negocios. Ahora es tiempo para enseñarles la cortesía y la benevolencia hacia sus semejantes, y la reverencia y el amor hacia Dios. ... (Nuestra elevada vocación p. 265)
Los padres que manifiestan un espíritu dominante y autoritario, que les fue transmitido por sus propios padres, que los induce a ser exigentes en su disciplina e instrucción, no educarán debidamente a sus hijos. Por la severidad con que tratan sus errores, despiertan las peores pasiones en el corazón humano y dejan a sus hijos con un sentimiento de injusticia y equivocación. Encuentran en sus hijos justamente la disposición de carácter que ellos mismos les habían impartido.
Tales padres alejan a sus hijos de Dios al hablarles de temas religiosos; pues la religión cristiana no resulta atrayente y aun es repulsiva por esa falsa representación de la verdad. Los hijos dirán: “Si ésta es la religión, yo no la quiero”. Así con frecuencia se crea una enemistad en el corazón contra la religión; y debido a un uso indebido de la autoridad, los niños son inducidos a despreciar la ley y el gobierno del cielo. Los padres han determinado el destino eterno de sus hijos por su conducta equivocada.—The Review and Herald, 13 de marzo de 1894. (Conducción del niño p. 268)
Administrad las reglas del hogar con sabiduría y amor, no con vara de hierro. Los niños responderán con obediencia voluntaria a la ley del amor. Elogiad a vuestros hijos siempre que podáis. Haced que sus vidas sean tan felices como fuere posible. Proveedles diversiones inocentes. Haced del hogar un Betel, un lugar santo, consagrado. Mantened blando el terreno del corazón por la manifestación del amor y del afecto, preparándolo así para la semilla de la verdad. Recordad que el Señor da a la tierra no solamente nubes y lluvias, sino el hermoso y sonriente sol, que hace germinar la semilla y hace aparecer las flores. Recordad que los niños necesitan no solamente reproches y corrección, sino estímulo y encomio, el agradable sol de las palabras bondadosas.
El hogar debe ser para los niños el lugar más atrayente del mundo, y la presencia de la madre debiera ser su mayor encanto. Los niños tienen naturaleza sensible y amante. Es fácil agradarles y es fácil hacerlos desgraciados. Con suave disciplina, con palabras y actos bondadosos, las madres pueden ligarlos a su corazón.
Sobre todas las cosas, los padres deben rodear a sus hijos de una atmósfera de alegría, cortesía y amor. Los ángeles se deleitan en morar en un hogar donde vive el amor y éste se expresa tanto en las miradas y las palabras como en los actos. Padres, permitid que el sol del amor, la alegría y un feliz contentamiento penetre en vuestro corazón, y dejad que su dulce influencia impregne el hogar. Manifestad un espíritu bondadoso y tolerante, y estimuladlo en vuestros hijos, cultivando todas las gracias que alegran la vida del hogar. La atmósfera así creada será para los niños lo que son el aire y el sol para el mundo vegetal, y favorecerá la salud y el vigor de la mente y del cuerpo. (La educación cristiana p. 160)
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