Jueves 30 de mayo: Perder la vida
En medio de las antífonas del coro celestial, Dios oye los clamores del más débil de los seres humanos. Derramamos los deseos de nuestro corazón en nuestra cámara secreta, expresamos una oración mientras andamos por el camino, y nuestras palabras llegan al trono del Monarca del universo. Pueden ser inaudibles para todo oído humano, pero no morirán en el silencio, ni serán olvidadas a causa de las actividades y ocupaciones que se efectúan. Nada puede ahogar el deseo del alma. Este se eleva por encima del ruido de la calle, por encima de la confusión de la multitud, y llega a las cortes del cielo. Es a Dios a quien hablamos, y nuestra oración es escuchada.
Vosotros los que os sentís los más indignos, no temáis encomendar vuestro caso a Dios. Cuando se dio a sí mismo en Cristo por los pecados del mundo, tomó a su cargo el caso de cada alma. “El que aun a su propio Hijo no perdonó, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”14 ¿No cumplirá él la palabra de gracia dada para nuestro ánimo y fortaleza? (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 137,138)
“El pensar en la venida del Señor—decía Baxter—es dulce en extremo para mí y me llena de alegría”. “Es obra de fe y un rasgo característico de sus santos desear con ansia su advenimiento y vivir con tan bendita esperanza”. “Si la muerte es el último enemigo que ha de ser destruido en la resurrección, podemos representarnos con cuánto ardor los creyentes esperarán y orarán por la segunda venida de Cristo, cuando esta completa y definitiva victoria sea alcanzada”. “Ese es el día que todos los creyentes deberían desear con ansia por ser el día en que habrá de quedar consumada toda la obra de su redención, cumplidos todos los deseos y esfuerzos de sus almas”. “¡Apresura, oh Señor, ese día bendito!” (Ricardo Baxter, Works, tomo 17, p. 555, 500; 182, 183). Tal fue la esperanza de la iglesia apostólica, de la “iglesia del desierto”, y de los reformadores.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 348, 349. (Maranata, p. 15)
Dios ha provisto un bálsamo para cada herida. Hay un bálsamo en Galaad, y también hay un médico allí. ¿No estudiaréis las Escrituras como nunca antes? Buscad al Señor para que os proporcione sabiduría para cada emergencia. En cada prueba rogad a Jesús que os muestre el camino que os hará salir de vuestros problemas, y entonces vuestros ojos serán abiertos para que contempléis el remedio y apliquéis a vuestro caso las promesas sanadoras registradas en su Palabra. En esta forma el enemigo no encontrará lugar para induciros a lamentaros y a ser incrédulos; pero en lugar de esto tendréis fe, esperanza y valor en el Señor. El Espíritu Santo os dará un claro discernimiento para que veáis y os apropiéis de cada bendición que servirá de antídoto contra la aflicción, como una rama sanadora para cada gota de amargura que se vierta en vuestros labios. Cada gota de amargura será mezclada con el amor de Jesús, y en vez de quejaros debido a la aflicción, comprenderéis que el amor y la gracia de Jesús están tan mezclados con el pesar, que éste se ha convertido en un gozo humilde y santificado. (Mensajes selectos, T. 2, p. 312)
Viernes 31 de mayo: Para estudiar y meditar
Nuestra elevada vocación, "La obra perfecta de la paciencia", p. 72)
Comentarios
Publicar un comentario