Jueves 20 de junio: Centros de amistad contagiosa
El amor no puede vivir sin acción, y cada acto lo aumenta, fortalece y extiende. El amor alcanzará la victoria donde la discusión y la autoridad sean impotentes. El amor no obra por ganancia o recompensa; sin embargo, Dios ha manifestado que toda labor de amor tendrá una gran ganancia como seguro resultado. Su naturaleza es difundirse, y obrar en forma tranquila, aunque en su propósito es poderoso para vencer grandes males. Su influencia enternece y El amor verdadero transforma, y al apoderarse de la vida de los pecaminosos afecta su corazón aún cuando ningún otro medio haya tenido éxito. (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 130, 131)
Las palabras bondadosas, las miradas agradables, el semblante gozoso, arrojan un encanto alrededor del cristiano que hace que su influencia sea casi irresistible. Esta es una manera de obtener respeto, y de extender la esfera de la utilidad, lo cual cuesta poco. Es la religión de Cristo en el corazón la que hace que las palabras que proceden de él sean suaves y la conducta sea condescendiente, aun para aquellos que son de la condición más humilde. Una persona jactanciosa, criticona y dominante no es un cristiano, porque ser cristiano significa ser semejante a Cristo. ...
El que bebe en el espíritu de Cristo lo manifestará en sus palabras bondadosas, y lo expresará con su conducta cortés. El plan de salvación debe suavizar todo lo que sea duro y áspero en el temperamento, y pulir toda rugosidad o arista en las maneras. El cambio exterior dará testimonio de un cambio en el interior. La verdad es lo que santifica, lo que refina. Cuando se la recibe en el corazón obra con un poder oculto, transformando al que la recibe. (Nuestra elevada vocación, p. 247)
El Salvador dijo a Zaqueo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa.” No solamente Zaqueo fué bendecido, sino toda su familia con él. Cristo fué a su casa para darle lecciones de verdad e instruir a su familia en las cosas del reino. Ellos habían sido expulsados de la sinagoga por el desprecio de los rabinos y adoradores; pero ahora su casa era la más favorecida de toda Jericó; acogían bajo su propio techo al divino Maestro y oían por sí mismos las palabras de vida.
Cuando Cristo es recibido como Salvador personal, la salvación viene al alma. Zaqueo no había recibido a Jesús meramente como a un forastero, sino como al que moraba en el templo del alma. Los escribas y fariseos, que le acusaban de ser pecador, murmuraron contra Cristo porque se hizo su huésped, pero el Señor le reconoció como hijo de Abrahán. Porque “los que son de fe, los tales son hijos de Abraham.” (El deseado de todas las gentes, p. 504)
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