Domingo 28 de julio: El reclamo recurrente de justicia
Dios se airó con su pueblo porque exigían un rey. Les dio un rey en su enojo. Sin embargo, instruyó a Samuel para que le dijera fielmente al pueblo cómo eran las costumbres de los reyes de las naciones a su alrededor; que ellos no serían como jueces de las dificultades de la Iglesia y el Estado, para instruirlos en los caminos del Señor, como sus líderes de entonces: que su rey sería exaltado y requeriría honores reales, y que exigiría impuestos y tributos pesados; que serían oprimidos; y que Dios no se manifestaría a ellos en su gran poder, como hizo en Egipto, para librarlos, sino que cuando clamaran a él en su angustia, él no los escucharía (Spiritual Gifts, t. 4a, p. 67).
Cuando los hombres deciden seguir su propio sendero sin buscar el consejo de Dios, o en oposición a su voluntad revelada, les otorga con frecuencia lo que desean, para que por medio de la amarga experiencia subsiguiente sean llevados a darse cuenta de su insensatez y a arrepentirse de su pecado. El orgullo y la sabiduría de los hombres constituyen una guía peligrosa. Lo que el corazón ansía en contradicción a la voluntad de Dios resultará al fin en una maldición más bien que en una bendición.
Dios deseaba que su pueblo le considerase a él solo como su legislador y su fuente de fortaleza. Al sentir que dependían de Dios, se verían constantemente atraídos hacia él. Serían elevados, ennoblecidos y capacitados para el alto destino al cual los había llamado como su pueblo escogido. Pero si se llegaba a poner a un hombre en el trono, ello tendería a apartar de Dios los ánimos del pueblo. Confiarían más en la fuerza humana, y menos en el poder divino, y los errores de su rey los inducirían a pecar y separarían a la nación de Dios (Patriarcas y profetas, p. 656).
En todo el trato que Dios tuvo con su pueblo, se nota, entremezclada con su amor y misericordia, la evidencia más sorprendente de su justicia estricta e imparcial. Queda patente en la historia del pueblo hebreo. Dios había otorgado grandes bendiciones a Israel. Su amor bondadoso hacia él se describe de la siguiente manera conmovedora: “Como el águila despierta su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas: Jehová solo le guio". Deuteronomio 32:11, 12. ¡Y sin embargo, cuán presta y severa retribución les infligía por sus transgresiones! (Patriarcas y profetas, p. 502).
Los que llegan a ser nuevas criaturas en Cristo Jesús ... no se conforman con las concupiscencias anteriores, sino que por la fe siguen las pisadas del Hijo de Dios, reflejan su carácter y se purifican a sí mismos como él es puro. Aman ahora las cosas que en un tiempo aborrecían, y aborrecen las cosas que en otro tiempo amaban. El que era orgulloso y dominador es ahora manso y humilde de corazón. El que antes era vano y altanero, es ahora serio y discreto. El que antes era borracho, es ahora sobrio y el que era libertino, puro. Han dejado las costumbres y modas vanas del mundo. Los cristianos no buscan “el adorno exterior”, sino que “sea adornado el hombre interior del corazón, con la ropa imperecedera de un espíritu manso y sosegado” [1 Pedro 3:3 4] (El camino a Cristo, p. 58)
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