Martes 9 de julio: Esclavos, viudas, huérfanos, extranjeros
Los israelitas mismos habían sido siervos poco antes, y ahora que iban a tener siervos, debían guardarse de dar rienda suelta al espíritu de crueldad que los había hecho sufrir a ellos bajo sus amos egipcios. El recuerdo de su amarga servidumbre debía capacitarlos para comprender la situación del siervo, para ser bondadosos y compasivos, y tratar a los otros como ellos quisieran ser tratados.
Los derechos de las viudas y los huérfanos se salvaguardaban en forma especial y se recomendaba una tierna consideración hacia ellos por su condición desamparada. “Si tú llegas a afligirlos, y ellos claman a mí, ciertamente oiré yo su clamor, mi furor se encenderá y os mataré a espada; vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos”. Los extranjeros que se unieran con Israel debían ser protegidos del agravio o la opresión. “No oprimirás al extranjero, porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”. (Historia de los patriarcas y profetas, p. 275)
No hay excusa para los cristianos al permitir que los clamores de las viudas y las oraciones de los huérfanos asciendan al cielo debido a sus necesidades apremiantes al paso que una Providencia liberal ha colocado en las manos de esos cristianos abundantes medios para suplir sus necesidades. Que los clamores de las viudas y los huérfanos no hagan descender la venganza del cielo sobre nosotros como pueblo. En el mundo que profesa ser cristiano, hay suficiente que se gasta en ostentación extravagante, en joyas y adornos, para suplir las necesidades de todos los hambrientos y vestir a los desnudos de nuestras ciudades y pueblos; y sin embargo esos profesos seguidores del manso y humilde Jesús no necesitan privarse de alimento adecuado y cómodos vestidos. ¿Qué dirán esos miembros de iglesia cuando tengan que hacer frente en el día de Dios a los pobres dignos, los afligidos, las viudas y los huérfanos, que han conocido la necesidad apremiante de lo más indispensable para la vida, mientras los profesos seguidores de Cristo gastaban en vestidos superfluos y adornos innecesarios, expresamente prohibidos en la Palabra de Dios, lo que hubiera sido suficiente para suplir todas esas necesidades?—The Review and Herald, 21 de noviembre de 1878. (El ministerio de la bondad, p. 172)
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