Sábado 3 de agosto: ADORAD AL CREADOR
En
el tiempo en que Isaías recibió esta amonestación la casa de Jacob
aparentaba ser un pueblo muy celoso, que buscaba diariamente a Dios y se
deleitaba en conocer sus caminos; pero en realidad estaba lleno de
presuntuosa confianza propia. No caminaba en la verdad. No se
practicaban la bondad, la misericordia y el amor. Entretanto que
manifestaban apariencia de dolor por sus pecados, acariciaban el orgullo
y la avaricia. Al mismo tiempo que hacían ostentación de humildad,
exigían un duro trabajo de aquellos a quienes so juzgaban o empleaban.
Daban valor excesivo a todo lo bueno que habían hecho, pero
menospreciaban en gran manera los servicios de otros. Despreciaban y
oprimían al pobre. Y su ayuno sólo les daba una opinión más elevada de
su propia bondad.
Hoy día hay
entre nosotros pecados de esta misma naturaleza, los cuales traen el
reproche de Dios sobre su iglesia. Dondequiera que haya tales pecados,
no hay duda de que se necesitan días de ayuno y oración; pero deben ser
acompañados de sincero arrepentimiento y decidida reforma. Sin una
contrición tal del alma, esas ocasiones sólo aumentan la culpabilidad
del transgresor. El Señor ha especificado el ayuno que ha elegido y que
aceptará. Es el que da frutos para su gloria, de arrepentimiento, de
consagración y de verdadera piedad. [Se cita Isa. 58: 6-7.]
En
el ayuno que Dios ha escogido se pondrán en práctica misericordia,
ternura y compasión. Se repudiará la avaricia y habrá arrepentimiento
del fraude y de la opresión, y se renunciará a ellos. Se usarán toda la
autoridad e influencia para ayudar a los pobres y oprimidos. Si esta
fuera la condición del mundo, no existiría más el proverbio: "La verdad
tropezó en la plaza, y la equidad no1172 pudo venir... Y el que se
apartó del mal fue puesto en prisión" (RH 13-10-1891).(Comentario
Bíblico Adventista del Séptimo Día, t. 4, p. 1171)
Pocos
tienen una noción exacta de lo que abarca la palabra cristiano. Es ser
semejante a Cristo, es hacer el bien en favor de los demás, es estar
desprovisto de egoísmo y que nuestras vidas estén marcadas por actos de
desinteresada generosidad. El Redentor deposita las almas en los brazos
de los miembros de la iglesia, para que las cuiden abnegadamente y las
preparen para el Cielo, y para que de ese modo se conviertan en
colaboradores suyos. Pero la iglesia demasiado a menudo los arroja al
campo de batalla del diablo. Algún miembro de iglesia dice: “No es mi
deber”, y se excusa con alguna trivialidad. “Bueno -dice otro-, tampoco
es mi deber”, y por último no es deber de nadie y el alma queda
abandonada para perecer. Es deber de todo cristiano dedicarse a esta
empresa de abnegación y sacrificio. ¿No es capaz Dios de acrecentar sus
graneros y aumentar sus rebaños, de manera que en lugar de pérdida haya
ganancia? “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes
retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza”. Proverbios
11:24.
La obra de todo hombre
será probada y sometida a juicio, y cada cual será recompensado de
acuerdo con sus obras. “Honra a Jehová con tus bienes, y con las
primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con
abundancia”. Proverbios 3:9-10. “¿No es más bien el ayuno que yo escogí,
desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y
dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que
partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en
casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu
hermano?” Isaías 58:6-7. Lean el versículo siguiente, y noten la rica
recompensa prometida a los que hacen esto: “Entonces nacerá tu luz como
el alba, y tu salvación se dejará ver pronto”. vers. 8. Aquí hay una
promesa preciosa y abundante para todos los que se interesen en los casos de los necesitados. (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 297)
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