Jueves 10 de octubre: Nehemías se prepara para su tarea
La tercera noche después de su llegada,
Nehemías se levantó a la medianoche, y con unos pocos compañeros de confianza
salió a examinar por su cuenta la desolación de Jerusalén. Montado en su mula,
pasó de una parte de la ciudad a otra, examinando las puertas y los muros en
ruinas de la ciudad de sus padres. Penosas reflexiones llenaban la mente del
patriota judío mientras que con corazón apesadumbrado miraba las derribadas
defensas de su amada Jerusalén. Los recuerdos de la grandeza que gozara antaño
Israel contrastaban agudamente con las evidencias de su humillación.
En secreto
y en silencio, recorrió Nehemías el circuito de las murallas. Declara: "No
sabían los magistrados dónde yo había ido, ni qué había hecho; ni hasta entonces
lo había yo declarado a los Judíos y sacerdotes, ni a los nobles y magistrados,
ni a los demás que hacían la obra." Pasó el resto de la noche en oración, porque sabía que al llegar la
mañana necesitaría hacer esfuerzos ardorosos para despertar y unir a sus
compatriotas desalentados y divididos. (Profetas y reyes, p. 470)
Cuando surjan las perplejidades, como seguramente va a ocurrir, acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Y entonces, cuando el enemigo venga como río, el Espíritu del Señor levantará bandera en favor de
ustedes. Aférrense a la idea de que hay una gran obra que hacer y que ni la
influencia, ni la oposición de nadie los podrá apartar de la clara senda del
deber. Entonces podrán decir con Nehemías: "La mano de mi Dios está sobre mí"
(véase Neh. 2: 18).
Cuando los hombres relacionados con la obra de Dios permiten que se los compre y se los venda, cuando violan la verdad para obtener el favor y la aprobación de otros hombres, Dios los anota en su libro y considera que han traicionado sus sagrados cometidos. Cada hombre debe mantener su independencia moral, resuelto a que su mente sea sólo modelada por el Espíritu Santo. Dios pide que los soldados de su guardia no estén dispuestos a repetir las palabras de hombres que si estuvieran convertidos ejercerían una buena influencia, pero que como no lo están no se puede depender de ellos. Cuando se produzca la emergencia, esos hombres con toda seguridad conducirán a la gente por sendas extraviadas. . . (Cada día con Dios, p. 282)
Cuando los hombres relacionados con la obra de Dios permiten que se los compre y se los venda, cuando violan la verdad para obtener el favor y la aprobación de otros hombres, Dios los anota en su libro y considera que han traicionado sus sagrados cometidos. Cada hombre debe mantener su independencia moral, resuelto a que su mente sea sólo modelada por el Espíritu Santo. Dios pide que los soldados de su guardia no estén dispuestos a repetir las palabras de hombres que si estuvieran convertidos ejercerían una buena influencia, pero que como no lo están no se puede depender de ellos. Cuando se produzca la emergencia, esos hombres con toda seguridad conducirán a la gente por sendas extraviadas. . . (Cada día con Dios, p. 282)
Hay necesidad de [muchos] Nehemías en la iglesia hoy: hombres que puedan no sólo orar y predicar, sino hombres cuyas oraciones y sermones estén corroborados por un propósito firme y anhelante. . . El éxito que acompañó los esfuerzos de Nehemías muestra lo que la oración, la fe y la acción enérgica y sabia pueden llevar a cabo. . . El espíritu manifestado por el dirigente será reflejado en gran medida por el pueblo. Si los dirigentes que profesan creer las verdades solemnes e importantes que van a probar al mundo en esta época no manifiestan ardiente celo en preparar a un pueblo para que permanezca firme en el día de Dios, debemos esperar una iglesia descuidada, indolente y amante de los placeres ( SDA Bible Commentary , tomo 3, pág. 1137).
Nehemías era un reformador, un gran hombre suscitado para una ocasión importante. Cuando entró en contacto con el mal y toda clase de oposición, surgieron un nuevo ánimo y un celo renovado. Su energía y determinación inspiraron al pueblo de Jerusalén; la fuerza y el valor tomaron el lugar de la debilidad y del desaliento. Su santo propósito, su elevada esperanza, su jovial consagración al trabajo, eran contagiosos. El pueblo se contagió del entusiasmo de su dirigente: en su esfera, cada hombre se convirtió en un Nehemías y ayudó a fortalecer la mano y el corazón de su vecin. (Conflicto y valor, p. 264)
Nehemías era un reformador, un gran hombre suscitado para una ocasión importante. Cuando entró en contacto con el mal y toda clase de oposición, surgieron un nuevo ánimo y un celo renovado. Su energía y determinación inspiraron al pueblo de Jerusalén; la fuerza y el valor tomaron el lugar de la debilidad y del desaliento. Su santo propósito, su elevada esperanza, su jovial consagración al trabajo, eran contagiosos. El pueblo se contagió del entusiasmo de su dirigente: en su esfera, cada hombre se convirtió en un Nehemías y ayudó a fortalecer la mano y el corazón de su vecin. (Conflicto y valor, p. 264)
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