Domingo 10 de noviembre:
Ayuno y adoración
El genuino arrepentimiento proviene del reconocimiento del carácter ofensivo del pecado. Esas confesiones generales no son el fruto de una verdadera humillación del alma delante de Dios. Dejan al pecador con un espíritu de complacencia propia que los hace proseguir como antes, hasta que su conciencia se endurece y las advertencias que una vez lo sacudieron apenas producen un sentimiento de peligro, y des pués de un tiempo su conducta pecaminosa parece correcta... Hay una gran diferencia entre admitir los hechos después de que se prueban, y confesar pecados que solo son conocidos por Dios y nosotros mismos (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo dia, t. 2, p. 991).
Vivimos en el período más solemne de la historia de este mundo. La suerte de las innumerables multitudes que pueblan la tierra está por decidirse. Tanto nuestra dicha futura como la salvación de otras almas dependen de nuestra conducta actual. Necesitamos ser guiados por el Espíritu de Verdad. Todo discípulo de Cristo debe preguntar seriamente: "¿Señor, qué quieres que haga?" Necesitamos humillarnos ante el Señor, ayunar, orar y meditar mucho en su Palabra, especialmente acerca de las escenas del juicio. Debemos tratar de adquirir actualmente una experiencia profunda y viva en las cosas de Dios, sin perder un solo instante. En torno nuestro se están cumpliendo acontecimientos de vital importancia; nos encontramos en el terreno encantado de Satanás. No durmáis, centinelas de Dios, que el enemigo está emboscado, listo para lanzarse sobre vosotros y haceros su presa en cualquier momento en que caigáis en descuido y somnolencia (El conflicto de los siglos, p. 586).
El Señor ha especificado el ayuno que ha elegido y que aceptará. Es el que da frutos para su gloria, de arrepentimiento, de consagración y de verdadera piedad.
En el ayuno que Dios ha escogido se pondrán en práctica misericordia, ternura y compasión. Se repudiará la avaricia y habrá arrepentimiento del fraude y de la opresión, y se renunciará a ellos. Se usarán toda la autoridad e influencia para ayudar a los pobres y oprimidos (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 4, p. 1171).
El profeta Daniel estaba muy cerca de Dios cuando lo buscaba con fesando sus pecados y humillando su alma. No procuraba disculparse, sino que reconocía la plena extensión de su transgresión. En nombre de su pueblo, confesó pecados que él no había cometido, y buscó la misericordia de Dios para poder mostrar a sus hermanos sus pecados. A todos los que lo buscan con verdadero arrepentimiento Dios da la seguridad: “Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimi" [Isaías 44:22] (A sin de conocerle, p. 237).
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