Martes 12 de noviembre:
Lecciones del pasado
La historia de la vida de Israel en el desierto fue registrada en beneficio del Israel de Dios hasta la consumación de los siglos.El relato de la forma cómo trató Dios a los peregrinos mientras iban de un lugar a otro, mientras pasaban hambre, sufrían sed y cansancio, y en las sorprendentes manifestaciones de su poder para auxiliarlos, está lleno de amonestaciones para su pueblo de la actualidad. Los diversos incidentes por los que pasaron los hebreos constituyeron una escuela donde se prepararon para actuar en su prometido hogar de Canaán. Dios quiere que su pueblo repase ahora, con corazón humilde y espíritu abierto, las pruebas por las cuales pasó el antiguo Israel, a fin de que pueda recibir instrucción y prepararse para la Canaán celestial (Cada día con Dios, p. 75).
En el capítulo noveno de Nehemías se registran las obras del Señor a favor de su pueblo, y se destacan los pecados de este cuando se apartó de Dios. Esos pecados habían separado al pueblo de su Dios, y éste le había permitido caer bajo el dominio de naciones paganas.
Esta historia se ha registrado para nuestro beneficio. Lo que ha sucedido, sucederá, y necesitamos recurrir a Dios en busca de consejo. No debemos confiar en los consejos de los hombres. Necesitamos mayor discernimiento para que podamos distinguir entre la verdad y el error. La historia de los hijos de Israel muestra los resultados seguros de desviarse de los principios bíblicos hacia las costumbres y prácticas de los hombres. El Señor no apoyará ningún plan que satisfaga el cgoísmo de los hombres y haga daño a la obra divina. No dejará prosperar las maquinaciones que aparten de la fidelidad a sus mandamientos. El demanda que los talentos prestados al hombre este los use para andar en su camino y hacer justicia y juicio, ya sea para derribar, o para restaurar y edificar. Dios no quiere que sigamos la sabiduría de los hombres que han desobedecido su Palabra y se han convertido a sí mismo en un baldón para sus prácticas y consejos (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo dia, t. 3, pp. 1156, 1157).
Dios requiere que confesemos nuestros pecados y humillemos nuestro corazón ante él. Pero al mismo tiempo debiéramos tenerle confianza como a un Padre tierno que no abandonará a aquellos que ponen su confianza en él... Dios no nos abandona debido a nuestros pecados. Quizá hayamos cometido errores y contristado a su Espíritu, pero cuando nos arrepentimos y vamos a él con corazón contrito, no nos desdeña. Hay estorbos que deben ser retirados. Se han fomentado sentimientos equivocados y ha habido orgullo, suficiencia propia, impaciencia y murmuraciones. Todo esto nos separa de Dios. Deben confesarse los pecados, debe haber una obra más profunda de la gracia en el corazón... Quizá os parezca que sois pecadores y estáis perdidos, pero precisamente por eso necesitáis un Salvador. Si tenéis pecados que confesar, no perdáis tiempo. Los momentos son de oro. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. 1 Juan 1:9. Serán saciados los que tienen hambre y sed de justicia, pues Jesús lo ha prometido. ¡Precioso Salvador! Sus brazos están abiertos para recibirnos, y su gran corazón de amor espera para bendecirnos (La maravillosa gracia de Dios, p. 139).
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