Martes 5 de noviembre:
Lectura e Interpretación de la Palabra
A Felipe se le mandó que fuese al encuentro del cliope y le explicase la profecía que iba leyendo. El Espíritu dijo: "Llégale, y júntate a este carro". Una vez cerca, preguntó Felipe al eunuco: "¿Entiendes lo que lees? Y él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese, y se sentase con él”. El etíope leía la profecía de Isaías referente a Cristo...
El eunuco preguntó: “¿De quién el profeta dice esto? ¿de sí, o de otro alguno?** Entonces Felipe le declaró la gran verdad de la redención. Comenzando desde dicho pasaje de la Escritura, "le anunció el evangelio de Jesús”.
El corazón del etíope se conmovió de interés cuando Felipe le explicó las Escrituras, y al terminar el discípulo, el hombre se mostró dispuesto a aceptar la luz que se le daba. No alegó su alta posición mundana como excusa para rechazar el Evangelio. “Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua; y dijo el eunuco: He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Y Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes.
Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro: y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y bautizóle (Los hechos de los apóstoles, pp. 88, 89).
Los que estudian la Biblia con oración, salen de cada investigación más sabios que antes. Algunas de sus dificultades han sido resueltas porque el Espíritu Santo ha hecho la obra de la cual se habla en el capítulo catorce de Juan: "Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi Nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho".
Sin esfuerzo ferviente, perseverante, no se obtiene nada que valga. la pena. En asuntos de negocios, solo quienes tienen voluntad de hacer una cosa, alcanzan buen éxito. No podemos esperar obtener un conocimiento de las cosas espirituales sin trabajo afanoso y ferviente. Los que obtienen las joyas de la verdad tienen que cavar por ellas como el minero cava para sacar el oro precioso oculto en la tierra. Nunca tendrán éxito los que trabajan indiferentemente y sin entusiasmo. Es necesario que los jóvenes como los mayores lean la Palabra de Dios, y no solo que la lean, sino que la estudien con diligente fervor, orando, creyendo e investigando. De este modo hallarán el tesoro escondido, pues el Señor avivará su entendimiento (Mensajes para los jóvenes, p. 183).
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