Miércoles 13 de noviembre:
La Ley y los profetas
Sería una escena muy agradable para Dios y los ángeles el que sus seguidores de esta generación se unieran como lo hizo el Israel de antaño (se refiere especialmente al reavivamiento de los días de Nehemías), en un pacto solemne, para guardar y cumplir todos los mandamientos, decretos y estatutos de Jehová nuestro Señor" (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo dia, t. 3, p. 1157).Nuestro Dios es un Padre tierno y misericordioso. Su servicio no debe mirarse como una cosa que entristece, como un ejercicio que desagrada. Debe ser un placer adorar al Señor y participar en su obra. Dios no quiere que sus hijos, a los cuales proporcionó una salvación tan grande, obren como si Él fuera un amo duro y exigente. El es nuestro mejor amigo; y cuando le adoramos quiere estar con nosotros, para bendecirnos y confortarnos llenando nuestro corazón de alegría y amor. El Señor quiere que sus hijos hallen consuelo en servirle y más placer que fatiga en su obra. El quiere que quienes vengan a adorarle se lleven pensamientos preciosos acerca de su amor y cuidado, a fin de que estén alentados en toda ocasión de la vida y tengan gracia para obrar honrada y fielmente en todo (El camino a Cristo, p. 103).
Los bienes de su Señor habían sido confiados al mayordomo infiel con propósitos de benevolencia; pero éste los había usado para sí. Así también había hecho Israel. Dios había elegido la simiente de Abraham. Con brazo poderoso la había librado de la servidumbre de Egipto. La había hecho depositaria de la verdad sagrada para bendición del mundo. Le había confiado los oráculos vivos para que comunicasen la luz a otros. Pero sus mayordomos habían empleado estos dones para enriquecerse y exaltarse a sí mismos...
Así sucedía en los días de Cristo, y así sucede hoy. Miremos la vida de muchos de los que aseveran ser cristianos. El Señor los ha dotado de capacidad, poder e influencia; les ha confiado dinero, a fin de que sean colaboradores con él en la gran redención. Todos estos dones han de ser empleados en beneficiar a la humanidad, en aliviar a los dolientes y menesterosos. Debemos alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos, cuidar de la viuda y los huérfanos, servir a los angustiados y oprimidos. Dios no quiso nunca que existiese la extensa miseria que hay en el mundo. Nunca quiso que un hombre tuviese abundancia de los lujos de la vida mientras que los hijos de otros llorasen por pan... Las riquezas debidamente empleadas realizarán mucho bien. Se ganarán almas para Cristo. El que sigue el plan de vida de Cristo verá en las cortes celestiales a aquellos por quienes ha trabajado y se ha sacrificado en la tierra (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 303, 307).
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