Miércoles 27 de noviembre:
El conocimiento de las condiciones gracias a las cuales continuarian gozando de prosperidad bajo la mano de Dios, añadió una solemnidad más que común al servicio de consagración que celebraron Esdras y su compañía de almas fieles precisamente antes de partir. Esdras declaró al respecto: “Y publiqué ayuno allí junto al río de Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para toda nuestra hacienda". “Ayunamos pues, y pedimos a nuestro Dios sobre esto, y él nos fue propicio". Vers. 21, 23 (Profetas y reves, p. 452).
La fe que es para salvación no es una fe casual, no es el mero consentimiento del intelecto; es la creencia arraigada en el corazón que acepta a Cristo como a un Salvador personal, segura de que él puede salvar perpetuamente a todos los que acuden a Dios mediante él. Creer que él salvará a otros pero que no te salvará a ti, no es fe genuina. Sin embargo, cuando el alma se aferra de Cristo como de la única esperanza de salvación, entonces se manifiesta la fe genuina. Esa fe induce a su poseedor a colocar todos los afectos del alma en Cristo. Su comprensión está bajo el dominio del Espíritu Santo y su carácter se modela de acuerdo con la semejanza divina. Su le no es muerta, sino una fc que obra por el amor y lo induce a contemplar la belleza de Cristo y a asimilarse al carácter divino (Mensajes selectos, t. 1, p. 458).
El cuidado ejercitado por Esdras al proveer para el transporte y la seguridad del tesoro de Dios enseña una lección que merece un estudio reflexivo. Se eligieron únicamente personas de carácter fidedigno, ya probado; y se las instruyó con claridad acerca de la responsabilidad que les incumbia. Al designar magistrados fieles para que actuasen como tesoreros de los bienes del Señor, Esdras reconoció la necesidad y el valor del orden y la organización en lo relativo a la obra de Dios.
La fe que es para salvación no es una fe casual, no es el mero consentimiento del intelecto; es la creencia arraigada en el corazón que acepta a Cristo como a un Salvador personal, segura de que él puede salvar perpetuamente a todos los que acuden a Dios mediante él. Creer que él salvará a otros pero que no te salvará a ti, no es fe genuina. Sin embargo, cuando el alma se aferra de Cristo como de la única esperanza de salvación, entonces se manifiesta la fe genuina. Esa fe induce a su poseedor a colocar todos los afectos del alma en Cristo. Su comprensión está bajo el dominio del Espíritu Santo y su carácter se modela de acuerdo con la semejanza divina. Su le no es muerta, sino una fc que obra por el amor y lo induce a contemplar la belleza de Cristo y a asimilarse al carácter divino (Mensajes selectos, t. 1, p. 458).
El cuidado ejercitado por Esdras al proveer para el transporte y la seguridad del tesoro de Dios enseña una lección que merece un estudio reflexivo. Se eligieron únicamente personas de carácter fidedigno, ya probado; y se las instruyó con claridad acerca de la responsabilidad que les incumbia. Al designar magistrados fieles para que actuasen como tesoreros de los bienes del Señor, Esdras reconoció la necesidad y el valor del orden y la organización en lo relativo a la obra de Dios.
Durante los pocos días que los israelitas esperaron al lado del río, se terminaron todos los preparativos para el largo viaje. Escribió Esdras: “Y partimos del río de Ahava el doce del mes primero, para ir a Jerusalén: y la mano de nuestro Dios fue sobre nosotros, el cual nos libró de mano de enemigo y de acechador en el camino". Vers. 31. El viaje ocupó más o menos cuatro meses, pues la multitud que acompañaba a Esdras y sumaba en total varios millares de personas, incluía mujeres y niños y exigia que se avanzase lentamente. Pero todos fueron guardados sanos y salvos; sus enemigos fueron refrenados de hacerles daño. Su viaje fue próspero; y en el primer día del quinto mes, en el año séptimo de Artajerjes, llegaron a Jerusalén (Profetas y reyes, p. 453).
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