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DANIEL - Lección 1T 2020

DANIEL

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INTRODUCCIÓN

DANIEL EL PROFETA DEL FIN

A medida que el siglo XIX desaparecía al entrar el siglo XX, un sentido de optimismo invadió Occidente. De la mano de la ciencia y la tecnología, la humanidad avanzaba hacia una edad de oro, un futuro de posibilidades maravillosas en que finalmente acabarían la guerra, la pestilencia, la pobreza y el hambre. Esa era la expectativa, al menos.

Por supuesto, el siglo XX demostró que esta esperanza no solo es falsa, sino también necia e ingenua. Esto ayuda a explicar por qué cuando entramos en el siglo XXI no hubo gran optimismo por un futuro mejor.

Desde una perspectiva mundana, al parecer el mundo todavía está en una condición bastante lamentable y, lo que es peor, tiene pocas probabilidades de mejorar. La humanidad actual parece ser tan propensa a la codicia, la opresión, la violencia, la conquista, la explotación y la autodestrucción como lo fueron sus antepasados de otras épocas. Mientras tanto, muchos de nuestros grandes avances tecnológicos, aunque a veces hacen contribuciones positivas a la humanidad, han acelerado los males antes mencionados.

Por supuesto, nada de esto debería sorprendernos con textos como: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9), o: “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mat. 24:7).

Sin embargo, en medio de toda esta desesperación y calamidad, tenemos el libro de Daniel, nuestro estudio para este trimestre; un libro que es especialmente relevante para los que vivimos en el ayt qatz, “el tiempo del fin” (Dan. 12:9). Y eso se debe a que en las santas páginas de Daniel tenemos evidencias poderosas y racionales que confirman nuestra creencia en Dios, en el Señor Jesucristo y su muerte en la Cruz, como así también en la promesa de su regreso y todo lo que este conlleva.

Piénsalo. En Daniel, de principio a fin (caps. 2, 7, 8, 11), se nos ha dado, desde varios ángulos, la siguiente secuencia de imperios: Babilonia, Medopersia, Grecia, Roma y el Reino eterno de Dios después de la Segunda Venida. Desde nuestra perspectiva actual, en el tiempo en que vivimos, podemos ver que todos los reinos mundanos surgieron y desaparecieron según lo previsto. O, en el caso de Roma, surgió y está vigente, al menos por ahora, tal como lo escribió Daniel. Se lo representa en los pies y los dedos de los pies de Daniel 2:33 y 41, y se manifiesta en las naciones todavía divididas de Europa, así como en la propia iglesia romana. Por lo tanto, tenemos una confirmación de la profecía bíblica sumamente amplia y sólida de la historia del mundo, que alguien que vivió en la época de Babilonia, Grecia o incluso en los primeros días de Roma no podría haber tenido.

Al vivir a esta altura en la escala de tiempo profético, también podemos ver que Daniel estaba en lo cierto acerca de todos estos reinos; por lo tanto, tenemos aún más razones para confiar en él con respecto a lo único que todavía está por venir: el Reino eterno de Dios, después de la Segunda Venida.

Sí, el libro de Daniel continúa siendo un documento poderoso que confirma la fe; especialmente para los adventistas del séptimo día, que encuentran en sus páginas textos seminales para nuestra iglesia, especialmente Daniel 8:14: “Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el Santuario será purificado”. Este versículo es paralelo a Daniel 7:22, 26 y 27, que muestran que después del gran Juicio celestial, dado “al pueblo de los santos del Altísimo”, se establecerá el Reino eterno de Dios. En contraste con los imperios fugaces y terrenales, este durará para siempre.

No obstante, además del “panorama general”, vemos cuán cerca puede estar Cristo de nosotros, individualmente. Desde el sueño del rey Nabucodonosor hasta la liberación de Daniel del foso de los leones, el libro nos muestra la inmanencia de Dios, o su proximidad con nosotros; como Daniel le dijo al malvado rey Belsasar, él es el Dios “en cuya mano está tu vida, y cuyos son todos tus caminos” (Dan. 5:23).

En síntesis, el libro de Daniel, nuestro estudio para este trimestre, continúa siendo lo que era cuando se escribió hace miles de años: una revelación poderosa del amor y el carácter de nuestro Señor Jesucristo.

Elias Brasil de Souza se desempeña como director del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. Obtuvo su doctorado en Exégesis y Teología del Antiguo Testamento en la Universidad Andrews.


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