Domingo 15 de diciembre:
Ser lector del libro de la ley —que contiene un “así dice Jehová” era considerado por Josías como el puesto más elevado que pudiera ocupar… La obra más encumbrada de los príncipes de Israel —de médicos, de maestros en nuestras escuelas, tanto como de ministros y de los que están en puestos de responsabilidad en los establecimientos del Señor— es cumplir con la misión que descansa sobre ellos de fijar las Escrituras en la mente de la gente como un clavo en un lugar seguro, de usar los talentos recibidos de Dios para impresionar la verdad de que “el principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. Para los dirigentes de Israel el propagar un conocimiento de las Escrituras en todos sus confines es promover la salud espiritual, pues la Palabra de Dios es una hoja del árbol de la vida (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 2, p. 1033).
Una mala influencia tiene un poder que tiende a perpetuarse. Ojalá yo pudiera presentar este asunto delante del pueblo observador de los mandamientos de Dios tal como me ha sido mostrado. Que el triste recuerdo de la apostasía de Salomón sirva de advertencia a cada alma a fin de que evite el mismo precipicio. Su debilidad y pecado se han transmitido de generación en generación. El rey más excelso que jamás ha empuñado un cetro, de quien se dijo que era el amado de Dios, llegó a contaminarse y fue miserablemente abandonado por su Dios porque colocó erróneamente sus afectos. El gobernante más poderoso de la tierra había fracasado en gobernar sus propias pasiones. Salomón puede haber sido salvado “como por fuego”, y sin embargo su arrepentimiento no pudo destruir los lugares altos ni demoler las piedras que quedaron como pruebas de sus crímenes. Deshonró a Dios, eligiendo más bien ser dominado por la concupiscencia que ser participante de la naturaleza divina (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 2, p. 1025).
Ningún dirigente de la iglesia debe aconsejar, ninguna junta debe recomendar, ni ninguna iglesia debe votar que el nombre de alguno que hace mal sea borrado de los libros de la iglesia, antes que se hayan seguido fielmente las instrucciones dadas por Cristo. Cuando se haya hecho esto, la iglesia estará libre de responsabilidad delante de Dios. El mal debe entonces presentarse tal cual es, y debe ser quitado, a fin de que no se difunda más. Deben preservarse la salud y pureza de la iglesia, para que esté delante de Dios sin mácula, vestida con las ropas de la justicia de Cristo.
Si el que yerra se arrepiente y se somete a la disciplina de Cristo, se le ha de permitir probar otra vez. Y aún si no se arrepiente, si queda fuera de la iglesia, los siervos de Dios tienen todavía una obra que hacer en su favor. Deben tratar con fervor de ganarlo para que se arrepienta. Y por grave que haya sido su delito, si cede a la influencia del Espíritu Santo, y por confesión y abandono de su pecado da evidencia de arrepentimiento, se le ha de perdonar y dar otra vez la bienvenida en el redil (Obreros evangélicos, p. 518).
A REACCIÓN DE NEHEMÍAS
Una mala influencia tiene un poder que tiende a perpetuarse. Ojalá yo pudiera presentar este asunto delante del pueblo observador de los mandamientos de Dios tal como me ha sido mostrado. Que el triste recuerdo de la apostasía de Salomón sirva de advertencia a cada alma a fin de que evite el mismo precipicio. Su debilidad y pecado se han transmitido de generación en generación. El rey más excelso que jamás ha empuñado un cetro, de quien se dijo que era el amado de Dios, llegó a contaminarse y fue miserablemente abandonado por su Dios porque colocó erróneamente sus afectos. El gobernante más poderoso de la tierra había fracasado en gobernar sus propias pasiones. Salomón puede haber sido salvado “como por fuego”, y sin embargo su arrepentimiento no pudo destruir los lugares altos ni demoler las piedras que quedaron como pruebas de sus crímenes. Deshonró a Dios, eligiendo más bien ser dominado por la concupiscencia que ser participante de la naturaleza divina (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 2, p. 1025).
Ningún dirigente de la iglesia debe aconsejar, ninguna junta debe recomendar, ni ninguna iglesia debe votar que el nombre de alguno que hace mal sea borrado de los libros de la iglesia, antes que se hayan seguido fielmente las instrucciones dadas por Cristo. Cuando se haya hecho esto, la iglesia estará libre de responsabilidad delante de Dios. El mal debe entonces presentarse tal cual es, y debe ser quitado, a fin de que no se difunda más. Deben preservarse la salud y pureza de la iglesia, para que esté delante de Dios sin mácula, vestida con las ropas de la justicia de Cristo.
Si el que yerra se arrepiente y se somete a la disciplina de Cristo, se le ha de permitir probar otra vez. Y aún si no se arrepiente, si queda fuera de la iglesia, los siervos de Dios tienen todavía una obra que hacer en su favor. Deben tratar con fervor de ganarlo para que se arrepienta. Y por grave que haya sido su delito, si cede a la influencia del Espíritu Santo, y por confesión y abandono de su pecado da evidencia de arrepentimiento, se le ha de perdonar y dar otra vez la bienvenida en el redil (Obreros evangélicos, p. 518).
Comentarios
Publicar un comentario