Domingo 29 de diciembre
CRISTO: EL CENTRO DE DANIEL
La Biblia ha acumulado y reunido sus tesoros para esta última generación. Todos los grandes eventos y las solemnes transacciones de la historia del Antiguo Testamento, han sido repetidas y se están repitiendo en la iglesia en estos últimos días. Moisés todavía habla, enseñando la negación de sí mismo al desear que él mismo fuera borrado del libro de la vida en favor de sus semejantes, a fin de que ellos se salvaran. David encabeza la [el acto de] intercesión de la iglesia a favor de la salvación de almas hasta los confines de la tierra. Los profetas todavía testifican de los sufrimientos de Cristo y de la gloria que debía seguir. Allí todas las verdades acumuladas se nos presentan con fuerza para que aprovechemos sus enseñanzas. Estamos bajo la influencia de todas ellas. ¿Qué clase de personas debemos ser nosotros, a quienes ha sido dada toda esta rica luz como herencia? Al concentrarse toda la influencia del pasado con una luz nueva y acrecentada del presente, a todos los que la siguen se les da un poder intensificado. Su fe aumentará y se pondrá en ejercicio en el tiempo presente, despertando una energía y un fervor intensamente ampliado; y en base a una dependencia de Dios y de su poder, llenarán el mundo y enviarán la luz del Sol de Justicia hasta los confines de la tierra. (Mensajes Selectos pp. 328,329)
La nota predominante de la predicación de Cristo era: “El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio.” Así el mensaje evangélico, tal como lo daba el Salvador mismo, se basaba en las profecías. El “tiempo” que él declaraba cumplido, era el período dado a conocer a Daniel por el ángel Gabriel. “Setenta semanas—dijo el ángel—están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para acabar la prevaricación, y concluir el pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la justicia de los siglos, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.” (El Deseado de todas las gentes pp. 194,195)
El Antiguo Testamento derrama luz sobre el Nuevo, y el Nuevo sobre el Antiguo. Cada uno es una revelación de la gloria de Dios en Jesús. Cristo manifestado a los patriarcas, simbolizado en los servicios de los sacrificios, esbozado en la ley, y revelado por los profetas, constituye las riquezas del Antiguo Testamento. Cristo en su vida, en su muerte y su resurrección; Cristo manifestado por el Espíritu Santo, es el tesoro del Nuevo. Tanto el Nuevo como el Antiguo Testamento presentan verdades que revelan continuamente nuevas profundidades de significado al que las busca fervorosamente.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 446.
Las palabras de Cristo son el pan de vida. Al comer sus palabras, la comprensión de los discípulos fue avivada. Comprendieron mejor el valor de las enseñanzas del Salvador. El discernimiento de estas verdades los hizo pasar de la oscuridad del alba a la brillantez del mediodía. Lo mismo sucederá con nosotros al estudiar la Palabra de Dios.—The Signs of the Times, 4 de abril de 1906.
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