Los dirigentes del templo se corrompen
Cuando por un tiempo dejó de sentir la influencia de Esdras y Nehemías, muchos se apartaron del Señor. Nehemías había vuelto a Persia. Durante su ausencia de Jerusalén se infiltraron males que amenazaban con pervertir a la nación. No sólo penetraron idólatras en la ciudad, sino que contaminaban con su presencia las mismas dependencias del templo. Mediante alianzas matrimoniales se había creado amistad entre el sumo sacerdote Eliasib y Tobías el amonita, acerbo enemigo de Israel. Como resultado de esta alianza profana, Eliasib había permitido a Tobías que ocupase una dependencia del templo hasta entonces utilizada como almacén para los diezmos y ofrendas del pueblo.Debido a la crueldad y traición de los amonitas y moabitas para con Israel, Dios había declarado por Moisés que debía mantenérselos para siempre excluídos de la congregación de su pueblo. Deuteronomio 23:3-6. Desafiando estas instrucciones, el sumo sacerdote había sacado las ofrendas de la cámara situada en la casa de Dios, para dar lugar a aquel representante de una raza proscrita. No podría haberse manifestado mayor desprecio hacia Dios que el revelado al conferir un favor tal a ese enemigo de Dios y de su verdad (Profetas y reyes, p. 669).
Si los hermanos dirigentes no cumplen fielmente su deber, los dirigidos no cumplirán el suyo. Los que están a la cabeza de la obra… deben ser ejemplos del rebaño en todo lugar. Si hacen esto, tendrán una gran recompensa. Si no hacen esto y de todos modos aceptan tales posiciones, tendrán que dar una cuenta pavorosa (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 678).
Vivimos en tiempos peligrosos. Los adventistas profesan ser el pueblo de Dios que guarda los mandamientos, pero están perdiendo su espíritu de devoción. El espíritu de reverencia a Dios enseña a los hombres cómo deben aproximarse a su Hacedor: con santidad y respeto mediante la fe, no en sí mismos, sino en un Mediador. Así es como el hombre se mantiene seguro bajo cualquier circunstancia en que se lo coloque. El hombre debe ponerse de rodillas, como un súbdito de la gracia, cuando suplica ante el estrado de la misericordia. Y puesto que recibe diariamente los dones de la mano de Dios, siempre debería tener gratitud en el corazón y expresarla en palabras de agradecimiento y alabanza por esos favores inmerecidos. Los ángeles han guardado su camino durante toda su vida, y no ha visto muchas de las trampas de las que ha sido librado. Y en vista de esa protección y esos cuidados prestados por seres cuyos ojos nunca dormitan ni duermen, debe reconocer en cada oración el servicio que Dios realiza por él (Mensajes selectos, t. 2, p. 363).
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