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Lunes 9 de diciembre: Los levitas en los campos

Lunes 9 de diciembre:

Los levitas en los campos

El diezmo es sagrado y ha sido reservado por Dios para sí mismo. Hay que traerlo a su tesorería para que se use en el sostén de los obreros evangélicos….

Algunos no han estado satisfechos y han dicho: “No seguiré pagando el diezmo, porque no tengo confianza en la forma como se administran las cosas en el corazón de la obra. ¿Pero robaréis a Dios porque pensáis que la dirección de la obra no es adecuada? Presentad vuestras quejas claramente y con franqueza, con el espíritu debido y a las personas responsables. Pedid que se hagan los ajustes necesarios; pero no retengáis lo que le corresponde a la obra de Dios, y no seáis infieles, porque otras personas no están obrando correctamente (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 200).

La obra de evangelizar el mundo ha sido gravemente obstaculizada a causa del egoísmo personal. Algunos, aun entre los cristianos profesos, son incapaces de ver que la obra del Evangelio debe ser sostenida por los recursos que Cristo les ha dado. Se necesita dinero para que la obra que se efectúa en todo el mundo pueda continuar realizándose…. Hay hombres listos para ir como mensajeros del Señor, pero por falta de recursos en la tesorería, no pueden ser enviados a donde la gente está rogando que vaya alguien a enseñarles la verdad.

Hay muchos en nuestro mundo que anhelan escuchar la palabra de vida. ¿Pero cómo pueden oírla sin un predicador? ¿Y cómo podrían vivir sin sostén los que sean enviados a enseñarles? Dios desea que las vidas de sus obreros sean sostenidas con cuidado. Son su propiedad, y él es deshonrado cuando ellos se ven compelidos a trabajar en una forma que perjudica su salud. El es también deshonrado cuando los obreros no pueden ser enviados a lugares necesitados por falta de recursos (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 42).

El verdadero cristiano es siervo de Cristo. Su obra en favor de Cristo debe ser perfectamente bien hecha. No debe permitir que nada desvíe su mente de su obra. Puede atender como se debe otros asuntos, pero deben ocupar un segundo lugar, pues el servicio de Cristo requiere todo su ser: el corazón, la mente, el alma y la fuerza. El Señor no aceptará un corazón dividido. Espera que hagamos lo mejor. Y nada que se haga fielmente por él será insignificante a su vista.

Cada cual debe hacer la obra que Dios le ha asignado. Deberíamos estar dispuestos a prestar pequeños servicios, llevar a cabo las cosas que se deben hacer, que alguien las debe hacer, aprovechando las pequeñas oportunidades. Si éstas fueran las únicas que se nos presentan, aún así debemos trabajar fielmente….

Cuando alguien ama a Dios por sobre todas las cosas y a su prójimo como a sí mismo, no se va a detener a averiguar si lo que puede hacer le va a proporcionar mucho o poco. Hará el trabajo, y aceptará el sueldo que se le ofrezca. No va a dar el mal ejemplo de rechazar un empleo porque no puede recibir un sueldo tan bueno como a él le parece que debiera recibir (Cada día con Dios, p. 159).

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