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Martes 10 de diciembre: Diezmos y ofrendas

Martes 10 de diciembre: 

Diezmos y ofrendas

Dios extiende su mano sobre los diezmos tanto como sobre los donativos y las ofrendas, y dice: “Esto me pertenece. Cuando os confié mis bienes especifiqué que una parte debía ser vuestra, para suplir vuestras necesidades, y otra porción debía devolvérseme”.

Cuando reuníais vuestra cosecha y llenabais vuestros galpones y graneros para vuestra propia comodidad, ¿devolvisteis a Dios fielmente el diezmo? ¿Le presentasteis vuestros donativos y ofrendas para que su causa no sufriera? ¿Habéis cuidado de los huérfanos y las viudas? Esto constituye un ramo de la actividad misionera que por ninguna razón debería descuidarse (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 50).

Dios está constantemente derramando sobre vosotros las bendiciones de esta vida; y si os pide que ayudéis en los diversos ramos de su obra, lo hace en vuestro propio interés temporal y espiritual, para que así reconozcáis que Dios es el dador de toda bendición. Dios, como Obrero principal colabora con los hombres en la tarea de proporcionar los medios necesarios para su mantenimiento; por eso requiere que ellos colaboren con él en la salvación de las almas. Ha colocado en manos de sus siervos los recursos necesarios para promover su obra en las misiones nacionales y extranjeras. Pero si tan sólo la mitad de la gente cumple con su deber, la tesorería carecerá de los fondos necesarios, y como resultado muchas partes de la obra de Dios quedarán incompletas (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 51).

Dios pudo haber llevado acabo su obra en el mundo, haber provisto para los pobres, sin la colaboración de los hombres. Él pide nuestro servicio y nuestros dones, no solo para que así manifestemos nuestro amor por él y por nuestros semejantes, sino porque el servicio y el sacrificio en bien de los demás fortalece el espíritu de benevolencia en el corazón del dador y nos alía más de cerca con aquel que fue rico, más por nuestro bien se hizo pobre, para que por medio de su pobreza pudiésemos ser ricos. Solo así habremos de imitar el ejemplo del Salvador a fin de que nuestros caracteres se desarrollen a semejanza de él (In Heavenly Places, p. 303).

Ahora, precisamente ahora, todo el que pretende ser hijo de Dios debiera traer de sus medios a la tesorería del Señor, a fin de que haya una provisión de la cual extraer medios para proveer a los obreros de lo necesario para entrar en nuevos lugares a fin de presentar la verdad a los que nunca la han oído. No debe haber escasez en la tesorería del Señor. Es de su tesoro de donde Dios suple todas nuestras necesidades. ¿Seremos solamente consumidores? ¿No debiéramos ser productores, dando de nuestros medios a fin de que la verdad pueda ser presentada a mucha gente que reconocerá el mensaje y devolverá, a su vez, a Dios?…

No debemos recibir solamente los dones de Dios. Con un sentido pleno de nuestra responsabilidad debemos devolverle lo que es suyo, a fin de que haya abundancia de medios en su tesorería para el avance de su obra, una abundancia de la cual sus obreros pueden extraer lo necesario para llevar el mensaje de ciudad en ciudad, y de país en país. Debiera proveerse a los abnegados obreros de Dios con los medios suficientes para hacer de su obra un éxito (Alza tus ojos, p. 358).

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