Miércoles, 1 de enero:
"Estando completamente convencido - dice Miller de que toda Escritura divinamente inspirada es útil (2 Timoteo 3:16): que en ningún tiempo fue dada por voluntad de hombre, sino que fue escrita por hombres santos inspirados del Espíritu Santo (2 Pedro 1:21), y esto 'para nuestra enseñanza' 'para que por la paciencia, y por la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza' (Romanos 15:4), no pude menos que considerar las partes cronológicas de la Biblia tan pertinentes a la Palabra de Dios y tan acreedoras a que las tomáramos en cuenta como cualquiera otra parte de las Sagradas Escrituras. Pensé por consiguiente que al tratar de comprender lo que Dios, en su misericordia, había juzgado conveniente revelarnos, yo no tenía derecho para pasar por alto los períodos proféticos"...
La profecia que parecía revelar con la mayor claridad el tiempo del segundo advenimiento, era la de Daniel 8:14: "Hasta dos mil y tres cientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario" (VM). Siguiendo la regla que se había impuesto, de dejar que las Sagradas Escrituras se interpretasen a sí mismas, Miller llegó a saber que un día en la profecía simbólica representa un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6); vio que el período de los 2.300 días proféticos, o años literales, se cxtendía mucho más allá del fin de la era judaica, y que por consiguiente no podía referirse al Santuario de aquella economía (El conflicto de los siglos, p. 324).
El tiempo en que iban a producirse el primer advenimiento y algunos de los principales acontecimientos relacionados con la vida y la obra del Salvador, fue comunicado a Daniel por el ángel Gabriel. Dijo este: "Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para acabar la prevaricación, y concluir el pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la justicia de los siglos, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos". Daniel 9:24. En la profecia un día representa un año. Véase Números 14:34; Ezequiel 4:6 (Profetas y reyes, p. 514).
Dios ha puesto en su propia potestad los tiempos y las sazones [hablando del regreso de Cristol. ¿Y por qué no nos ha dado Dios ese conocimiento? Porque si lo hiciera, no lo usaríamos debidamente. Ese conocimiento provocaría entre los hermanos un resultado que retardaria grandemente la obra de Dios de preparar a un pueblo que pueda resistir en el gran día venidero. No hemos de vivir dependiendo de la excitación originada por fechas especiales. No hemos de enfrascarnos en especulaciones en cuanto a los tiempos y las sazones que no ha revelado Dios. Jesús ha dicho a sus discípulos que velen, pero no fijándose en una fecha definida. Sus seguidores han de estar en la posición de los que están atentos a las órdenes de su Capitán. Han de velar, esperar, orar y trabajar a medida que se acercan al tiempo de la venida del Señor, pero nadie podrá predecir precisamente cuándo será ese tiempo, pues "no sabéis el día ni la hora”. No podréis decir que Cristo vendrá dentro de uno, dos o cinco años; tampoco debéis posponer su venida diciendo que quizá no se produzca ni en diez ni en veinte años (Mensajes selectos, t. 1, pp. 221, 222).
La profecia que parecía revelar con la mayor claridad el tiempo del segundo advenimiento, era la de Daniel 8:14: "Hasta dos mil y tres cientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario" (VM). Siguiendo la regla que se había impuesto, de dejar que las Sagradas Escrituras se interpretasen a sí mismas, Miller llegó a saber que un día en la profecía simbólica representa un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6); vio que el período de los 2.300 días proféticos, o años literales, se cxtendía mucho más allá del fin de la era judaica, y que por consiguiente no podía referirse al Santuario de aquella economía (El conflicto de los siglos, p. 324).
El tiempo en que iban a producirse el primer advenimiento y algunos de los principales acontecimientos relacionados con la vida y la obra del Salvador, fue comunicado a Daniel por el ángel Gabriel. Dijo este: "Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para acabar la prevaricación, y concluir el pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la justicia de los siglos, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos". Daniel 9:24. En la profecia un día representa un año. Véase Números 14:34; Ezequiel 4:6 (Profetas y reyes, p. 514).
Dios ha puesto en su propia potestad los tiempos y las sazones [hablando del regreso de Cristol. ¿Y por qué no nos ha dado Dios ese conocimiento? Porque si lo hiciera, no lo usaríamos debidamente. Ese conocimiento provocaría entre los hermanos un resultado que retardaria grandemente la obra de Dios de preparar a un pueblo que pueda resistir en el gran día venidero. No hemos de vivir dependiendo de la excitación originada por fechas especiales. No hemos de enfrascarnos en especulaciones en cuanto a los tiempos y las sazones que no ha revelado Dios. Jesús ha dicho a sus discípulos que velen, pero no fijándose en una fecha definida. Sus seguidores han de estar en la posición de los que están atentos a las órdenes de su Capitán. Han de velar, esperar, orar y trabajar a medida que se acercan al tiempo de la venida del Señor, pero nadie podrá predecir precisamente cuándo será ese tiempo, pues "no sabéis el día ni la hora”. No podréis decir que Cristo vendrá dentro de uno, dos o cinco años; tampoco debéis posponer su venida diciendo que quizá no se produzca ni en diez ni en veinte años (Mensajes selectos, t. 1, pp. 221, 222).
Comentarios
Publicar un comentario