Domingo 26 de enero
"¿No es esta la gran Babilonia?"
Nabucodonosor hizo caso omiso del mensaje celestial. Un año después de haber sido advertido, mientras caminaba por su palacio se dijo a sí mismo: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué...?” El Dios del cielo leyó el corazón del rey y escuchó sus murmullos de autoexaltación... “Vino una voz del cielo... El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere. En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres”.—The Review and Herald, 8 de septiembre de 1896. (Conflicto y valor p. 263)
No existen cargos que sean tan elevados que Dios no pueda separar de ellos a quienes los ocupan. No existe una humillación tan grande de la cual Dios no pueda elevar a hombres humildes para que disfruten de las bendiciones más abundantes. El Señor obra para humillar el orgullo humano en cualquier persona que lo ostente, para que aprenda a desarrollar un espíritu de verdadera sumisión a su voluntad. No puede trabajar con hombres que contrarrestan sus propósitos. Los que usan sus capacidades perceptivas para crear un orden de cosas que pone de lado los propósitos de Dios, perderán sus facultades, las cuales si se ejercieran debidamente se habrían aumentado y fortalecido. Dios honra a los que lo buscan sinceramente, humillando el yo y exaltándolo a él. Pero cuando no consienten en tomar en cuenta el consejo de Dios, su sabiduría les es quitada. Pierden la capacidad de
conocer a Dios y a Jesucristo a quien él envió.—Carta 35, 1900. (El ministerio de publicaciones pp. 124,125)
conocer a Dios y a Jesucristo a quien él envió.—Carta 35, 1900. (El ministerio de publicaciones pp. 124,125)
La fortaleza de las naciones y los individuos no se funda en las oportunidades ni los elementos que parecen hacerlos invencibles; no se la halla tampoco en su pregonada grandeza; lo único que puede hacerlas grandes o fuertes es el poder y el propósito de Dios. Ellas mismas, mediante su actitud hacia su propósito, deciden su propio destino.
La historia humana relata los logros del hombre, sus victorias en la guerra, su éxito en su propósito de escalar las alturas de la grandeza mundanal. La historia, tal como Dios la ve, presenta al hombre desde el punto de vista del cielo. En los registros divinos todo su mérito consiste en obedecer los requerimientos de Dios. Se anota su desobediencia con toda fidelidad, como merecedora del castigo que seguramente recibirá... (Cada día con Dios p.364)
A la luz de la eternidad se revelará que Dios trata a los hombres de acuerdo con la cuestión importantísima de la obediencia o la desobediencia (This Day With God, p. 352)
Al borracho se le desprecia y se le dice que su pecado le excluirá del cielo, mientras que demasiado a menudo el orgullo, el egoísmo y la codicia no son reprendidos. Sin embargo, son pecados que ofenden en forma especial a Dios, porque contrarían la benevolencia de su carácter, ese amor abnegado que es la misma atmósfera del universo que no ha caído. El que comete alguno de los pecados más groseros puede avergonzarse y sentir su pobreza y necesidad de la gracia de Cristo; pero el orgulloso no siente necesidad alguna y así cierra su corazón a Cristo y se priva de las infinitas bendiciones que El vino a derramar. (El camino a Cristo p.22)
Comentarios
Publicar un comentario