Martes, 14 de enero: La imagen, primera parte
Los cautivos judíos se presentan ante el rey del más poderoso imperio sobre el cual hubiera brillado el sol. El gobernante se encuentra en gran perplejidad en medio de sus riquezas y su gloria; pero el joven exiliado está lleno de paz y felicidad en su Dios. Ahora, si alguna vez había de ser, era el tiempo en que Daniel podía exaltarse a sí mismo, y destacar su propia bondad y sabiduría. Pero su primer esfuerzo lo hace para renunciar a todo honor para sí mismo, y exaltar a Dios como la fuente de la sabiduría:“El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días". Daniel 2:27, 28. El rey escucha con solemne atención mientras todo detalle del sueño es reproducido; cuando la interpretación es dada con fidelidad, siente que puede confiar en ella como en una revelación divina.
Las solemnes verdades contenidas en esta visión nocturna, hicieron una profunda impresión en la mente del soberano, y con humildad y pavor cayó de hinojos y adoró, diciendo: "Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios". Daniel 2:47 (La edificación del carácter, pp. 33, 34).
Consideremos el caso de Daniel. Cuando fue llamado a presentarse ante el rey Nabucodonosor, no vaciló en reconocer la fuente de su sabiduría. ¿Acaso este reconocimiento fiel de Dios menoscabó la influencia de Daniel en la corte del rey? De ninguna manera; más bien fue el secreto de su poder y le aseguró el favor del príncipe de Babilonia. En el nombre de Dios, Daniel hizo conocer al rey los mensajes de instrucción, amonestación y reprensión que mandaba el cielo, y no fue rechazado.
Lean los obreros de Dios hoy el testimonio firme y osado de Daniel, y sigan su ejemplo (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 146).
El verdadero cristiano debe sentir siempre que depende de su Hacedor. Y no se avergonzará de reconocer esta dependencia. Como Daniel, no se atribuirá méritos a sí mismo. Dará todo el honor a Dios, haciendo conocer tanto a los mundanos como a sus hermanos que depende del Señor, y quitará de su vida todo aquello que contriste al Espíritu Santo. Como Daniel, aprovechará cada oportunidad para aumentar sus conocimientos. Comerciará con los talentos que el Señor le ha dado de acuerdo a los principios santos especificados en la Palabra y esto multiplicará su habilidad... Si Dios da sabiduría a un hombre, su conducta estará en armonía con la voluntad de Dios, y los que se conecten con él tendrán confianza en su criterio para idear y planear para el progreso y el avance de la obra de Dios en la salvación de las almas que están a punto de perecer. El apóstol Pedro dice: "Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder". 2 Pedro 1:2, 3 (Alza tus ojos, p. 156).
Comentarios
Publicar un comentario