Miércoles, 8 de enero:
El proleta Daniel fue un personaje ilustre. Fue un brillante ejemplo de lo que los hombres pueden llegar a ser cuando se unen con el Dios de toda sabiduría. Se nos ha dejado un breve relato de la vida de este santo hombre de Dios para ánimo de aquellos que en lo sucesivo sean llamados a soportar pruebas y tentaciones.
Cuando el pueblo de Israel, su rey, sus nobles y sacerdotes, fueron llevados a la cautividad, se eligieron de entre ellos cuatro personas para servir en la corte del rey de Babilonia. Uno de éstos era Daniel, quien en su temprana juventud prometía llegar a la notable capacidad desarrollada en los años posteriores. Estos jóvenes eran todos de principesco abolengo, y se los describe como muchachos en quienes no había “tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey" (Reflejemos a Jesus, p. 77).
Cuando, al principio del reinado de Joaquim, Nabucodonosor sitió por primera vez a Jerusalén y la tomó, se llevó a Daniel y a sus com pañeros, juntamente con otros especialmente escogidos para el servicio de la corte babilónica; y la fe de los cautivos hebreos lue probada hasta lo sumo. Pero los que habían aprendido a poner su confianza en las promesas de Dios hallaron que estas bastaban para todo lo que eran lla mados a soportar durante su estada en una tierra extraña. Las Escrituras resultaron ser su guía y apoyo (Profetas y reyes, pp. 315, 316).
El mundo caído es el campo de batalla del mayor conflicto que el universo celestial y los poderes de la tierra bayan presenciado jamás. Fue señalado como el escenario en el cual se libraría la mayor lucha entre el bien y el mal, entre el cielo y el infierno. Todo ser humano des empeña una parte en este conflicto. Nadie puede permanecer en terreno neutral. Los hombres pueden aceptar o rechazar al Redentor del mundo.
Todos son testigos, en favor o en contra de Cristo. Cristo llama a los que se alistan bajo su estandarte para que entren con él en el conflicto como fieles soldados, para que puedan heredar la corona de la vida.
Cada día debemos librar combates. Una gran batalla se libra en cada alma, entre el príncipe de las tinieblas y el de la vida... Como instrumentos de Dios, debéis someteros a él, para que el pueda planear, dirigir y librar la batalla por vosotros, con vuestra cooperación. El Príncipe de la vida está al frente de su obra. Os acompañará en vuestro combate cotidiano contra el yo, para que podáis ser leales a los principios, para que la pasión, cuando luche por obtener el predominio, sea sometida por la gracia de Cristo, para que salgáis más que vencedores por medio de Aquel que nos amo. Jesús ha estado en el campo de batalla. Conoce el poder de cada tentación. Sabe cómo afrontar cada emergencia, y cómo guiaros por toda senda de peligro (La maravillosa gracia de Dios, p. 36). Así como Dios llamó a Daniel para que testificase por él en Babilonia, nos llama hoy a nosotros para que seamos sus testigos en el mundo. Tanto en los asuntos menores como en los mayores de la vida, desea que revelemos a los hombres los principios de su reino. Muchos están aguardando que se les dé algo grande que hacer mientras desper dician diariamente las oportunidades que tienen de ser fieles a Dios. Diariamente dejan de cumplir con todo el corazón los deberes pequeños de la vida (Conflicto y valor, p. 249).
Cuando el pueblo de Israel, su rey, sus nobles y sacerdotes, fueron llevados a la cautividad, se eligieron de entre ellos cuatro personas para servir en la corte del rey de Babilonia. Uno de éstos era Daniel, quien en su temprana juventud prometía llegar a la notable capacidad desarrollada en los años posteriores. Estos jóvenes eran todos de principesco abolengo, y se los describe como muchachos en quienes no había “tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey" (Reflejemos a Jesus, p. 77).
Cuando, al principio del reinado de Joaquim, Nabucodonosor sitió por primera vez a Jerusalén y la tomó, se llevó a Daniel y a sus com pañeros, juntamente con otros especialmente escogidos para el servicio de la corte babilónica; y la fe de los cautivos hebreos lue probada hasta lo sumo. Pero los que habían aprendido a poner su confianza en las promesas de Dios hallaron que estas bastaban para todo lo que eran lla mados a soportar durante su estada en una tierra extraña. Las Escrituras resultaron ser su guía y apoyo (Profetas y reyes, pp. 315, 316).
El mundo caído es el campo de batalla del mayor conflicto que el universo celestial y los poderes de la tierra bayan presenciado jamás. Fue señalado como el escenario en el cual se libraría la mayor lucha entre el bien y el mal, entre el cielo y el infierno. Todo ser humano des empeña una parte en este conflicto. Nadie puede permanecer en terreno neutral. Los hombres pueden aceptar o rechazar al Redentor del mundo.
Todos son testigos, en favor o en contra de Cristo. Cristo llama a los que se alistan bajo su estandarte para que entren con él en el conflicto como fieles soldados, para que puedan heredar la corona de la vida.
Cada día debemos librar combates. Una gran batalla se libra en cada alma, entre el príncipe de las tinieblas y el de la vida... Como instrumentos de Dios, debéis someteros a él, para que el pueda planear, dirigir y librar la batalla por vosotros, con vuestra cooperación. El Príncipe de la vida está al frente de su obra. Os acompañará en vuestro combate cotidiano contra el yo, para que podáis ser leales a los principios, para que la pasión, cuando luche por obtener el predominio, sea sometida por la gracia de Cristo, para que salgáis más que vencedores por medio de Aquel que nos amo. Jesús ha estado en el campo de batalla. Conoce el poder de cada tentación. Sabe cómo afrontar cada emergencia, y cómo guiaros por toda senda de peligro (La maravillosa gracia de Dios, p. 36). Así como Dios llamó a Daniel para que testificase por él en Babilonia, nos llama hoy a nosotros para que seamos sus testigos en el mundo. Tanto en los asuntos menores como en los mayores de la vida, desea que revelemos a los hombres los principios de su reino. Muchos están aguardando que se les dé algo grande que hacer mientras desper dician diariamente las oportunidades que tienen de ser fieles a Dios. Diariamente dejan de cumplir con todo el corazón los deberes pequeños de la vida (Conflicto y valor, p. 249).
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