Lunes, 10 de febrero:
La confabulación contra Daniel
Los honores concedidos a Daniel excitaron los celos de los hombres dirigentes del reino. Los presidentes y príncipes trataban de encontrar ocasión de interponer una queja contra él. "Mas no podían hallar
ocasión alguna o falta, porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue
hallado en él". Daniel 6:4.
¡Qué lección se presenta aquí para todos los cristianos! Los ojos
aguzados por el celo estaban fijos en Daniel día tras día; y su observación estaba acerada por el odio; sin embargo, no podían presentar como
errónea ni una sola palabra, ni un solo acto de su vida. Con todo, él no
tenía ninguna pretensión de santificación; pero hizo aquello que era
infinitamente mejor: vivía una vida de fidelidad y consagración.
Cuanto más inmaculada la conducta de Daniel, mayor era el odio
que suscitaban contra él sus enemigos. Estaban llenos de enojo, porque
no podían encontrar nada en su carácter moral o en la realización de
sus deberes, sobre lo cual basar una queja. ''No hallaremos contra este
Daniel ocasión alguna para acusarle, si no la hallamos contra él en relación con la ley de su Dios". Daniel 6:5. Tres veces por día Daniel oraba
al Dios del cielo. Esta era la única acusación que podía encontrarse en
su contra.
Se ideó ahora un plan para consumar su destrucción. Sus enemigos
se reunieron en el palacio, y pidieron al rey que aprobara un decreto en
virtud del cual ninguna persona en todo el reino pidiera nada a Dios o a
hombre, excepto de Darío el rey, por espacio de treinta días, y que toda
violación de ese edicto fuera castigada echando al ofensor en el foso de
los leones. El rey no sabía nada del odio de estos hombres hacia Daniel,
y no sospechaba que el decreto lo perjudicaría de alguna manera. Por
medio de la adulación hicieron que el monarca creyera que redundaría
grandemente en su honor el emitir un edicto semejante. Con una sonrisa de triunfo satánico en sus rostros volvieron de la presencia del rey, y se
regocijaron por la trampa que le habían tendido al siervo de Dios (La
edificación del carácter, pp. 40, 41).
La vanidad es uno de los rasgos más fuertes de la naturaleza
humana depravada, y el enemigo sabe que puede estimularla con éxito.
Halaga por medio de sus instrumentos. Los jóvenes pueden recibir
expresiones de alabanza, lo cual complacerá su vanidad y aumentará su
orgullo y autoestima ... Satanás os dice que con las ventajas que poseéis
podríais en gran medida disfrutar de los placeres mundanos. Pero
considerad que los placeres del mundo tendrán que terminar y que lo
que sembréis, eso es lo que segaréis. ¿Son los atractivos personales, la
habilidad o los talentos personales demasiado valiosos para dedicarlos a
Dios, al Autor de vuestro ser, al que vela por vosotros a cada instante?
¿Son vuestras capacidades demasiado preciosas para dedicarlas a Dios?
(Testimonios para la iglesia, t. 1, pp. 440, 441 ).
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