Lunes, 3 de febrero:
Un visitante no invitado
Un vigilante que no fue reconocido, pero cuya presencia era un poder de condenación, contempló está escena de profanación Pronto el huesped invisible, que no había sido invitado, hizo que se sintiera su
presencia. En el momento en que la sacrílega orgía estaba en su punto
máximo, apareció una mano incruenta, y escribió palabras de juicio
condenatorio sobre la pared del salón del banquete. Palabras ardientes
procedieron de los movimientos de la mano: "MENE, MENE, TEKEL,
UP ARSIN", se escribió con letras de fuego. Fueron pocos los caracteres
trazados por aquella mano en la pared frente al rey; pero mostraron la
presencia del poder de Dios.
Belsasar se atemorizó. Se despertó su conciencia. Lo embargaron el temor y el recelo que siempre acompañan al culpable. Cuando Dios
infunde temor a los hombres, éstos no pueden ocultar la intensidad de
su terror. Los grandes hombres del reino quedaron alarmados. Su blasfema profanación de las cosas sagradas se transformó en un momento.
Un frenético terror superó a todo dominio propio...
El rey trató en vano de leer las ardientes letras. Se encontraba
ante un poder demasiado formidable para él. No podía leer la escritura
(Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista
del séptimo día, t. 4, 1192).
Si cada miembro permitiera que la Palabra de Dios entrara en
su vida, esta alumbraría y haría entender a los simples ... "Así dijo
Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe
el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto
el que se hubiere de alabar: en entendenne y conocerme, que yo soy
Jehová, que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra; porque
estas cosas quiero, dice Jehová" (Jsaías 29: 18-21).
Nunca hubo un tiempo en que el Señor quiso manifestar su grandiosa gracia hacia sus escogidos más plenamente que en estos últimos
días, cuando han invalidado su ley (Testimonios para los ministros, pp.
95, 96).
Es el deber de cada hijo e hija de Dios almacenar en su mente las
verdades divinas; y entre más haga esto, más fuerza y claridad de mente
tendrá para entender los asuntos profundos de Dios. Y a medida que los
principios de la verdad se lleven a cabo en su vida diaria podrá ser cada
vez más serio y vigoroso.
Lo que bendecirá a la humanidad es la vida espiritual. El que está
en armonía con Dios, dependerá constantemente de él para obtener
fortaleza. "Sed vosotros perfectos, corno vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto". La obra de nuestra vida debería consistir en avanzar constantemente para alcanzar la perfección del carácter cristiano,
esforzándonos siempre por conformarnos a la voluntad de Dios. Los
esfuerzos iniciados en la tierra continuarán por toda la eternidad. Los
adelantos hechos aquí nos pertenecerán cuando entremos en la vida
futura.
Los que son participantes de la humildad, la pureza y el amor de
Cristo, se gozarán en Dios, y esparcirán luz y alegría a todo su alrededor
(Hijos e hijas de Dios, p. 329).
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