Sábado, 22 de febrero
De la contaminación a la purificación
Las Escrituras contestan con claridad a la pregunta: ¿Qué es el Santuario? La palabra "santuario", tal cual la usa la Biblia, se refiere, en primer lugar, al tabernáculo que construyó Moisés, como figura o imagen de las cosas celestiales; y, en segundo lugar, al "verdadero tabernáculo" en el cielo, hacia el cual señalaba el Santuario terrenal. Muerto Cristo, terminó el ritual típico. El "verdadero tabernáculo" en el cielo es el Santuario del nuevo pacto. Y como la profecía de Daniel 8: 14 se cumple en esta dispensación, el santuario al cual se refiere debe ser el santuario del nuevo pacto. Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía muchos siglos que no había Santuario en la tierra. De manera que la profecía: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el santuario", se refiere indudablemente al Santuario que está en el cielo.
Pero queda aún la pregunta más importante por contestar: ¿Qué es la purificación del santuario? En el Antiguo Testamento se hace mención de un servicio tal con referencia al Santuario terrenal. ¿Pero puede haber algo que purificar en el cielo? En el noveno capítulo de la Epístola a los Hebreos, se menciona claramente la purificación de ambos santuarios, el terrenal y el celestial. "Según la ley, casi todas las cosas son purificadas con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Fue pues necesario que las representaciones de las cosas celestiales fuesen purificadas con estos sacrificios, pero las mismas cosas celestiales, con mejores sacrificios que estos" (Hebreos 9:22, 23, VM), a saber, la preciosa sangre de Cristo (El conflicto de los siglos, p. 412).
El Día de la Expiación, el sumo sacerdote, después de haber tomado una víctima ofrecida por la congregación, iba al Lugar Santísimo con la sangre de dicha víctima y rociaba con ella el propiciatorio, encima mismo de la ley, para dar satisfacción a sus exigencias. Luego, en calidad de mediador, tomaba los pecados sobre sí y los llevaba fuera del Santuario. Poniendo sus manos sobre la cabeza del segundo macho cabrío, confesaba sobre él todos esos pecados, transfiriéndolos así figurativamente de él al macho cabrío emisario. Este los llevaba luego lejos y se los consideraba como si estuviesen para siempre quitados y echados lejos del pueblo.
Tal era el servicio que se efectuaba como "mera representación y sombra de las cosas celestiales". Y lo que se hacía típicamente en el Santuario terrenal, se hace en realidad en el Santuario celestial. Después de su ascensión, nuestro Salvador empezó a actuar como nuestro Sumo Sacerdote. San Pablo dice: "No entró Cristo en un Lugar Santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros". Hebreos 9:24 (VM) (El conflicto de los siglos, pp. 414,415).
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