Domingo, 22 de marzo:
Miguel, nuestro Príncipe
Jesús ... caminó una vez como hombre sobre la tierra, su divinidad vestida de humanidad, como un hombre sufriente, tentado, acosado por los engaños de Satanás ... Ahora él está a la diestra de Dios; está en el cielo como nuestro abogado, intercediendo por nosotros. Debemos siempre tomar aliento y esperanza al meditar en ello. Él está pensando en quienes están sujetos a las tentaciones en este mundo. Piensa en nosotros individualmente, y conoce cada necesidad nuestra. Cuando sea tentado, tan sólo diga: Él cuida de mí; él intercede por mí; él me ama; él murió por mí. Me entregaré sin reservas a él (Reflejemos a Jesús, p. 101).
Fui arrebatada en visión al Lugar Santísimo, en donde vi a Jesús intercediendo todavía por Israel. En la parte inferior de su ropaje llevaba una campanilla y una granada. Entonces vi que Jesús no dejaría el Lugar Santísimo hasta que cada caso estuviese decidido, ya para salvación, ya para destrucción, y que la ira de Dios no podía manifestarse mientras Jesús no hubiese concluido su obra en el Lugar Santísimo y se hubiese quitado sus vestiduras sacerdotales, para revestirse de ropaje de venganza. Entonces Jesús abandonará el lugar que ocupa entre el Padre y los hombres, y Dios ya no callará, sino que derramará su ira sobre los que rechazaron su verdad. Vi que la cólera de las naciones, la ira de Dios, y el tiempo de juzgar a los muertos, eran cosas separadas y distintas que se seguían unas a otras. También vi que Miguel no se había levantado aún, y que el tiempo de angustia cual no lo hubo nunca no había comenzado todavía. Las naciones se están airando ahora, pero cuando nuestro Sumo Sacerdote termine su obra en el Santuario, se levantará, se pondrá las vestiduras de venganza y entonces se derramarán las siete postreras plagas (Notas biográficas de Elena G. de White, pp. 127, 128).
Los hombres tienen un solo Abogado, un Intercesor, que puede perdonar las transgresiones. ¿No se llenarán de gratitud nuestros corazones ante Aquel que dio a Jesús para que fuera la propiciación por nuestros pecados? Pensad profundamente en el amor que el Padre ha manifestado en favor de nosotros, el amor que ha expresado para nosotros. No podemos medir ese amor. No hay medida para él. Solo podemos señalar al Calvario, al Cordero muerto desde la fundación del mundo. Es un sacrificio infinito. ¿Podemos comprender y medir lo infinito? ...
Cristo es el representante de Dios ante el hombre y el representante del hombre ante Dios. Vino a este mundo como sustituto y fiador del hombre, y es plenamente capaz de salvar a todos los que se arrepienten y convierten. Debido a su justicia puede colocar al hombre en una situación ventajosa. Cristo nuestra Pascua fue sacrificado por nosotros. Dio su preciosa e inocente vida para salvar a los seres humanos culpables de la ruina eterna, para que por medio de la fe en él pudieran estar sin culpa delante del trono de Dios (Comentarios de Elena G. de White en el Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 926).
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