Domingo, 19 de abril:
La tradición
Los preceptos tradicionales que recargaban la ley de Dios... [fueron] ideados para mantener la observancia de la ley, pero eran considerados como más sagrados que la ley misma. Cuando contradecían los mandamientos dados desde el Sinaí, se daba la preferencia a los preceptos rabínicos...
Mientras la gente estaba ocupada en distinciones triviales, en observar lo que Dios no había pedido, su atención era desviada de los grandes principios de la ley...
[Los fariseos] desechaban el quinto mandamiento como si no tuviese importancia, pero eran muy meticulosos para cumplir las tradiciones de los ancianos. Enseñaban a la gente que el consagrar su propiedad al templo era un deber más sagrado aún que el sostén de sus padres El Deseado de todas las gente s, pp. 361, 362.
La substitución de los mandamientos de Dios por los preceptos de los hombres no ha cesado. Aun entre los cristianos, se encuentran instituciones y costumbres que no tienen mejor fundamento que la tradición de los padres. Tales instituciones, al descansar sobre la sola autoridad humana, han suplantado a las de creación divina. Los hombres se aferran a sus tradiciones, reverencian sus costumbres y alimentan odio contra aquellos que tratan de mostrarles su error -El Deseado de todas las gentes , p. 363.
La tradición conservadora recibida de hombres educados y de escritos de grandes hombres del pasado no son en lo mínimo una guía segura para nosotros en estos últimos días; porque la gran batalla que está delante de nosotros es de tal naturaleza como el mundo nunca ha visto. Los hermanos que en el pasado no han hecho su parte en esta obra, deben actuar con una precaución mucho mayor en relación a lo que aceptan y a lo que rechazan; necesitan profundizar mucho más de lo que les permitiría su conocimiento espiritual limitado o de lo que sus hábitos y opiniones presentes los guiarían a hacer. Todo esto necesita ser reformado -El ministerio médico, p. 128.
El Señor ha apartado para sí a los que son piadosos; esta consagración a Dios y separación del mundo se ordena definitivamente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Existe una muralla de separación que el Señor mismo ha establecido entre las cosas del mundo y las cosas que ha apartado del mundo para sí mismo. La vocación y el carácter del pueblo de Dios son peculiares, sus perspectivas son peculiares, y estas peculiaridades los distinguen de todos los demás pueblos...
Esta misma experiencia de Cristo cuando estuvo en el mundo debe ser la de sus seguidores. Estos son los hijos de Dios y coherederos con Cristo; y el reino y el dominio les pertenecen. El mundo no comprende su carácter ni su sagrada vocación; no percibe su adopción en la familia de Dios. Su unión y compañerismo con el Padre y el Hijo no son manifiestos, y mientras el mundo contempla su humillación y reproche, no resulta evidente lo que ellos son o lo que llegarán a ser. Son extraños, son extranjeros. El mundo no los conoce y no aprecia los motivos que los impulsan a obrar —Testimonios para la iglesia, t. 1, pp. 256, 259.
Comentarios
Publicar un comentario