Lunes, 11 de mayo:
Las palabras y sus significados
La Justicia y la Misericordia se mantuvieron separadas, opuestas la una a la otra, separadas por un ancho abismo. El Señor, nuestro Redentor, revisitó su divinidad con humanidad, y forjó a favor del hombre un carácter que era sin mancha ni tacha. Plantó su cruz a mitad del camino entre el cielo y la tierra, y la convirtió en el objeto de atracción que se extendía en ambas direcciones, uniendo a la Justicia y a la Misericordia a través del abismo. La Justicia se trasladó desde su elevado trono y con todos los ejércitos del cielo se aproximó a la cruz. Allí vio a Uno igual a Dios llevando el castigo de toda injusticia y todo pecado. La Justicia se inclinó con reverencia ante la cruz con perfecta satisfacción, diciendo: Es suficiente -Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 947.
[Nuestro Redentor] vivió no para gratificarse a sí mismo, sino para hacer el bien y para salvar a otros del sufrimiento, para ayudar a los que más lo necesitaban. Perseveró en esta actitud hasta el mismo fin. El castigo de nuestra paz recayó sobre él, y llevó las iniquidades de todos nosotros. Nosotros debimos beber esa amarga copa. Nuestros pecados fueron los ingredientes de esa mezcla. Pero nuestro querido Salvador la sacó de nuestros labios y la bebió él mismo, y en su lugar nos ofrece una copa de misericordia, bendición y salvación. ¡Oh, qué inmenso sacrificio se hizo en favor de la raza caída! ¡Qué amor, qué amor maravilloso e incomparable! Después de todas estas manifestaciones de amor, hechas precisamente con el fin de revelarnos su amor, ¿trataremos de evitar las pequeñas pruebas que tenemos que soportar? ¿Podemos amar a Cristo y al mismo tiempo no estar dispuestos a llevar la cruz? ¿Podernos querer participar de su gloria, pero no a seguirlo siquiera desde el tribunal basta el Calvario? Si Cristo está en nosotros, la esperanza de gloria, caminaremos como él lo hizo; imitaremos su vida de acrificio para bendecir a los demás; beberemos de su copa y seremos bautizados de su bautismo; daremos la bienvenida a una vida de devoción, pruebas, y abnegación por causa de Cristo. Por más sacrificios que bagamos para obtenerlo, el Cielo será demasiado barato -Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 67, 68.
La paz mental, que es el resultado de las acciones y los motivos puros y santos, le dará un tono de vigor y libertad a todos los órganos del cuerpo.
La paz interior, y una conciencia desprovista de ofensas a Dios, vivificará y vigorizará el intelecto, como el rocío que se derrama sobre las tiernas plantas. La voluntad está, entonces, correctamente dirigida y controlada, y aunque es más decidida, está libre de perversidad. Las meditaciones son placenteras porque están santificadas. La serenidad mental que usted puede poseer será una bendición para todos los que se relacionan con usted. Esta paz y esta calma llegarán a ser naturales con el tiempo, y reflejarán sus preciosos rayos sobre todos los que la rodean, para volver de nuevo a reflejarse sobre usted. Mientras más guste de esta paz celestial y de esta serenidad de la mente, más aumentarán. Es un placer animado y viviente que no sume todas las energías morales en un estupor, sino que las despierta para llevar a cabo una actividad mayor. La paz perfecta es un atributo del Cielo que los ángeles poseen. Qujera Dios ayudarle a poseer esta paz -Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 293, 294.
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