Jueves, 11 de junio:
La tipología como profecía
La Biblia contiene todos los principios que los hombres necesitan comprender, a fin de prepararse para esta vida o para la venidera. Estos principios pueden ser comprendidos por todos. Nadie que tenga disposición para apreciar su enseñanza puede leer un solo pasaje de la Biblia sin obtener de él algún pensamiento útil. Pero la enseñanza más valiosa de la Biblia no se obtiene por medio de un estudio ocasional o aislado. Su gran sistema de verdad no se presenta de tal manera que pueda descubrirlo el lector apresurado o descuidado. Muchos de sus tesoros están lejos de la superficie, y solo pueden ser obtenidos por medio de una investigación diligente y de un esfuerzo continuo. Las verdades que forman el gran todo deben ser buscadas y reunidas “un poquito allí, otro poquito allá”. Isaías 28:10.Una vez buscadas y reunidas, corresponderán perfectamente unas a otras. Cada Evangelio es un complemento de los demás; cada profecía, una explicación de la otra; cada verdad, el desarrollo de otra verdad. El evangelio explica los símbolos del sistema judaico. Cada principio de la Palabra de Dios tiene su lugar; cada hecho, su relación. Y la estructura completa, tanto en su propósito como en su ejecución, da testimonio de su Autor. Solo el Ser infinito pudo concebir y dar forma a esa estructura ---La educación, pp. 123, 124.
El Santuario terrenal construido por Moisés por orden de Dios de acuerdo con el modelo que se le mostró en el Monte, era “símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios”; que sus dos lugares santos eran “figuras de las cosas celestiales”; que Cristo, nuestro gran sumo sacerdote, es “ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”; y que "no entró Cristo en el Santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios”. Hebreos 9:9, 23; 8:2; 9:24 —La historia de la redención, pp. 394, 395.
La ruina de Jerusalén sería símbolo de la ruina final que abrumará al mundo. Las profecías que se cumplieron en parte en la destrucción de Jerusalén, se aplican más directamente a los días finales. Estamos ahora en el umbral de acontecimientos grandes y solemnes. Nos espera una crisis como jamás ha presenciado el mundo. Tal como a los primeros discípulos, nos resulta dulce la segura promesa de que el reino de Dios se levanta sobre todo. El programa de los acontecimientos venideros está en manos de nuestro Hacedor. La Majestad del cielo tiene a su cargo el destino de las naciones, así como también lo que atañe a la iglesia. El Instructor divino dice a todo instrumento en el desarrollo de sus planes, como dijo a Ciro: “Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste”. Isaías 45:5 —El discurso maestro de Jesucristo, p. 102.
Viernes, 12 de junio: Para estudiar y meditar
Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, “Orad, y nunca seréis sorprendidos”, t. 2, p. 997;
La historia de la redención, “En el templo de Salomón”, p. 197 199.
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