Miércoles, 24 de junio:
Tiempo a solas con la Palabra de Dios
La vida en Cristo es una vida de reposo. Tal vez no haya éxtasis de los sentimientos, pero debe haber una confianza continua y apacible. Tu esperanza no se cifra en ti mismo, sino en Cristo. Tu debilidad está unida a su fuerza, tu ignorancia a su sabiduría, tu fragilidad a su eterno poder. Así que no has de mirar a ti mismo ni depender de ti, sino mirar a Cristo. Piensa en su amor, en la belleza y perfección de su carácter. Cristo en su abnegación, Cristo en su humillación, Cristo en su pureza y santidad, Cristo en su incomparable amor: tal es el tema que debe contemplar el alma. Amándole, imitándole, dependiendo enteramente de Él, es como serás transformado a su semejanza.El Señor dice: “Permaneced en mí”. Estas palabras expresan una idea de descanso, estabilidad, confianza. También nos invita: “¡Venid a mí... y os daré descanso!” Mateo 11:28. Las palabras del salmista hacen resaltar el mismo pensamiento: “Confía calladamente en Jehová, y espérale con paciencia”. E Isaías asegura que “en quietud y en confianza será vuestra fortaleza”. Salmo 37:7; Isaías 30:15. Este descanso no se obtiene en la inactividad; porque en la invitación del Salvador la promesa de descanso va unida con un llamamiento a trabajar: “Tomad mi yugo sobre vosotros, y... hallaréis descanso”. Mateo 11:29. El cora zón que más plenamente descansa en Cristo es el más ardiente y activo en el trabajo para él - El camino a Cristo, pp. 70, 71.
Frecuentemente, cuando teníamos que vernos en situaciones de apremio, pasábamos toda la noche en oración ferviente y agonizante, con lágrimas, en busca de la ayuda de Dios y de luz que resplandeciera sobre su Palabra. Cuando llegaba la luz y las nubes habían sido rechazadas, qué gozo y qué felicidad agradecida descansaba sobre los ansiosos y fervientes investigadores! Nuestra gratitud a Dios era tan completa como había sido nuestro ferviente y anhelante clamor por luz. Algunas noches no podíamos dormir porque nuestros corazones estaban desbordando de amor y gratitud a Dios —Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 358, 359.
En una vida dedicada por completo a hacer bien a los demás, el Salvador creía necesario dejar a veces su incesante actividad y el contacto con las necesidades humanas, para buscar retiro y comunión no interrumpida con su Padre. Al marcharse la muchedumbre que le había seguido, se fue él al monte, y allí, a solas con Dios, derramó su alma en oración por aquellos dolientes, pecaminosos y necesitados. Al decir Jesús a sus discípulos que la mies era mucha y pocos los obreros, no insistió en que trabajaran sin descanso, sino que les mandó: “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. Mateo 9:38. Y hoy también el Señor dice a sus obreros fatigados lo que dijera a sus primeros discípulos: “Venid vosotros aparte... y reposad un poco” -El ministerio de curación, p. 36.
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