Sábado, 13 de junio
Al apartarse de la Palabra de Dios para alimentarse de los escritos de los hombres no inspirados, la mente llega a empequeñecerse y degradarse. No se pone en contacto con los profundos y amplios principios de la verdad eterna. La inteligencia se adapta a la comprensión de las cosas con las cuales se familiariza, y al dedicarse a las cosas finitas se debilita, su poder decrece, y después de un tiempo llega a ser incapaz de ampliarse —Palabras de vida del gran Maestro, p. 23.
Antes de la primera venida de Cristo, y en ocasión de ese acontecimiento, los maestros religiosos elucubraron ideas extrañas tan íntimamente mezcladas con porciones de verdad, que llegaron a tener un tremendo poder para engañar, y apartaron a las almas de Dios, aunque seguían conservando el aspecto de verdaderos adoradores del Señor. Encontramos una situación similar en el seno de la sociedad de estos últimos días. Los que se apartan de la fe mezclan con su creencia diversas opiniones humanas. La Biblia es objeto de crítica. ¿Difieren tanto los pastores en su interpretación porque las Escrituras son inconsecuentes o contradictorias? No, el problema consiste en que los hombres están haciendo hoy lo que hicieron en el tiempo de Cristo, y están enseñando los mandamientos de los hombres como si fueran doctrinas. Los maestros religiosos se encuentran en la misma condición de los fariseos de quienes Jesús dijo: “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios”. Mateo 22:29. Se presumía que los mismos hombres a quienes se dirigieron estas palabras debían enseñar las Escrituras al pueblo e interpretarlas —Cada día con Dios, p. 162.
Algunos de los que enseñan la verdad presente tienen tan deficiente conocimiento de la Biblia que les es difícil citar un texto de la Escritura correctamente de memoria. Al cometer las torpes equivocaciones en que incurren, pecan contra Dios. Tuercen las Escrituras, y hacen decir a la Biblia cosas que no están escritas en ella.
Algunos piensan que la educación o un conocimiento cabal de las Escrituras son de poca importancia con tal que uno tenga el Espíritu. Pero Dios no manda nunca su Espíritu para sancionar la ignorancia. Él puede compadecerse y bendecir a aquellos que están de tal modo situados que les es imposible educarse, y lo hace; hasta condesciende a veces a hacer perfecta su fuerza en la debilidad de ellos. Pero es deber de los tales estudiar la Palabra de Dios. La falta de conocimiento de las ciencias no es excusa alguna para descuidar el estudio de la Biblia; porque las palabras de la inspiración son tan claras que aun los que no tienen letras pueden comprenderlas Obreros evangélicos, p. 111, 112.
Cómo abordar pasajes difíciles
La naturaleza de la experiencia religiosa de una persona se revela por el carácter de los libros que escoge para leer en los momentos desocupados. Para tener un estado mental sano y principios religiosos firmes, los jóvenes deben vivir en comunión con Dios mediante su Palabra. Al señalar el camino de la salvación por medio de Cristo, la Biblia es nuestra guía hacia una vida más elevada y mejor. Contiene la historia y las biografías más interesantes e instructivas que se hayan escrito. Los que no han pervertido su imaginación con la lectura de novelas, hallarán que la Biblia es el más interesante de los libros — Mensajes para los jóvenes, pp. 193, 194.Al apartarse de la Palabra de Dios para alimentarse de los escritos de los hombres no inspirados, la mente llega a empequeñecerse y degradarse. No se pone en contacto con los profundos y amplios principios de la verdad eterna. La inteligencia se adapta a la comprensión de las cosas con las cuales se familiariza, y al dedicarse a las cosas finitas se debilita, su poder decrece, y después de un tiempo llega a ser incapaz de ampliarse —Palabras de vida del gran Maestro, p. 23.
Antes de la primera venida de Cristo, y en ocasión de ese acontecimiento, los maestros religiosos elucubraron ideas extrañas tan íntimamente mezcladas con porciones de verdad, que llegaron a tener un tremendo poder para engañar, y apartaron a las almas de Dios, aunque seguían conservando el aspecto de verdaderos adoradores del Señor. Encontramos una situación similar en el seno de la sociedad de estos últimos días. Los que se apartan de la fe mezclan con su creencia diversas opiniones humanas. La Biblia es objeto de crítica. ¿Difieren tanto los pastores en su interpretación porque las Escrituras son inconsecuentes o contradictorias? No, el problema consiste en que los hombres están haciendo hoy lo que hicieron en el tiempo de Cristo, y están enseñando los mandamientos de los hombres como si fueran doctrinas. Los maestros religiosos se encuentran en la misma condición de los fariseos de quienes Jesús dijo: “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios”. Mateo 22:29. Se presumía que los mismos hombres a quienes se dirigieron estas palabras debían enseñar las Escrituras al pueblo e interpretarlas —Cada día con Dios, p. 162.
Algunos de los que enseñan la verdad presente tienen tan deficiente conocimiento de la Biblia que les es difícil citar un texto de la Escritura correctamente de memoria. Al cometer las torpes equivocaciones en que incurren, pecan contra Dios. Tuercen las Escrituras, y hacen decir a la Biblia cosas que no están escritas en ella.
Algunos piensan que la educación o un conocimiento cabal de las Escrituras son de poca importancia con tal que uno tenga el Espíritu. Pero Dios no manda nunca su Espíritu para sancionar la ignorancia. Él puede compadecerse y bendecir a aquellos que están de tal modo situados que les es imposible educarse, y lo hace; hasta condesciende a veces a hacer perfecta su fuerza en la debilidad de ellos. Pero es deber de los tales estudiar la Palabra de Dios. La falta de conocimiento de las ciencias no es excusa alguna para descuidar el estudio de la Biblia; porque las palabras de la inspiración son tan claras que aun los que no tienen letras pueden comprenderlas Obreros evangélicos, p. 111, 112.
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