Juan, el discípulo amado, se quedó finalmente sin palabras tratando de describir el gran amor de Dios. Todo lo que pudo hacer fue invitarnos a contemplarlo por nosotros mismos: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre” (1 Juan 3:1).
¿Cómo contemplamos el amor de Dios? Mirando a Cristo. (Contemplamos el amor de Dios relacionándonos con Jesús, estudiando la vida de Jesús, meditando en sus enseñanzas. Porque Jesús es Dios. Juan 1:1, 2, dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios”.
Un día enseñando una clase, estábamos hablando del amor de Dios. Un estudiante levantó la mano y preguntó: “Si Dios amaba tanto al mundo, ¿por qué no vino él mismo a morir? ¿Por qué envió a su Hijo?”
Otro estudiante, (sin duda, un padre), replicó: “Si tú tienes un hijo a quien amas, es mucho más fácil sufrir tú mismo que contemplar sufrir a tu hijo”.
Estoy agradecido porque Dios nos amó tanto como para enviar el mayor don de si mismo en su propio Hijo, para revelarnos su verdadero carácter. Estoy agradecido a Jesús que estuvo dispuesto a venir y entregar su vida como rescate por muchos. Es bueno saber que el corazón de Dios el Padre, late con el mismo amor por nosotros que su Hijo Jesús, revelado en su vida aquí en la tierra.
Hoy podemos regocijarnos por la revelación del amor de Dios que se nos presenta en la naturaleza, en el amor humano y en la Palabra de Dios. También podemos hacer uso de la tremenda oportunidad de conocer a Dios que se encuentra en el estudio de la vida y enseñanzas de Jesús, donde el amor de Dios se comprende siempre más claramente.
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