“TENÍA UN HOMBRE UNA HIGUERA...”
Luc 13:6 Dijo también esta parábola: Tenía un
hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo
halló.
Luc 13:7 Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a
buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza
también la tierra?
Luc 13:8 Él
entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo
cave alrededor de ella, y la abone.
Luc 13:9 Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
En
Lucas 13 Jesús contó una parábola para ilustrar el carácter y el amor de Dios.
Empezando en el versículo 6: “Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una
higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y
dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en ella y no
lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces,
respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave
alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás
después”.
¿Quiénes
participan en este diálogo? A primera viste podría concluirse fácilmente que
Dios, como propietario de la viña, está hablando con Jesús, el viñador de la
viña. Y que Dios dice: “Córtala”. Pero Jesús la defiende y procura calmar la
ira de Dios y lograr que tenga un poco de misericordia.
Pero
no es así. Lea de nuevo la parábola. Si “Dios estaba en Cristo reconciliando
consigo al mundo” (2 Cor. 5:19), entonces Dios está del mismo modo preocupado
con nuestra salvación. De manera que lo que vemos en esta parábola son los dos
lados, tanto del Padre como del Hijo, y probablemente también del Espíritu
Santo. Vemos los dos lados del carácter de Dios, su justicia, y su
misericordia. No se trate de Jesús rogando para que Dios se calme. Es Dios en
las tres Personas de la familia celestial, participando con el equilibrio entre
la justicia y la misericordia. La justicia es una parte inescapable del
carácter de Dios, y debemos sentirnos agradecidos por ello. ¿No es así? Pero la
misericordia es también una parte definida de su carácter. Y también podemos
sentirnos agradecidos por esto.
Jesús
expresó claramente cuando estuvo aquí que él había venido, no para destruir las
vidas de los hombres, sino para salvarlas (Luc. 9:56) Y en Juan 3:16,17 leemos:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no
envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él”. De alguna manera, en el corazón de Dios, su misericordia es
igual a su justicia, por eso vemos la cruz en una colina solitaria. Aunque de
ninguna manera la misericordia de Dios se aparta le su justicia, porque gracias
a la cruz vemos la fusión de ambas en el hermoso plan de salvación. Y año tras
año, siglo tras siglo, seguimos escuchando las palabras. “Dejen en paz a los
pecadores no arrepentidos. Déjenlos tranquilos también este año. No los
molesten hasta que trabaje algo más con ellos, hasta que haga de nuevo todo lo
posible por ganarlos”. Y Dios trata una y otra y otra vez de alcanzarnos con su
amor.
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