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Mostrando entradas de septiembre, 2020

Capítulo 5 - La curación del alma - El ministerio de curación

La Curación del Alma Muchos de los que acudían a Cristo en busca de ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí, y sin embargo él no rehusaba sanarlos. Y cuando estas almas recibían la virtud de Cristo, reconocían su pecado, y muchos se curaban de su enfermedad espiritual al par que de sus males físicos. Entre tales personas se hallaba el paralítico de Capernaúm. Como el leproso, este paralítico había perdido toda esperanza de restablecimiento. Su dolencia era resultado de una vida pecaminosa, y el remordimiento amargaba su padecer. En vano había acudido a los fariseos y a los médicos en busca de alivio; le hablan declarado incurable, y condenándole por pecador, habían afirmado que moriría bajo la ira de Dios. El paralítico había caído en la desesperación. Pero después oyó hablar de las obras de Jesús. Otros, tan pecadores y desamparados como él, habían sido curados, y él se sintió alentado a creer que también podría ser curado si conseguía que le llevaran al Salvador. Decayó su esper

LA EDUCACIÓN - Lección 4º T 2020

LA EDUCACIÓN El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia” (Prov. 9:10). Considera el versículo anterior. Este, en realidad, entraña dos conceptos íntimamente relacionados: el “temor”, que es sinónimo de reverencia, sobrecogimiento ante la gloria y el poder de Dios; y el “conocimiento”, que es saber la verdad sobre el carácter de Dios. Por lo tanto, la sabiduría, el conocimiento y la inteligencia están cimentados en Dios mismo. Esto tiene mucho sentido. Ciertamente, Dios es la Fuente de toda existencia, el que creó y sustenta toda la existencia (Juan 1:1-3; Col. 1:16, 17). Todo lo que aprendemos, todo lo que sabemos (sobre cuarks, orugas, supernovas, ángeles, demonios, “principados y potestades en los lugares celestiales” [Efe. 3:10]), existe solo gracias a Dios. Por ende, todo verdadero conocimiento, sabiduría e inteligencia (o “discernimiento”, NVI] proceden del Señor mismo. La Escritura es clara: “Dios es amor” (1 Juan 4:8),

Capítulo 13—La fuente de regocijo y felicidad - El camino a Cristo

  Capítulo 13—La fuente de regocijo y felicidad Los hijos de Dios están llamados a ser representantes de Cristo y a manifestar siempre la bondad y la misericordia del Señor. Así como el Señor Jesús nos reveló el verdadero carácter del Padre, hemos de revelar a Cristo ante un mundo que no conoce su ternura y compasivo amor. “De la manera que tú me enviaste a mí al mundo— decía Jesús,—así también yo los he enviado a ellos al mundo.” “Yo en ellos, y tú en mí, ... para que conozca el mundo que tú me enviaste.”1 El apóstol Pablo dice a los discípulos del Señor: “Sois manifiestamente una epístola de Cristo,” “conocida y leída de todos los hombres.”2 En cada uno de sus hijos el Señor Jesús envía una carta al mundo. Si sois discípulos de Cristo, El envía en vosotros una carta a la familia, a la aldea, a la calle donde vivís. Jesús, que mora en vosotros, quiere hablar a los corazones que no le conocen. Tal vez no leen la Biblia ni oyen la voz que les habla en sus páginas; no ven el amor de Dios

Capítulo 12—¿Qué debe hacerse con la duda? - El camino a Cristo

 Capítulo 12—¿Qué debe hacerse con la duda? Muchos, especialmente los que son jóvenes en la vida cristiana, se sienten a veces turbados por las insinuaciones del escepticismo. Hay en la Escritura muchas cosas que no pueden explicar, ni siquiera percibir, y Satanás las emplea para hacer vacilar su fe en las Santas Escrituras como revelación de Dios. Preguntan: “¿Cómo sabré cuál es el buen camino? Si la Biblia es en verdad la Palabra de Dios, ¿cómo puedo librarme de estas dudas y perplejidades?” Dios nunca nos exige que creamos sin darnos suficiente evidencia sobre la cual fundar nuestra fe. Su existencia, su carácter, la veracidad de su Palabra, todas estas cosas están establecidas por abundantes testimonios que apelan a nuestra razón. Sin embargo, Dios no ha quitado toda posibilidad de dudar. Nuestra fe debe reposar sobre evidencias, no sobre demostraciones. Los que quieran dudar tendrán oportunidad de hacerlo, al paso que los que realmente deseen conocer la verdad encontrarán abundant

Capítulo 4, El Toque de la Fe, Ministerio de Curación

El Toque de la Fe "SI TOCARE solamente su vestido, seré salva." (S. Mateo 9: 21.) Era una pobre mujer la que pronunció estas palabras, una mujer que por espacio de doce años venía padeciendo una enfermedad que le amargaba la vida. Había gastado ya todos sus recursos en médicos y medicinas, y estaba desahuciada. Pero al oír hablar del gran Médico, renacióle la esperanza. Decía entre sí: Si pudiera acercarme a él para hablarle, podría quedar sana. Cristo iba a la casa de Jairo, el rabino judío que le había instado para que fuera a sanar a su hija. La petición hecha con corazón quebrantado: "Mi hija está a la muerte: ven y pondrás las manos sobre ella para que sea salva" (S. Marcos 5:23), había conmovido el tierno y compasivo corazón de Cristo, y en el acto fue con el príncipe a su casa. Caminaban despacio, pues la muchedumbre apremiaba a Cristo por todos lados. Al abrirse paso por entre el gentío, llegó el Salvador cerca de donde estaba la mujer enferma. Ella había p

Capítulo 11—¿Puede el hombre comunicarse con la divinidad? - El camino a Cristo

  Capítulo 11—¿Puede el hombre comunicarse con la divinidad? Dios nos habla por la naturaleza y por la revelación, por su providencia y por la influencia de su Espíritu. Pero esto no basta; necesitamos abrirle nuestro corazón. A fin de tener vida y energía espirituales debemos tener verdadero intercambio con nuestro Padre celestial. Nuestra mente puede ser atraída hacia El; podemos meditar en sus obras, sus misericordias, sus bendiciones; pero esto no es, en el sentido pleno de la palabra, estar en comunión con El. Para ponernos en comunión con Dios debemos tener algo que decirle tocante a nuestra vida real. Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirle. La oración no baja a Dios hacia nosotros, antes bien nos eleva a El. Cuando Jesús estuvo sobre la tierra, enseñó a sus discípulos a orar. Les enseñó a presentar a Dios sus necesidades diarias y a confiarle toda su so