ELECCIÓN Y ARREGLO DEL HOGAR
El Evangelio simplifica maravillosamente los problemas de la vida. Las instrucciones
que da, bien aprovechadas, resolverían muchas perplejidades y nos guardarían de
muchos yerros. Nos enseña a estimar las cosas en su verdadero valor, y a
dedicar nuestro mayor esfuerzo a las cosas de mayor mérito, que son las que han
de durar. Necesitan esta lección aquellos sobre quienes recae la
responsabilidad de elegir morada. No deberían dejarse apartar del fin superior.
Recuerden que el hogar terrenal ha de ser una preparación para el celestial,
del cual es símbolo. La vida es una escuela práctica, de la que padres e hijos
han de salir graduados para ingresar en la escuela superior de las mansiones de
Dios. Sea éste el propósito que dirija la elección del punto en que se piensa
fundar el hogar. No hay que dejarse llevar por el deseo de riquezas, ni por las
exigencias de la moda, ni por las costumbres de la sociedad. Téngase antes
presente lo que más favorezca la sencillez, la pureza, la salud y el verdadero
mérito.
En el mundo entero, las ciudades se vuelven semilleros del vicio. Por doquiera
se ve y se oye el mal. En todas partes se encuentran incentivos a la
sensualidad y a la disipación. La marea de la corrupción y del crimen sube de
continuo. Cada día se registran actos de violencia: robos, asesinatos,
suicidios y crímenes indecibles.
La vida en las ciudades es falsa y artificial. La intensa pasión por el dinero,
el torbellino y el afán de los placeres, la fiebre de la ostentación, el lujo y
la prodigalidad son otras tantas fuerzas que impiden a la mayoría de la
humanidad que cumpla el verdadero fin de la vida.
Abren la puerta a una infinidad de males y ejercen sobre la juventud un poder
casi irresistible.
Una de las tentaciones más sutiles y peligrosas que asaltan a los niños y a los
jóvenes en las ciudades es el afán de placeres. Muchos son los días de fiesta;
los juegos y las carreras de caballos arrastran a miles, y el torbellino de las
excitaciones y del placer los distraen de los austeros deberes de la vida. El
dinero que debiera ahorrarse para mejores fines se desperdicia en diversiones.
Debido a la actuación de compañías monopolizadoras y a los resultados de las
confederaciones obreras y las huelgas, las condiciones de la vida en las
ciudades se hacen cada vez más difíciles. Graves disturbios nos aguardan, y
muchas familias se verán en la necesidad de abandonar la ciudad.
El ambiente físico de las ciudades es muchas veces un peligro para la salud. La
exposición constante al contagio, el aire viciado, el agua impura, el alimento
adulterado, las viviendas obscuras, malsanas, y atestadas de seres humanos, son
algunos de los muchos males con que se tropieza a cada paso.
No era el propósito de Dios que los hombres vivieran hacinados en las ciudades,
confinados promiscuamente en estrechos alojamientos. Al principio Dios puso a nuestros
primeros padres entre las bellezas naturales en medio de las cuales quisiera
que nos deleitásemos hoy. Cuanto mejor armonicemos con el plan original de
Dios, más fácil nos será asegurar la salud del cuerpo, de la mente y del alma.
La vivienda costosa, el mobiliario primoroso, el boato, el lujo y la holgura no
suministran las condiciones indispensables para una vida feliz y provechosa.
Jesús vino a esta tierra para realizar la obra más importante que haya sido
jamás efectuada entre los hombres. Vino como embajador de Dios para enseñarnos
cómo vivir para obtener los mejores resultados de la vida. ¿Cuáles fueron las
condiciones escogidas por el Padre infinito para su hijo? Un hogar apartado en
los collados de Galilea; una familia mantenida por el trabajo honrado y digno;
una vida sencilla; la lucha diaria con las dificultades y penurias; la
abnegación, la economía y el servicio paciente y alegre; las horas de estudio
junto a su madre, con el rollo abierto de las Escrituras; la tranquilidad de la
aurora o del crepúsculo en el verdeante valle; las santas actividades de la
naturaleza; el estudio de la creación y la providencia, así como la comunión
del alma con Dios: tales fueron las condiciones y las oportunidades que hubo en
los primeros años de la vida de Jesús.
Tal fue el caso también para la gran mayoría de los hombres mejores y más
nobles de todas las edades. Leed la historia de Abrahán, de Jacob y de José, de
Moisés, de David y de Eliseo. Estudiad la vida de los hombres que en tiempos
posteriores desempeñaron cargos de confianza y responsabilidad, de los hombres
cuya influencia fue de las más eficaces para la regeneración del mundo.
¡Cuántos de estos hombres se criaron en humildes hogares del campo! Poco
supieron de lujos. No malgastaron su juventud en diversiones. Muchos de ellos
tuvieron que luchar con la pobreza y las dificultades. Muy jóvenes aún
aprendieron a trabajar, y su vida activa al aire libre dio vigor y elasticidad
a todas sus facultades. Obligados a depender de sus propios recursos, aprendieron
a luchar con las dificultades y a vencer los obstáculos, con lo que adquirieron
valor y perseverancia. Aprendieron a tener confianza en sí mismos y dominio
propio. Apartados en gran medida de las malas compañías, se contentaban con
placeres naturales y buenas compañías. Sus gustos eran sencillos, y templados
sus hábitos. Se dejaban dirigir por principios, y crecían puros, fuertes y
veraces. Al ser llamados a efectuar la obra principal de su vida, pusieron en
juego vigor físico y mental, buen ánimo, capacidad para idear y ejecutar
planes, firmeza para resistir al mal, y todo esto hizo de ellos verdaderas
potencias para el bien en el mundo.
Mejor que cualquier herencia de riquezas que podáis dejar a vuestros hijos será
la dádiva de un cuerpo vigoroso, una mente sana y un carácter noble. Quienes
comprendan lo que constituye el verdadero éxito de la vida serán sabios a
tiempo. Al establecer un hogar recordarán las mejores cosas de la vida.
En vez de vivir donde sólo pueden verse las obras de los hombres y donde lo que
se ve y se oye sugiere a menudo malos pensamientos, donde el alboroto y la
confusión producen cansancio e inquietud, id a vivir donde podáis contemplar
las obras de Dios. Hallad la paz del espíritu en la belleza, quietud y solaz de
la naturaleza. Descanse vuestra vista en los campos verdes, las arboledas y los
collados. Mirad hacia arriba, al firmamento azul que el polvo y el humo de las
ciudades no obscurecieron, y respirad el aire vigorizador del cielo. Id adonde,
lejos de las distracciones y disipaciones de la vida de la ciudad, podáis dar
vuestro compañerismo a vuestros hijos y enseñarles a conocer a Dios por medio
de sus obras y prepararlos para una vida de integridad y utilidad.
La sencillez en el mobiliario
Nuestros hábitos artificiales nos privan de muchas bendiciones y de muchos
goces, y nos inhabilitan para llevar la vida más útil. Los muebles complicados
y costosos son un despilfarro no sólo de dinero, sino de algo mil veces más
precioso. Imponen una carga de cuidados, labores y perplejidades.
¿Cuáles son las condiciones de la vida en muchos hogares, aun donde los
recursos son escasos y el trabajo doméstico recae principalmente en la madre?
Los mejores cuartos están amueblados en forma que supera los recursos de los
ocupantes, y resultan inadecuados para la comodidad y el solaz. Vense en ellos
costosas alfombras, muebles primorosos y delicadamente tapizados,
y hermosas cortinas. Mesas, repisas y todo espacio aprovechable, están
atestados de adornos, y las paredes recargadas con cuadros, hasta ofrecer todo
ello un espectáculo fatigoso. ¡Y cuánto trabajo cuesta conservarlo todo en buen
orden y limpio de polvo! Ese trabajo y los hábitos artificiales que la moda
impone a la familia atan a la dueña de casa a una tarea inacabable.
En muchos hogares la esposa y madre no tiene tiempo para leer a fin de
mantenerse bien informada ni tiene tiempo para ser la compañera de su esposo ni
para seguir de cerca el desarrollo intelectual de sus hijos. No hay tiempo ni
lugar para que el querido Salvador sea su compañero íntimo. Poco a poco ella se
convierte en una simple esclava de la casa, cuyas fuerzas, tiempo e interés son
absorbidos por las cosas que perecen con el uso. Muy tarde despierta para
hallarse casi extraña en su propia casa. Las oportunidades que una vez tuvo
para influir en sus amados y elevarlos a una vida superior pasaron y no
volverán jamás.
Hermoso medio ambiente
Resuelvan los fundadores del hogar que vivirán conforme a un plan más sabio.
Sea su fin primordial hacer agradable el hogar. Asegúrense los medios para
aligerar el trabajo, favorecer la salud y proveer comodidad. Hagan planes que
les permitan agasajar a los huéspedes a quienes Cristo nos ordenó que diéramos
acogida, y de los cuales dijo: "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis
hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis." (S. Mateo 25:40.)
Amueblad vuestra casa sencillamente, con cosas que resistan al uso, que puedan
limpiarse sin mucho trabajo y renovarse sin gran costo. Ejercitando vuestro
gusto, podéis hacer atractivo un hogar sencillo si en él reinan el amor y el
contentamiento.
A Dios le agrada lo bello. Revistió de hermosura la tierra y los cielos, y con
gozo paternal se complace en ver a sus hijos deleitarse en las cosas que hizo.
Quiere que rodeemos nuestro hogar con la belleza de las cosas naturales.
Casi todos los que viven en el campo, por muy pobres que sean, pueden tener
alrededor de sus casas algo de césped, algunos árboles que den sombra, algunos
arbustos lozanos y flores olorosas. Esto contribuirá a la felicidad del hogar
mucho más que cualquier adorno artificial. Introducirá en la vida del hogar una
influencia suavizadora y purificadora, que fortalecerá el amor a la naturaleza
y atraerá a los miembros de la familia más cerca unos de otros y más cerca de
Dios.
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