La Verdadera Educación Prepara Para la Obra Misionera
"LA VERDADERA educación es una preparación para ser misionero. Todo
hijo e hija de Dios está llamado a ser misionero; se nos llama a servir a Dios
y a nuestros semejantes, y el objeto de nuestra educación debe ser capacitarnos
para este servicio."
La preparación para servir
"Este objeto deberían tenerlo siempre presente los padres y maestros
cristianos. No sabemos en qué actividad han de servir nuestros hijos. Puede ser
que su vida, transcurra en el círculo del hogar; tal vez sigan alguna de las
profesiones ordinarias de la vida o vayan a países paganos para enseñar el
Evangelio; pero serán todos igualmente misioneros de Dios, ministros de
misericordia para el mundo."
"Dios ama a los niños y a los jóvenes, con sus lozanas dotes, con su
energía y valor, sus delicadas susceptibilidades, y desea ponerlos en armonía
con los agentes divinos. Tienen, por lo tanto, que recibir una educación que
los habilite para ponerse de parte de Cristo y servirle abnegadamente."
"Cristo dijo acerca de todos sus hijos hasta el fin del tiempo, lo mismo
que declaró con respecto a los primeros discípulos: "Como tú me enviaste
al mundo, también los he enviado al mundo" "(S. Juan 17:18), para ser
representantes de Dios, para revelar su Espíritu, para poner de manifiesto su
carácter, para hacer su obra.
Nuestros hijos están como en la encrucijada de los caminos. De todos lados las
mundanas incitaciones al egoísmo y la concupiscencia los invitan a desviarse de
la senda trazada para los rescatados del Señor. De la elección que hagan depende
que sus vidas sean una bendición o una maldición. Rebosantes de energía,
deseosos de probar sus aptitudes, necesitan dar salida a su vida exuberante.
Serán activos para el bien o para el mal.
La Palabra de Dios no reprime la actividad, sino que la guía y encauza. Dios no
ordena al joven que tenga menos aspiraciones. No se han de reprimir los
elementos del carácter que aseguran éxito verdadero y honores entre los
hombres; a saber, el deseo irreprimible de alcanzar algún bien mayor, la
voluntad indomable, la aplicación tenaz y la perseverancia incansable. Deben
dedicarse, mediante la gracia de Dios, a conseguir fines tanto más elevados que
los intereses mundanos egoístas como son más altos los cielos que la tierra.
A nosotros, como padres cristianos, nos toca dar a nuestros hijos la debida
dirección. Deben ser guiados con cuidado, prudencia y ternura en la senda del
ministerio cristiano. Un pacto sagrado con Dios nos impone la obligación de
educar a nuestros hijos para servirle. Rodearlos de una influencia que los
lleve a escoger una vida de servicio, y darles la educación necesaria para
ello, tal es nuestro primer deber.
"De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,"
para que no pereciéramos, sino que tuviéramos "vida eterna...... Cristo
nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros." Si amamos, daremos.
"No . . . para ser servido, sino para servir," es la gran lección que
hemos de aprender y enseñar. (S. Juan 3:16; Efesios 5:2; S. Mateo 20:28.)
Impresionad a los jóvenes con el pensamiento de que no se pertenecen a sí
mismos, sino a Cristo. Fueron comprados por su sangre, y su amor los requiere.
Viven porque él los guarda con su poder. Su tiempo, su fuerza, sus aptitudes
son de Cristo; es menester desarrollarlas y perfeccionarlas a fin de emplearlas
en beneficio de él. Después de los seres angélicos, la familia humana, formada
a imagen de Dios, es la más noble de las obras creadas por Dios, quien desea
que los seres humanos lleguen a ser todo lo que él ha hecho posible que sean, y
quiere que hagan el mejor uso de las facultades que él les ha concedido.
La vida es misteriosa y sagrada. Es la manifestación de Dios mismo, fuente de
toda vida. Las oportunidades que ella depara son preciosas y deben ser
fervorosamente aprovechadas. Una vez perdidas, no vuelven jamás.
Ante nosotros Dios pone la eternidad, con sus solemnes realidades, y nos revela
temas inmortales e imperecederos. Nos presenta verdades preciosas y
ennoblecedoras, para que podamos progresar por una senda segura en pos de un
objeto digno de que le dediquemos fervorosamente todas nuestras aptitudes.
Dios mira el interior de la diminuta semilla que él mismo formó, y ve en ella
la hermosa flor, el arbusto o el altivo y copudo árbol. Así también ve las
posibilidades de cada ser humano. Estamos en este mundo con algún fin. Dios nos
ha comunicado su plan para nuestra vida, y desea que alcancemos el más alto
nivel de desarrollo.
Un fundamento amplio
Desea que crezcamos continuamente en santidad, en felicidad y en utilidad.
Todos tienen habilidades que deben aprender a considerar como sagradas dotes, a
apreciarlas como dones del Señor y a emplearlas debidamente. Desea que la
juventud desarrolle todas sus facultades, y que las ponga en ejercicio activo.
Desea que los jóvenes gocen de todo lo útil y valioso en esta vida; que sean
buenos y hagan el bien, acumulando un tesoro celestial para la vida futura.
Debería ser su anhelo sobresalir en todo lo noble, elevado y generoso. Para
ello consideren a Cristo como el modelo según el cual deben formarse. La santa
ambición que Cristo
manifestó en su vida debe moverlos a ellos también, es a saber, la de dejar
mejor el mundo por haber vivido en él. Esta es la obra a la cual han sido
llamados.
La más alta de todas las ciencias es la de salvar almas. La mayor obra a la
cual pueden aspirar los seres humanos es la de convertir en santos a los
pecadores. Para realizar esa obra, hay que echar amplios cimientos, y al efecto
se necesita una educación comprensiva, que requiera de los padres y maestros
pensamientos y esfuerzos superiores a los que requiere la mera instrucción
científica. Se necesita algo más que cultura intelectual. La educación no es
completa a menos que el cuerpo, la mente y el corazón se desarrollen
armoniosamente. El carácter ha de recibir disciplina adecuada para su
desarrollo más perfecto. Todas las facultades físicas y mentales deben educarse
y desarrollarse, debidamente. Es deber nuestro cultivar y poner en ejercicio
toda facultad que haga de nosotros obreros más eficaces de Dios.
La verdadera educación incluye el ser entero. Nos enseña el uso correcto de
nuestro ser. Nos habilita para hacer el mejor uso del cerebro, de los huesos y
de los músculos; del cuerpo, de la inteligencia y del corazón. Las facultades
de la mente, por ser las superiores, deben gobernar el reino del cuerpo. Los
apetitos y las pasiones naturales deben someterse al dominio de la conciencia y
de los afectos espirituales. Cristo está a la cabeza de la humanidad, y es su
propósito guiarnos en su servicio, por las altas y santas sendas de la pureza.
Por la maravillosa operación de su gracia, hemos de llegar a ser perfectos en
él.
Jesús recibió su educación en el hogar. Su madre fue su primer maestro humano.
De los labios de ella, y de los escritos de los profetas, aprendió las cosas
del cielo. Vivió en un hogar de aldeanos y con fidelidad y buen ánimo llevó su
parte de las cargas de la casa. El que había sido el comandante del cielo,
consintió en ser un siervo voluntario, un hijo amante y obediente. Aprendió un
oficio, y con sus propias manos trabajó en la carpintería con José. Vestido
como trabajador común, recorría las calles de la aldea, al ir a su humilde
trabajo y al volver de él.
La gente de aquel tiempo estimaba las cosas por su apariencia. La religión
había ganado en pompa cuanto perdiera en poder. Los educadores de entonces
procuraban imponer respeto por medio del lujo y la ostentación. La conducta de
Jesús presentaba señalado contraste con todo ello. Demostraba la inutilidad de
las cosas que los hombres consideraban como las más importantes de la vida.
Jesús no frecuentó las escuelas de aquel tiempo, que solían exagerar las cosas
pequeñas y empequeñecer las grandes. Se educó en las fuentes designadas por el
Cielo, en el trabajo útil, en el estudio de las Escrituras, en la naturaleza y
en las experiencias de la vida, en los libros de texto de Dios, llenos de
enseñanza para todo aquel que recurre a ellos con manos voluntarias, ojos
abiertos y corazón dispuesto a entender.
"Y el niño crecía, y fortalecíase, y se henchía de sabiduría; y la gracia
de Dios era sobre él." "(S. Lucas 2:40.)
Así preparado, Cristo emprendió su misión, ejerciendo en los hombres, siempre
que se relacionaba con ellos, una influencia bendita, un poder transformador,
tales como el mundo no había visto jamás.
La enseñanza del hogar
El hogar es la primera escuela del niño y allí deben echarse los cimientos de
una vida de servicio, cuyos principios no deben enseñarse con meras teorías.
Deben encauzar la educación de la vida entera.
Muy temprano debe enseñarse al niño a ser útil. Tan pronto como su fuerza y su
poder de razonar hayan adquirido cierto desarrollo, debe dársele algo que hacer
en casa. Hay que animarle a tratar de ayudar a su padre y a su madre; a tener
abnegación y dominio propio; a anteponer la felicidad ajena y los intereses del
prójimo a los suyos propios, a alentar y ayudar a sus hermanos y a sus
compañeros de juegos y a ser bondadoso con los ancianos, los enfermos y los
infortunados. Cuanto más compenetre el hogar el verdadero espíritu servicial,
tanto más plenamente se desarrollará en la vida de los niños. Así aprenderán a
encontrar gozo en servir y sacrificarse por el bien de los demás.
La obra de la escuela
La educación en el hogar debe ser completada por la obra de la escuela. Hay que
tener siempre en cuenta el desarrollo de todo el ser, físico, intelectual y
espiritual, así como la enseñanza del servicio y del sacrificio.
Más que ningún otro agente, el servir por amor a Cristo en las cosas pequeñas
de la vida diaria tiene poder para formar el carácter y para dirigir la vida
por el camino del servicio abnegado. Despertar este espíritu, fomentarlo y
encauzarlo debidamente es la obra de padres y maestros. No podría
encomendárseles obra más importante. El espíritu de servicio es el espíritu del
cielo, y en cada esfuerzo que se haga para fomentarlo y alentarlo puede
contarse con la cooperación de los ángeles.
Una educación tal debe basarse en la Palabra de Dios. Sólo en ella se exponen
plenamente los principios de la educación. Debe hacerse de la Biblia el
fundamento del estudio y de la enseñanza. El conocimiento esencial es el
conocimiento de Dios y de Aquel a quien envió.
Todo niño y todo joven deben tener algún conocimiento de sí mismos. Deben conocer
la habitación física que Dios les ha dado, y las leyes mediante las cuales
pueden conservarla sana. Todos deben obtener una comprensión cabal de los ramos
comunes de la educación. Todos deben adquirir una preparación industrial que
haga de ellos hombres y mujeres prácticos, idóneos para los deberes de la vida
diaria. A esto hay que añadir la enseñanza y la experiencia práctica en varios
ramos del esfuerzo misionero.
Se aprende enseñando
Progresen los jóvenes tan rápidamente y tanto como puedan en la adquisición de
conocimientos. Tenga su campo de estudios toda la amplitud que sus facultades
puedan abarcar. Al aprender algo, comuníquenlo a otros. Así su inteligencia
adquirirá disciplina y poder. El uso que hagan de sus conocimientos determinará
el valor de su educación. Dedicar mucho tiempo al estudio, sin hacer esfuerzo
alguno por comunicar a otros lo que se aprende, es a menudo un impedimento más
bien que una ayuda para el verdadero desarrollo. En el hogar y en la escuela
debe el estudiante esforzarse por aprender a estudiar y a comunicar el
conocimiento adquirido. Cualquiera que sea su vocación, tendrá que aprender y
enseñar durante toda su vida. Así podrá progresar continuamente, haciendo de
Dios su confidente y aferrándose a Aquel que es infinito en sabiduría, que
puede revelar los secretos ocultos durante siglos y resolver los problemas más
difíciles para los que creen en él.
La Palabra de Dios da mucha importancia a la influencia que las compañías
ejercen hasta en los hombres y las mujeres. ¡Cuánto mayor será tal influencia
en la mente y el carácter de los niños y los jóvenes! Las personas a quienes
traten, los principios que adopten, los hábitos que contraigan, determinarán el
grado de utilidad que alcancen en esta vida y cuáles serán sus intereses
futuros y eternos.
Es una realidad terrible, que debiera estremecer el corazón de los padres, el
que en tantas escuelas y colegios adonde se manda a la juventud para recibir
cultura y disciplina intelectual, prevalezcan influencias que deforman el carácter,
distraen el espíritu del objeto verdadero de la vida y pervierten la moralidad.
Mediante el trato con personas sin religión, amigas de los placeres y
depravadas, muchos jóvenes pierden su sencillez y pureza, su fe en Dios, y el
espíritu de abnegación que padres y madres cristianos fomentaron y conservaron
en ellos por medio de instrucciones cuidadosas y fervorosas oraciones.
Muchos de los que entran en la escuela con propósito de prepararse para
desempeñar algún servicio abnegado, concluyen por absorberse en estudios
profanos. Se despierta en ellos la ambición de descollar entre sus compañeros y
de adquirir puestos y honores en el mundo. Pronto llegan a perder de vista el
objeto que los llevara a la escuela, y se entregan a la persecución de fines egoístas
y mundanos. Y a menudo contraen hábitos que arruinan su vida para este mundo y
para el venidero.
Por lo general, los hombres y las mujeres de ideales amplios, de propósitos
generosos y nobles aspiraciones, son aquellos en quienes se desarrollaron esto
rasgos característicos por las compañías con que se juntaron en sus primeros
años. En todas sus relaciones con Israel, Dios insistió en lo importante que
era velar por las compañías de sus hijos. Todas las disposiciones de la vida
civil, religiosa y social tendían a preservar a los niños del trato con gente
perniciosa y a familiarizarlos desde su más temprana edad con los preceptos y
principios de la ley de Dios. La lección objetiva dada al nacer la nación fue
de tal naturaleza que debía impresionar hondamente los corazones. Antes que el
último y terrible castigo cayera sobre los egipcios con la muerte de los
primogénitos, Dios ordenó a su pueblo que recogiera a sus niños en sus
respectivas casas. El dintel de cada casa debía marcarse con sangre, y todos
debían guarecerse al amparo seguro de aquella señal. Así también hoy los padres
que aman y temen a Dios deben guardar a sus hijos "en vínculo de
concierto," bajo la protección de las influencias sagradas hechas posibles
por la sangre redentora de Cristo.
De sus discípulos, Cristo dijo: "Yo les he dado tu palabra; y ... no son
del mundo, como tampoco yo soy del mundo." "(S. Juan 17:14.)
"No os conforméis a este siglo "-nos manda Dios;- "mas reformaos
por la renovación de vuestro entendimiento." "(Romanos 12:2.)
"No os juntéis en yugo con los infieles: porque ¿qué compañía tiene la
justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ... ¿y
qué concierto el templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo
del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios
de ellos, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual "
"Salid de en medio de ellos, y apartaos...."y no toquéis lo inmundo;
y yo os recibiré,"y seré a vosotros Padre,"y vosotros me seréis a mí
hijos e hijas,"dice el Señor Todopoderoso." "(2 Corintios
6:14-18.)
"Reunid el pueblo." Declaradle "las ordenanzas de Dios y sus
leyes." "(Joel 2: 16; Exodo 18: 16.)
"Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré."
"(Números 6:27.)
"Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es llamado
sobre ti." "(Deuteronomio 28:10.)
"Y será el residuo de Jacob en medio de muchos pueblos,"como el rocío
de Jehová,"como las lluvias sobre la hierba,"los cuales no esperan
varón,"ni aguardan a hijos de hombres." "(Miqueas 5:7.)
Nosotros estamos contados con Israel. Todas las instrucciones dadas a los
antiguos israelitas respecto a la educación de sus hijos, todas las promesas de
bendición por medio de la obediencia, son para nosotros.
Dios nos dice: "Bendecirte he, ... y serás bendición." "(Génesis
12:2.)
"De los primeros discípulos y de todos los que creerían en él por la
palabra de ellos, Cristo dijo: "Y yo, la gloria que me diste les he dado;
para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú
en mí, para que sean consumadamente una cosa; y que el mundo conozca que tú me
enviaste, y que los has amado, como también a mi me has amado." "(S.
Juan 17:22,23.)
¡Admirables, admirables palabras, casi fuera del alcance de la fe! El Creador
de todos los mundos ama a los que se consagran a su servicio, así como ama a su
Hijo. Aquí también y ahora mismo su favor y su gracia nos son otorgados en
maravillosa medida. Nos ha dado la Luz y la Majestad de los cielos, y con él
nos ha concedido todos los tesoros del cielo. Además de lo mucho que nos ha
prometido para la vida futura, nos concede con regia largueza dones para la
vida presente. Como súbditos de su gracia, desea que gocemos de todo cuanto
ennoblece, expansiona y realza nuestro carácter. Aguarda él para inspirar a la
juventud el poder de lo alto, a fin de que permanezca bajo la bandera
ensangrentada de Cristo, trabajando como él trabajó, para guiar a las almas por
senderos seguros y afirmar los pies de muchos sobre la Roca de los siglos.
Cuantos procuren trabajar en armonía con el plan divino de educación recibirán
su gracia auxiliadora, su continua presencia, su poder que los guardará. A
todos les dice:
"Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente: no temas ni desmayes,
porque Jehová tu Dios será contigo." "No te dejaré, ni te
desampararé." "(Josué 1:9, 5.)
"Porque como desciende de los cielos la lluvia, y la nieve,"y no
vuelve allá,"sino que harta la tierra, y la hace germinar y
producir,"y da simiente al que siembra, y pan al que come,"así será
mi palabra que sale de mi boca: "no volverá a mí vacía,"antes hará lo
que yo quiero,"y será prosperada en aquello para que la envié."Porque
con alegría saldréis,"y con paz seréis vueltos;"los montes y los collados
levantarán canción delante de"vosotros,"y todos los árboles del campo
darán palmadas de aplauso."En lugar de la zarza crecerá haya,"y en
lugar de la ortiga crecerá arrayán:"y será a Jehová por nombre,"por
señal eterna que nunca será raída." "(Isaías 55:10-13.)
En el mundo entero la sociedad está en desorden, y se necesita una
transformación radical. La educación dada a la juventud moldeará toda la
organización social.
"Y edificarán los desiertos antiguos,"y levantarán los asolamientos
primeros,"y restaurarán las ciudades asoladas,"los asolamientos de
muchas generaciones."" Y los hombres los llamarán "sacerdotes de
Jehová ..."y tendrán perpetuo gozo."Porque yo Jehová soy amador del
derecho, ..."por tanto, afirmaré en verdad su obra,"y haré con ellos
pacto perpetuo."Y la simiente de ellos será conocida entre las
gentes,"y sus renuevos en medio de los pueblos;"todos los que los
vieren, los conocerán,"que son simiente bendita de Jehová...."Porque
como la tierra produce su renuevo,"y como el huerto hace brotar su
simiente,"así el Señor Jehová hará brotar justicia"y alabanza delante
de todas las gentes." "(Isaías 61:4-11.)
Comentarios
Publicar un comentario